Una de las cosas que caracterizan a los niños pequeños es su increíble capacidad para inventar nuevos juegos y nuevas historias. Les suele hacer falta muy poco (si les dejamos tirar de imaginación) para empezar a ver juego y diversión allí donde los adultos no vemos nada especial.
Algo interesante debió ocurrírsele a mi hijo Aran ayer por la tarde cuando, tras un rato de silencio, me lo encuentro en la cocina con un vestuario digno de entrar en nuestra sección de trastadas de nuestros hijos. “Mira papá, soy Venom”, me dijo.
A mí me hizo gracia la situación y decidí hacerle unas fotos, porque de igual modo que a veces perdemos la paciencia cuando nos encontramos algo así en el momento más inoportuno (la gota que colma el vaso, se le suele llamar…) ayer me pareció hasta gracioso, una guarrada, sí, pero algo fruto de su imaginación que a él no le pareció problemático en absoluto: en su mente había conseguido disfrazarse de Venom, uno de los enemigos de Spiderman.
Seguro que os estáis preguntando “¿Pero qué demonios lleva encima?”. Pues yo os lo explico: helado de Drácula, seguro que lo recordáis de vuestra infancia… negro por fuera, sabor cola y rojo por dentro, sabor fresa, aunque los que compramos el otro día no eran originales, sino de La Sirena.
El caso es que quisieron comer un helado cada uno y, como suelen hacer siempre, probaron un poco y luego se cansaron de comerlos. Como no queremos que anden con un helado por toda la casa (eso sería una locura), les ponemos un plato en la mesa y así lo van dejando ahí para no mancharse las manos (y ahí queda si se cansan del helado).
Los helados quedaron en el plato sin que papá ni mamá los recogieran, donde se derritieron. Aran y Jon jugaron un rato por casa, mamá se duchaba y papá (mí mismo) paseaba con Guim dormido en brazos hasta que al final me senté en el sofá. Al rato, viendo que Aran parecía no dar señales de vida, viendo que estaba demasiado callado, me acerqué a la cocina y allí me lo encontré metiendo las manos en los platos y embadurnándose de negro para ser Venom.
Suerte que ya nos íbamos a duchar y que no teníamos ninguna obligación esa tarde, porque le dije fascinado que era verdad, que era Venom, pero que otro día tendríamos que buscar una manera alternativa de disfrazarle del mismo malhechor, una en la que ni la mesa, ni el banco, ni la pared, ni el suelo ni él mismo acabaran negros y pegajosos.
Por cierto, si queréis que publiquemos alguna trastada de vuestros hijos podéis enviar un mail a historiasdepadres@bebesymas.com, explicando la trastada y adjuntando alguna imagen de la misma, con un ancho mínimo de 650 px. Pasará a formar parte de todas las trastadas de nuestros hijos que ya hemos publicado en Bebés y más.
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