Ya está aquí el verano y con él llega la temporada de baños en piscinas y playas. A los niños les encanta pasar horas chapoteando, zambulléndose y haciendo juegos acuáticos; tanto, que es muy probable que pasen más tiempo dentro del agua que fuera.
A pesar de saber la importancia de extremar las precauciones para evitar incidentes, en un largo día de piscina o playa con niños es fácil que los padres o adultos responsables caigamos en alguno de estos errores que debemos evitar a toda costa.
No evaluar previamente la zona de baño
Seguro que en más de una ocasión hemos llegado con nuestros hijos a la piscina o la playa y se han metido en el agua antes de que siquiera nos haya dado tiempo a colocar las toallas bajo la sombrilla.
Quizá nunca le hayas dado importancia a este hecho, pero es fundamental que antes de que los niños se bañen, los adultos hagamos un reconocimiento previo de la zona para evaluar riesgos.
Así, en caso de que estemos en una piscina debemos detectar si el niño podría llegar solo al agua en un descuido nuestro y en caso afirmativo, poner medidas para evitar que esto suceda. También debemos fijarnos en otros aspectos como la ubicación del socorrista, la profundidad del agua o cualquier otra advertencia que debamos considerar.
Si estamos en la playa hay que respetar siempre las indicaciones de cartelería, banderas o socorristas y no meternos en el agua si el baño no está recomendado.
Mirar el móvil mientras nuestros hijos se bañan
¿Cuánto tardamos en actualizar nuestro estado en redes sociales? ¿Y en hacer la foto perfecta para compartir con los amigos? ¿Y en revisar las publicaciones de nuestros contactos? Lamentablemente, el tiempo que un niño necesita para ahogarse.
Y quien dice móvil, dice también un libro, una revista o simplemente ocupar nuestra atención en otros aspectos mundanos que sucedan a nuestro alrededor, bajando la guardia de lo realmente importante.
En la playa o piscina, mientras estemos al cuidado de nuestros hijos solo deberíamos tener los ojos puestos en ellos. Si vamos con otro adulto responsable podemos consensuar los turnos de vigilancia, y si estamos solos y necesitamos descansar, pediremos a los niños que se salgan del agua durante un rato mientras nosotros echamos un vistazo al móvil, tomamos el sol o leemos sin más preocupación.
Confiar en el socorrista de la piscina
Los socorristas de las piscinas y playas hacen un trabajo maravilloso cada verano, pero no son niñeros, por lo que nunca deberíamos confiarles la vigilancia de nuestros hijos mientras nosotros nos dedicamos a otras cosas.
la función del socorrista no es la de vigilar en exclusiva a nuestro hijo, sino la de velar por la seguridad de todos los bañistas. Por eso, la responsabilidad primera de que nuestros hijos estén seguros y a salvo es de los padres.
Confiar en que los hermanos mayores cuidan a los pequeños
Y si no deberíamos fiarnos del socorrista de la piscina, mucho menos deberíamos hacerlo de otros niños, aunque se trate de los hermanos mayores. Y es que con frecuencia cometemos el gravísimo error de cargar sobre los hombros del niño mayor la responsabilidad de "vigilar" o "cuidar" a sus hermanos, primos o amigos más pequeños.
Pero los niños, por mayores que nos creamos que son, lo único que deben hacer cuando están en la piscina o la playa es jugar y disfrutar; en ningún caso es su deber responsabilizarse o cuidar de otros niños.
Confiar en los manguitos y flotadores
Manguitos, flotadores, colchonetas y otro tipo de elementos acuáticos son accesorios para divertirse en el agua que deben utilizarse siempre bajo supervisión de un adulto. En ningún caso se trataría de "elementos de seguridad", y mucho menos de accesorios que los niños puedan utilizar sin que un adulto esté pendiente.
Los manguitos se escurren y se salen por el brazo cuando el niño entra y sale del agua, las colchonetas vuelcan con gran facilidad, y los flotadores pueden convertirse en una trampa mortal. Lo mismo sucede con los "churros", chalecos, cinturones de corcho u otros accesorios similares, que si bien pueden resultar de gran ayuda para enseñar a los niños a flotar y comenzar a nadar, siempre se deben utilizar con un adulto cerca.
Confiar en que saben nadar
De igual modo, tampoco tenemos que confiarnos en el caso de que nuestros hijos sepan nadar o creamos que son suficientemente mayores como para desenvolverse sin problemas en el agua, pues aunque sin duda es una tranquilidad que aprendan a nadar a temprana edad, esto no nos exime a los padres de estar siempre alertas.
