La muerte es un tema tabú que probablemente surja estos días por primera vez en el entorno familiar, con preguntas de los más pequeños, que ven cómo se celebra el día de Todos los Santos. Hablar a los niños sobre la muerte no es sencillo, pero como parte de la vida el tema no debería ser excluido de una conversación para resolver sus dudas o inquietudes.
Lo que digamos a nuestros hijos acerca de la muerte o el momento que escogemos para hacerlo, dependerá de sus edades y experiencias, así como de nuestras propias vivencias, creencias, sentimientos y circunstancias. La conversación puede surgir de una noticia, de una ceremonia, de la presencia de una tradición (encendemos velas, llevamos flores al cementerio...) o de un hecho traumático al producirse la muerte de un familiar.
En cualquier caso, como vimos en unos consejos sobre cómo hablarles de la muerte, se trata de no tener el tema como tabú, hablar con sencillez y en la medida de sus posibilidades de comprensión y de lo que nos pregunten.
Los niños ya saben sobre la muerte
Los niños son conscientes desde muy pronto de lo que significa la muerte, lo ven en su entorno con insectos o animales muertos, esos pajarillos o esas hormigas, las flores...
Y si les permitimos a los niños hablar con nosotros sobre la muerte, sobre esas "pequeñas" muertes, podemos brindarles la información que necesitan, prepararles para una crisis y ayudarles cuando estén tristes. Al fin y al cabo, no son tan diferentes las muertes de un animal y de una persona.
Puede que a un niño le lleve tiempo entender plenamente las ramificaciones de la muerte y sus consecuencias emocionales, y deberemos explicarle varias veces por qué la gente se siente triste cuando muere alguien, por qué lloramos, por qué no tenemos ganas de jugar...
Pero si bien le puede costar entender algunos temas, un niño puede darse cuenta de que la muerte significa una separación, y el concepto de separación de los padres y falta de cuidado le asustan, con lo cual pueden mostrarse intranquilos ante la posibilidad de la muerte de los padres. Entonces, lo mejor que podemos hacer es tranquilizarles haciéndoles saber que esperamos estar mucho tiempo con ellos cuidándolos y acompañándolos.
Cómo no hablar de la muerte a los niños
No es conveniente hablar a los niños de la muerte como un descanso o un sueño, pues podría confundirles y relacionar con su propio sueño y tener miedo a la oscuridad o al momento de ir a la cama.
Otras asociaciones poco convenientes son las de muerte-enfermedad y muerte-personas mayores, pues no siempre dicha asociación se cumple y determinadas circunstancias podrían asustar o sorprender a los niños (sus propias enfermedades leves, la muerte de alguien joven...).
No se debe ocultar sentimientos sino exteriorizarlos y explicar a los niños por qué nos sentimos tristes, y animarles a que ellos comuniquen sus emociones.
Si la familia tiene convicciones religiosas, se supone que a lo largo de la vida del niño han ido inculcándole dichas creencias y hablando de temas relacionados, pues de otro modo si el niño nunca ha oído hablar, pongamos por caso, del "cielo" o de Dios, puede estar confuso y no entender de qué se le habla.
Se tenga las creencias que se tengan, la muerte de un ser querido siempre es impactante y entristece, por lo que la expresión del dolor no debe disimularse o reprimirse.
Recordemos que nuestros propios sentimientos y actitudes sobre la muerte y pérdida de seres queridos se transmiten al niño, intentemos o no camuflar nuestros verdaderos sentimientos. La forma en que hablamos y compartimos nuestras experiencias con el niño puede ser lo que más recuerde.
En definitiva, hablar a los niños sobre la muerte es una cuestión que surgirá tarde o temprano en nuestras vidas y que hemos de tomar con naturalidad y siempre adecuándonos a sus edades y dudas.
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