Ya desde pequeños hay niños que muestran una tendencia innata por el deporte y el ejercicio físico, dejando a todos boquiabiertos con su habilidad, coordinación o resistencia. Pero también hay niños a los que les ocurre justamente lo contrario, y a menudo son etiquetados por los adultos o por otros compañeros como "torpes", "patosos" o "lentos".
¿A qué se debe que unos niños sean más habilidosos que otros para el deporte? ¿Se trata de una herencia genética o, por el contrario, hay algo que podamos hacer para potenciar esta habilidad?
El desarrollo motor del niño
Cada niño evoluciona a su ritmo y los hitos que va alcanzando en su desarrollo no tienen por qué coincidir en el tiempo con los de otro niño de su edad. Así, es posible encontrar niños que comienzan a caminar con 11 meses mientras que otros lo hacen con 15 meses, o que suben escaleras de forma autónoma cuando otros peques de su edad aún necesitan ayuda.
Mientras que el pediatra considere que el desarrollo motor del niño es normal, no debemos dar ninguna importancia a los tiempos. Ofrecerles nuestro apoyo, darles confianza y trabajar su autonomía es fundamental para que poco a poco vayan alcanzando nuevos hitos.
En torno a los seis años, la mayoría de niños domina bastante bien sus habilidades físicas y ya son capaces de saltar sobre un pie, saltar hacia atrás, mantener el equilibrio, cambiar de dirección cuando corren o hacer actividades manuales que requieren de una mayor precisión y coordinación.
Pero también a partir de esta edad comienzan a hacerse cada vez más notables las diferencias entre los niños en lo que respecta a habilidades deportivas. Así, es posible encontrar peques que tienen una gran agilidad, coordinación y precisión para los deportes, mientras que otros parecen "no dar pie con bola" (como se dice de forma coloquial).
¿A qué se debe que un niño sea más habilidoso que otro para el deporte?
"Es igual de descoordinado que su madre" o "es tan patoso como su padre", sentenciamos a menudo los adultos. Y es que cuando los padres nos consideramos "torpes" para el deporte, solemos dar por sentado que nuestros hijos también lo serán y que poco podremos hacer por evitarlo. Pero nada más lejos de la realidad.
No cabe duda de que el factor genético influye, pero también hay otras causas sociales que pueden influir en el hecho de que un niño sea menos habilidoso que otro para el deporte:
Los niños que no han practicado deporte con asiduidad desde edades tempranas suelen mostrar menos habilidad que otros que sí están acostumbrados.
El ejemplo de los padres es fundamental, por lo que si en la familia no hay hábitos deportivos es normal que nuestros hijos se muestren más reacios a practicar actividad física y, por tanto, sean más lentos, menos coordinados o tengan menos resistencia que otros compañeros que sí practican deporte con frecuencia.
Si el niño crece creyendo que es un "torpe", un "patoso" o "poco dotado para el deporte" no hará nada por intentar librarse de estas etiquetas. Su pensamiento es "¿para qué voy a esforzarme en participar en esta carrera si voy a llegar el último?" Esta creencia acaba sumiéndole en un círculo vicioso, pues al creerse poco habilidoso dejará de practicar deporte, y al no practicar deporte irá perdiendo cada vez más habilidades.
Fruto de lo anterior suele ser frecuente que el niño vea afectada su autoestima y sienta vergüenza a la hora de practicar deporte, especialmente si se trata de un deporte colectivo o de equipo. Esto hará que él mismo se retire de los juegos y actividades con otros compañeros al sentir que no está a la misma altura.
Determinadas características físicas como el sobrepeso o el ser sustancialmente más bajo o más alto de estatura que la media, también pueden condicionar a la hora de mostrar menos habilidad para ciertos deportes.
11 consejos para potenciar el deporte en niños poco habilidosos
1) No etiquetes nunca al niño, te burles de sus pocas habilidades, ni des por hecho que no va a ser capaz de hacer algo. Aumenta la confianza en sus posibilidades y anímale siempre a intentarlo sin importar el resultado final.
2) Es importante que nos aseguremos de que la autoestima de nuestro hijo no está dañada por esta causa. En este sentido, si vemos que nuestro hijo se niega a participar en actividades deportivas o hacerlo le supone estrés o miedo, debemos hablar con él y hacerle ganar confianza y seguridad en sí mismo.
3) Hay que transmitir a los niños que todas las personas somos diferentes y poseemos habilidades distintas. Por ejemplo, quizá no tengamos agilidad para practicar deportes de saltos o carreras, pero podemos tener una gran capacidad de concentración para practicar otros deportes como el ping pong, el golf o el tenis.
4) La motivación es fundamental, por eso, practicar deporte en familia y animaros unos a otros puede ser especialmente alentador para el niño.
5) La actividad física y el deporte deben ser inculcados en los niños como una forma de cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, mantenernos activos y divertirnos, pero no como una competición para quedar por encima de los demás, pues este mensaje puede acabar provocándoles presión y frustración.
6) Ayuda a tu hijo a explorar sus habilidades y descubrir qué deporte es la más indicado para él/ella. Y es que a veces caemos en el error de matricular a nuestros hijos en ciertas extraescolares deportivas porque nos pillan cerca de casa, es la opción que más nos gusta a nosotros o porque va su amiguito del cole, sin pararnos a pensar si esa actividad es la más adecuada en su caso.
7) Al hilo de lo anterior, cuantos más deportes le presentes a tu hijo, mayores probabilidades tendrá de encontrar el que más se adapta a él, a sus gustos, necesidades y habilidades.
8) La práctica del yoga es una excelente actividad para que el niño aprenda a tomar conciencia de su cuerpo, controle las diferentes posturas y aprenda a conectar cuerpo y mente.
9) Ayuda al niño a potenciar el sentido del ritmo con actividades y juegos musicales, así como inventando bailes o coreografías que le animen a desinhibirse y a ser conscientes de las diferentes partes del cuerpo que entran en juego cuando se mueve.
10) Mediante el juego, fomenta en tu hijo el uso de su propio cuerpo para expresar emociones o comunicarse con los demás. Por ejemplo, juegos de mímica y expresión corporal, interpretación, representar emociones con gestos faciales, interpretar las letras del abecedario utilizando el propio cuerpo... Estas actividades tan divertidas le permitirán tomar conciencia de las innumerables posibilidades que ofrece su cuerpo al tiempo que trabaja habilidades como el equilibrio o la coordinación.
11) Cada vez que salgáis a la calle intentar potencias las habilidades motrices de tu hijo permitiéndole que juegue al aire libre y en los columpios, que corra libremente en el campo, explore la naturaleza, trepe a los árboles (con vigilancia y siempre que no haya peligro), salte vallas o muretes, juegue con pelotas, discos o boomerangs...
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