Confiar en que el agua de la piscina no les cubre
Con frecuencia cometemos el error de relajarnos cuando nuestros hijos se bañan en una piscina donde el agua no les cubre o hacen pie sin dificultad.
Sin embargo, la Asociación Española de Pediatría (AEP) advierte que dos centímetros de agua en el fondo de un cubo, bañera o piscina portátil, y menos de dos minutos son suficientes para que un bebé pueda ahogarse. Lo suficiente para que su nariz y su boca queden cubiertas.
Y por propia experiencia puedo afirmar que esta premisa no afecta exclusivamente a los bebés, sino también a niños más mayorcitos. Y es que basta con perder el equilibrio y dar un mal trago de agua para vivir momentos realmente angustiosos en una piscina donde el agua cubre hasta las rodillas o en la misma orilla del mar.
No estar al lado de nuestros hijos cuando se bañan
Cada verano los expertos nos recuerdan aplicar la regla del 10/20, que consiste en mirar al agua cada 10 segundos y en caso de emergencia, poder socorrer al niño en menos de 20 segundos.
Esto significa que debemos estar dentro de la piscina mientras nuestros hijos se bañan, o en su defecto lo suficientemente cerca como para poder alcanzarles con tan solo estirar nuestro brazo.
Confiar en que nuestros hijos pedirán ayuda si la necesitan
Seguro que todos hemos visto alguna vez en el cine la escena de una persona ahogándose en el mar o en la piscina y armando un gran revuelo. Salpicaduras, brazos que se agitan en alto, gritos de 'socorro' y un gran chapoteo alrededor.
Pero, lamentablemente, estas escenas cinematográficas rara vez ocurren en la vida real, y el niño que se ahoga suele hacerlo de manera rápida y silenciosa, sin levantar las sospechas de quienes le rodean. Por eso, mientras nuestro hijo esté bañándose en la piscina jamás debemos confiar en que escucharemos sus chapoteos alborotados en caso de sufrir un percance.
No renovar la crema solar cada poco tiempo
A la hora de estar con los peques en la piscina o la playa es fundamental protegerles del sol. Es muy importante cuidar su piel, especialmente en verano, que siempre están más expuestos.
A partir de los seis meses es recomendable utilizar una crema con factor de protección solar de SPF50 y resistente al agua. Hemos de ser generosos en su aplicación, dársela por todas las partes del cuerpo y aplicársela preferiblemente antes de salir de casa. Debemos repetir este gesto cada dos o tres horas, pues con el paso del tiempo, el sudor y el agua el factor protector va perdiendo eficacia.
Descuidar la salud de sus ojos y oídos
Pero la piel no es lo único que debemos proteger cuando vamos a la playa o a la piscina. También los ojos sufren los efectos del sol, el cloro y la sal, y los oídos pueden verse afectados con la llamada otitis de las piscinas o del verano. Sin embargo, con frecuencia olvidamos cuidar la salud de estas partes del cuerpo para evitar infecciones.
Los expertos nos recuerdan la importancia de utilizar gafas de sol y de buceo para el agua, y limpiar y secar los oídos correctamente cada vez que el niño salga del agua.
Descuidar las necesidades del bebé
El primer verano con nuestro bebé es sumamente especial. Los padres esperamos ansiosos el momento de ir a la playa y a la piscina, y disfrutar de nuestro primer baño juntos.
Pero movidos por la emoción del momento podemos caer en el error de pasar por alto las necesidades del bebé y centrarnos exclusivamente en nuestros deseos, haciendo que el baño se convierta en una tortura.
Por eso, antes de bañarte con tu bebé por primera vez asegúrate de que todas sus necesidades están cubiertas, tu bebé está tranquilo, reactivo e interesado en el agua, y que el ambiente alrededor es el más idóneo para una primera experiencia divertida y placentera.
Descuidar su hidratación
Es fundamental cuidar la hidratación de los niños en verano, pero muy especialmente cuando vamos con ellos a la piscina o a la playa, pues las altas temperaturas y el exceso de actividad podrían provocar un golpe de calor.
En este sentido, además de asegurarnos de que nuestros hijos no están expuestos al sol directo en las horas centrales del día, no podemos olvidar preparar una nevera portátil antes de ir a la playa o la piscina que contenga agua, zumos y fruta fresca para que estén correctamente hidratados.