Durante los primeros años de la infancia es frecuente que los niños tengan comportamientos impulsivos o estallen en rabietas cuando menos lo esperamos. Aunque estos comportamientos son fruto de la inmadurez y suponen una etapa más en su desarrollo, los adultos debemos saber cómo acompañarles de forma respetuosa, así como proporcionarles herramientas que les ayuden en su control emocional.
En Bebés y Más os hemos recomendado técnicas que funcionan para ayudar a los niños a autorregularse ante un momento de tensión emocional, como ‘la técnica de la tortuga’, ‘el método de la rana’ o el frasco de la calma, entre otras.
Hoy os hablamos de la técnica del semáforo, una herramienta muy visual especialmente pensada para que los más pequeños aprendan a identificar ciertas emociones como la ira, la rabia o la ansiedad, y sepan cómo regularlas para evitar conductas irrespetuosas con los demás e incluso consigo mismos.
¿En qué consiste la técnica del semáforo?
Por su seguridad, una de las primeras cosas que debemos enseñar a nuestros hijos desde pequeños es el funcionamiento de los semáforos. Así, cuando ven un semáforo en rojo deben saber que hay que detenerse de inmediato, cuando está en verde pueden pasar y cuando está en ámbar tienen que poner una mayor atención porque puede haber algún peligro.
Extrapolando el funcionamiento de los semáforos, es fácil que los niños entiendan cómo aplicar la técnica del semáforo para autorregular su comportamiento:
- Semáforo en rojo: indica al niño que es el momento de parar, pues las emociones que en ese momento está sintiendo (rabia, ira, frustración, nerviosismo, enfado...) podrían llevarle a faltar al respeto, agredir a otras personas o incluso hacerse daño a sí mismo.
Para que el niño entienda cuándo es el momento de parar es importante que los adultos le enseñemos a identificar las señales que su cuerpo le está enviando relacionadas con esas emociones. Por ejemplo, es normal que el pulso se acelere, la respiración se agite, que haya tensión muscular, que se comience a alzar la voz, que la cara se enrojezca, que se aprieten los puños...
La identificación de esas señales pondrían en rojo el semáforo y la necesidad de detenerse.
- Semáforo en amarillo: es momento de tomar distancia de la situación, alejarse de aquello que le ha molestado o enfadado, respirar profundamente y tratar de alcanzar un estado de calma.
Para ello, cada niño elegirá la técnica o herramienta que mejor le funcione para tranquilizarse; desde la respiración profunda y consciente, hasta el rincón de la calma, la meditación, técnicas sensoriales...
Este momento de pausa es importante para entender las emociones que se están sintiendo, averiguar su causa y dominarlas para que no nos dominen a nosotros.
- Semáforo en verde: una vez alcanzado el estado de calma, la luz verde indica al niño que es momento de avanzar en la resolución del problema de una forma pausada, equilibrada y respetuosa con uno mismo y con los demás.
Sin embargo, y como sucede con cualquier otra herramienta de gestión emocional, es indispensable y sumamente importante que el adulto acompañe y guíe al niño en todo momento con respeto, empatía y amor. A medida que el niño entienda e interiorice el funcionamiento de la técnica del semáforo, podrá ponerla en práctica por sí mismo cuando lo considere necesario, logrando así detenerse antes de tener una conducta irrespetuosa con los demás.
¿Cómo ponerla en práctica?
Una vez que el niño entienda en qué consiste esta técnica, dibujaremos varios semáforos de cartón y los colocaremos en diferentes lugares de la casa, para que siempre estén visibles. En el momento en que el niño comience a tensarse por alguna situación, le señalaremos el semáforo y le ayudaremos a recordar lo que tiene que hacer según cada color.
Lo ideal es anticiparse a la rabieta o causa de la frustración, pues si esperamos a que la rabieta estalle quizá no sea posible lograr la colaboración del niño. En cualquier caso, el respeto debe primar siempre, por lo que jamás obligaremos al niño a utilizar la técnica del semáforo si no quiere, pues no se trata de un castigo, sino de facilitarle herramientas que puedan ayudarle a sentirse mejor.
Puede ser de gran ayuda para el niño ver a sus padres utilizar la técnica del semáforo para regularse y no perder los nervios. Esto le hará ver que todas las personas necesitamos recursos para dominar nuestras emociones en un momento dado, pero además, la técnica puede ser de gran utilidad también para nosotros.
Recuerda que no hay emociones negativas ni positivas
Sin embargo, hay ciertas emociones que debido al efecto desagradable que nos producen son catalogadas como "negativas" (aunque insistimos en que no lo son). Estas emociones son las que en un momento dado, podrían hacernos estallar y como consecuencia hacer o decir algo que cause daño a otras personas.
Es por ello que se hace necesario que los niños entiendan desde pequeños cómo funcionan las emociones, por qué su estado de ánimo varía y por qué no deben avergonzarse por sentir ira, rabia, celos o frustración en un momento dado. Jamás debemos obligar al niño a reprimir lo que está sintiendo, pero sí ayudarle a ser consciente de ello y gestionar el momento de forma correcta para alcanzar de nuevo su bienestar emocional.