El cerebro del bebé crece enormemente durante sus primeros tres años de vida y se producen muchas nuevas conexiones neuronales. El cerebro, además, gasta el 30% de la energía que consume el niño, por lo que alimentarlo bien es fundamental. Que la ingesta de nutrientes sea adecuada es esencial para el desarrollo correcto del cerebro. Hay que nutrir el cerebro del bebé.
El que el niño reciba suficientes y adecuados estímulos emocionales y sensitivos es fundamental, pero la nutrición es también determinante para que puedan ser construidas las conexiones neuronales y se disponga de los elementos necesarios.
En el embarazo la madre tiene que descartar el consumo de tabaco, alcohol y drogas. Tiene que estar tranquila y no sufrir tensiones evitables. Además de los controles médicos es fundamental que cuide su alimentación, incluyendo yodo, hierro y ácido fólico en las cantidades adecuadas, por lo que el ginecólogo puede recomendar algún complemento para asegurar los niveles óptimos.
Tanto en las mujeres embarazadas como en los niños, el cortisol, la hormona del estrés, es perjudicial para el desarrollo cerebral del bebé. Por consiguiente a las mamás hay que evitarles situaciones de este tipo, tanto en el ámbito familiar como en el laboral.
Para el pequeño es también importante evitarle el miedo o la tensión excesiva, ya que, aunque se apuntan ya datos al daño que produce el cortisol, no hay evidencia que permita determinar que el estrés es inocuo. Por eso, los métodos de crianza y “aprendizaje” de las pautas de sueño a los que los padres recurramos deberían demostrar a priori que no harán daño y que el miedo o la ansiedad no dejan secuelas. Yo, por eso, creo que hay que plantearse seriamente su uso.
Para los bebés la leche materna es lo único que necesitan durante los seis primeros meses de vida porque contiene todos los alimentos necesarios en la composición exacta. Si al lactante se le da leche de fórmula esta, por tanto, debería ser la recomendada por el pediatra siempre.
Después hay que procurar que la alimentación complementaria ofrezca los nutrientes necesarios tanto para el crecimiento físico general como específicamente para el desarrollo cerebral.
A partir del año el cerebro del niño sigue creciendo, los niños tienen una tasa metabólica más alta y se enfrentan a muchos retos intelectuales, cognoscitivos e incluso a cambios enormes en su ambiente, que hacen que las necesidades de energía y nutrientes deban ser atendidas correctamente para no condicionar su desarrollo posterior.
Los niños con malnutrición pueden padecer deficiencias y retraso en el habla, la motricidad e incluso un coeficiente intelectual menor, lo que es complicado revertir a posteriori.
Aparte de la influencia de otros factores todavía en estudio como son los antecedentes genéticos, el ambiente, la exposición a la contaminación, el estrés, el nivel educativo de los padres y el peso en el nacimiento, los expertos están conformes en determinar que la nutrición es un factor indudable que influye en el desarrollo cognitivo .
Y eso los padres si podemos hacer mucho. La mielina es una substancia que recubre las células nerviosas. Los ácidos grasos Omega-3 y los aminoácidos (proteínas) son el cemento y los ladrillos de las neuronas. Y la glucosa es la energía que usan para funcionar. Todos estos elementos nutricionales los tenemos que ofrecer al niño para que pueda desarrollar su cerebro correctamente.
En los temas siguientes haremos un repaso a estos nutrientes para el cerebro del bebé, sus usos y las fuentes alimentarias en las que encontrarlos.
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