¿Recuerdas cómo era ser adolescente? ¿Tienes aún alguna de las inseguridades de aquella época? Ser adolescente no es fácil, te contamos las inseguridades más frecuentes y qué podemos hacer nosotros, los padres, para ayudarles en este complejo pero fascinante camino que es la adolescencia.
Los adolescentes están en plena transición entre la infancia y la vida adulta, y eso significa construir y descubrir quiénes son en realidad, ¡menuda tarea! En ese proceso van a aparecer dudas e incertidumbres, van a recurrir a sus iguales en busca de aceptación y apoyo, se van a sentir vulnerables y van a quedar, en muchas ocasiones, expuestos a las opiniones y presiones externas... así que no es de extrañar que este viaje a la vida adulta pueda generar muchas, muchas inseguridades.
¿De dónde vienen esas inseguridades?
Ser padres de un adolescente no es fácil, pero es que ser adolescente lo es aún menos.
La adolescencia es una etapa con “mala fama” entre los padres por el ciclón que supone en la vida de los hijos y, por extensión, en la suya. Pero si nos paramos un momento a reflexionar sobre la complejidad tan enorme del proceso por el que están pasando nuestros hijos y lo maravilloso que es en realidad ser testigo, compañero y guía en esa transformación, la cosa cambia. Sí, puede ser intenso y complicado, pero es que tu hijo adolescente está descubriendo y construyendo quién es y qué lugar ocupa en el mundo, ¡es fascinante!
Las inseguridades son tan típicas en estas edades precisamente por esto: imagina que no tienes claro qué te gusta, qué quieres en la vida, quién eres, y que encima tu cuerpo no para de hacer cosas raras, de cambiar de la noche a la mañana: pelo en sitios donde antes no lo había, granos, caderas, pechos, la voz... En serio, por un momento imagina cómo debe ser levantarte mañana y que tu cara esté llena de acné, o que te haya cambiado la voz, o que tengas el doble de pecho... ¿irías al trabajo “tan normal”, sin preocuparte por nada?
La vulnerabilidad a la que están expuestos en este proceso de construcción y cambio hace que recurran a, digamos, marcadores externos: como yo no tengo claro cómo evaluarme a mí mismo, cómo definirme, voy a buscar referentes que lo hagan por mí o que me ayuden a encontrar algo de luz, porque necesito esa definición. Pero esto también hace que busquen apoyo en quienes están en su misma situación, porque necesitan sentirse comprendidos, apoyados.
Salvando las distancias, pero para que me entiendas, es algo similar a lo que nos pasa a los padres recientes, como que necesitamos hablar con otros padres para validar tus emociones, para confirmar que no estáis solos, que lo que os pasa, le pasa a más gente.
Y aquí es donde entran en juego los iguales, la importancia de su opinión, de encajar, de pertenecer... y las inseguridades, que van de la mano.
Las inseguridades más habituales en la adolescencia
No todos los adolescentes muestran las mismas inseguridades y en la misma medida: en ello influyen factores como la personalidad, el entorno familiar, la experiencia con los iguales... Así que podemos encontrarnos con adolescentes con grandes y profundas inseguridades, y otros que sí, las tienen, pero no les suponen un abismo.
Las inseguridades en esta etapa de la vida suelen estar circunscritas a dos grandes núcleos: el físico y el emocional. Estas son algunas de las inseguridades y miedos más habituales, aunque, insisto, pueden variar enormemente de un caso a otro:
- El físico: cómo “debería” ser mi cuerpo de acuerdo al modelo social, cómo me percibo, cómo me perciben los demás, qué me dicen... ¡Imagina someterte (quizá no te cueste) a semejante presión sobre tu aspecto! Los adolescentes asocian su físico a ser aceptados, y por tanto es factor fundamental para su felicidad, no es nada baladí.
- Miedo a no ser aceptado y a la soledad: los iguales cobran una importancia brutal en esta etapa, su opinión, su aceptación... así que “pertecener”, tener la aprobación de otros, es un valor en alza.
