He leído una entrevista fantástica al psiquiatra Luis Rojas Marcos publicada en la revista Mi bebé y yo de febrero.
Habla de un aspecto tan importante en la formación de la personalidad del pequeño como es la autoestima. No nacemos con ella, si bien es cierto que los genes influyen, se va forjando en base a las experiencias que vivimos en las que los primeros años de vida son cruciales.
Explica que la autoestima es la valoración de la imagen que cada cual se hace de sí mismo. En un niño esa imagen depende, en gran medida, de las opiniones que los demás tienen de él.
Los padres jugamos aquí un papel esencial. Pues todo lo que le transmitamos a nuestro hijo influirá en su propia valoración de sí mismo.
Por eso, es importante que tanto los padres como el resto de la familia contribuyamos a crear en el niño una autoestima constructiva, saludable. Es decir, que tiendan a ver lo positivo de la vida y no lo negativo, que estén contentos con sus propios logros, que se muestren satisfechos con su vida y que aprendan a valorarse.
Lo opuesto a una autoestima constructiva es una autoestima destructiva o narcisista, que explica el Dr. Rojas que es un concepto nuevo para diferenciar que una persona con autoestima alta no siempre es sinónimo de autoestima buena. Son personas con una autoestima elevada, pero no saludable, basada en la prepotencia, en la superioridad con respecto al otro.
Ahora bien, ¿cómo podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a que forjen una autoestima constructiva y no una destructiva?
Una cuestión fundamental son las valoraciones que hagamos sobre ellos. No es correcto etiquetar en términos malos ni buenos a las personas con juicios como “eres gordo”, “eres bueno” o “eres travieso”, por ejemplo, pues los niños lo repetirán y acabarán creándose esa imagen de sí mismos.
Máximo cuidado con apreciaciones como “eres el mejor de la clase”, “eres el más fuerte de todos” pues son comentarios que el niño acaba creyéndolas generando un sentimiento de superioridad sobre los demás, y esta es la autoestima destructiva que no queremos para nuestros hijos.
Por último, y súper importante, los hijos son nuestro espejo. El concepto de autoestima que profesamos los padres inevitablemente se lo contagiamos a nuestros hijos, así que, una vez más debemos predicar con el ejemplo.
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