- ¿Y si no le gusto? En su paso de la infancia a la vida adulta los adolescentes empiezan a adentrarse en el mundo de las relaciones afectivas, y si hay algo que genera inseguridades en este mundo, es eso, seas adolescente o tengas cincuenta años. ¿Le gustaré? ¿Y si descubre que tengo granitos en la espalda? ¿Y si no soy suficientemente guapo? ¿Y si...? Someterse a semejante escrutinio es imposible que no les haga sentir inseguros, ¿verdad?
- ¿Y si hago el ridículo? Lo que para nosotros los adultos puede ser algo puntual y seguimos con nuestra vida, ellos lo perciben como “total y fatal y eterno”. Ellos tienden a poner etiquetas, de manera que perciben las meteduras de pata no como una oportunidad de aprendizaje, sino como una “letra escarlata que van a tener que llevar para siempre”.
- ¿Y si no lo hago bien? Si no lo hago bien no voy a gustar, no voy a encajar... Y esto vale para cualquier actividad, incluyendo el sexo, aunque esto también lo hacen los adultos, ¿verdad? ¿Le habrá gustado? ¿Lo haré bien? No son preguntas solo de un adolescente. La diferencia es que como adultos, tenemos experiencia y ya dejamos atrás esa vorágine de inseguridades, así que lo gestionamos de otra manera. El tema es que cuando no hay una buena educación afectivo-sexual y su actitud hacia el sexo no es positiva, estas inseguridades a lo que conducen es a un mayor porcentaje de relaciones de riesgo, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados...
Qué podemos hacer los padres para ayudarles con sus inseguridades
- Ya que el físico es tan importante para ellos, podemos aprovechar para afianzar hábitos de vida saludables, como una dieta sana o la importancia del ejercicio físico. Si además hacemos deporte juntos tendremos un momento valiosísimo para charlar...
- Debemos procurar realizar comentarios constructivos y no ridiculizarles en cuanto a su aspecto: bastante se machacan ellos ya, bastantes dudas tienen, como para andar añadiendo leña al fuego, aunque te parezca un comentario sin importancia o una gracieta.
- Cuidado con las críticas: si criticamos cada cosa que hacen, cada ropa que se ponen o cada canción que escuchan, se van a sentir juzgados y rechazados, y terminarán por no querer compartir nada con nosotros.
- Hilando con el punto anterior... lo que necesitamos precisamente es crear con ellos un espacio de confianza, que sepan que pueden contarnos sus cosas, que les vamos a escuchar sin enjuiciar, sin criticar, sin cuestionar, y para eso hace falta estar ahí, y escuchar con respeto, no andar regañando todo el día por todo, porque entonces la comunicación se romperá.
- No ir solucionándoles la papeleta constantemente: están pasando de niños a adultos, de manera que tienen que aprender a gestionarse, a buscar soluciones a los conflictos y vicisitudes. Como padres debemos estar ahí y apoyarles, quererles (y supervisar, claro), pero no tiene sentido que les vayamos solucionando las cosas, porque entonces no serán autónomos y se seguirán sintiendo inseguros.
- Ayúdale a ver sus logros, refuérzale por ellos, a veces están tan preocupados por algo que no ven las grandes cosas que hacen.
- Dale su espacio, su intimidad: la necesitan, necesitan su sitio en el que ser adultos, no estar constantemente supervisados por nosotros.
- Si queremos hijos con buena autoestima, que lidien con sus inseguridades de un modo saludable, debemos empezar con el ejemplo. ¿Qué te dices cuando te miras al espejo? ¿Cómo respondes ante un cumplido? Y cuando te equivocas, ¿te machacas mucho? Todas esas cosas que decimos en voz alta, eso que hacemos al respecto, es información que nuestros hijos captan y asimilan como parte de “las instrucciones de la vida”. Así que este es un buen momento para que revises tu propia autoestima, ¿está sana o le hace falta un poquito de entrenamiento?
Sí, la adolescencia es una época compleja, pero ya has visto que tampoco está tan lejos de muchas de las cosas que sentimos como adultos, así que intenta ponerte en el lugar de tu hijo, recuerda lo que sentías a su edad, lo importante que era todo... Escúchale, tu niño se está convirtiendo en un adulto, y tiene mucho que contar en ese alucinante camino.
Fotos: Pixabay.com, Pexels.com
En Bebés y más | Las amistades en la adolescencia: por qué son importantes y cómo debemos actuar los padres con los amigos de nuestros hijos