Dar el pecho en público, un derecho y una necesidad

Dar el pecho en público, un derecho y una necesidad
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Me imagino que todos ustedes estarán al corriente de la que se ha liado en lo que podemos empezar a llamar el caso Primark. Ayer, como respuesta a la política de la citada empresa de no permitir que las mujeres lactantes den el pecho a sus bebés en sus establecimientos, se organizó una reunión de familias lactantes en tiendas de la susodicha marca para defender que dar el pecho en público es un derecho y una necesidad.

Vuelve a enardecerse el debate sobre si es conveniente o no que las mujeres amamanten a sus bebés en público, azuzado por mujeres con cierto quórum público como Adriana Abenia que se lamentaba el verano pasado de que en más de una ocasión se le había - cito textualmente - indigestado la comida al observar enfrente mía a una mujer sacándose 'las ubres' para alimentar con sus fluidos a su bebé. La doble moral de algunos es, cuanto menos, sorprendente.

Por el bien común

Dejando a un lado la retorcida elección de los términos, allá cada uno con su estilo literario, lo que esta persona y muchos otros quizás no hayan llegado a aprehender es que dar el pecho no es sólo un derecho de la madre y del hijo, sino una necesidad tanto fisiológica como psicológica y, hoy más que nunca, social.

Ahora que nos gusta tanto hablar de recortes y ahorro no conviene olvidar que la lactancia materna no es sólo beneficiosa para el bebé que la disfruta y la madre que la ofrece sino para el conjunto de la sociedad que verá los costes médicos y el absentismo laboral, entre otros, reducidos gracias a esta práctica milenaria.

Una para todos y todos para una

No quiero decir con esto que se deba obligar a las madres a dar el pecho, ni mucho menos, pero sí que se deben poner los medios necesarios para que la lactancia materna no se convierta en una carrera de obstáculos.

Ser madre hoy en día no es fácil. La quimérica conciliación laboral, la falta de ayuda, los impedimentos logísticos y las estrecheces económicas han contribuido a que la natalidad lleve años sin garantizar el reemplazo generacional. No hay que ser matemático para ver que con estos índices de natalidad que en 2012 no llegaron a un nacimiento por cada cien habitantes nuestros sistemas sanitarios y de pensionas hacen aguas por todas partes.

Necesitamos más niños, dificultar y alienar la labor de las madres de la manera que sea no hace más que empeorar la situación.

Intimidad bendito tesoro

Una de las recomendaciones que más gracia me hace es cuando individuos de toda índole y condición declaran con convicción extrema que dar el pecho es un acto íntimo y que como tal debe llevarse a cabo en la intimidad.

Aquí el problema es dónde y quiénes ponemos el baremo de lo íntimo. Si por mí fuera comer con la boca abierta, pasear un culo peludo en tanga, morrearse con las patatas bravas adosadas al paladar y sacarse un moco también deberían incluirse en la lista de actividades proscritas al reducto de lo íntimo.

Créanme cuando les digo que yo también he sufrido indigestiones de diversa gravedad por la falta de modales y saber comer de algunos, pero considero que el precio de girar el cuello para mirar hacia otro lado bien compensa el riesgo de caer en la intolerancia, la discriminación o cualquier tipo de fobia.

Puro vicio

A cuadros me quedo también cuando se insinúa desde ciertos púlpitos que el amamantamiento público es un acto reivindicativo y escandaloso. Como si las madres no tuviéramos suficiente con arrastrar nuestras ojeras y a nuestros hijos por el mundo como para convertir cada una de las cosas que hacemos mil veces al día en una proclama política. No se engañen, la mayoría lo único que queremos es que llegue la hora mágica, esa cuando todos duermen como los angelitos que nunca son, para caer rendidas en el sofá. Sin más.

Quizá durante la baja maternal del primer hijo una pueda permitirse el lujazo de quedarse en casa para darle el pecho a su bebé en la intimidad y comodidad de su tresillo de tres plazas, pero la rutina, el trabajo, los hijos que se multiplican, el marido que se nos aburre y la necesidad humana de socializarse, hacen que la vida vaya ganando terreno y nos encontremos más a menudo con un bebé hambriento y llorón en la calle, en el restaurante, en la tienda o en el supermercado.

En ese momento, esas hormonas sabias que tan bien nos guían, nos piden lo único que puede acabar con dicha situación de estrés, darle de comer a nuestro bebé. Es entonces y sólo entonces, cuando las madres valoramos todas la variables como cuánto le queda a la actividad que estamos desarrollando, cuánto puede esperar el bebé, a qué distancia está el siguiente zulo íntimo, qué daños irreparables sufrirá la psique del público del local en cuestión, y decidimos, valiéndonos de un algoritmo muy sofisticado llamado sentido común, dónde y cuándo vamos a darle el pecho a nuestro bebé.

De la misma forma que otras veces tenemos que decidir dónde hará pipí el mediano que todavía no controla o como minimizar los daños de una caca radioactiva. La resolución de estas actividades de alto riesgo no suele ser idílica, ni modélica, pero por lo general garantiza la supervivencia y el bienestar relativo de las partes implicadas. No nos pidan más.

Derecho de admisión

Por último una reflexión sobre el derecho de Primark a censurar ciertas prácticas en sus tiendas. Entiendo que, comercialmente hablando, llenar las tiendas de madres lactantes no se ajuste a su estrategia de marketing. Como también entiendo que si por ellos fuera mejor que por sus tiendas sólo pasearan mujeres despampanantes, de largas melenas y posaderas prietas. Qué mejor reclamo que llenar los probadores de gente guapa a la que toda la ropa le siente como un guante.

Podrían ciertamente limitar el acceso a los gordos, los que lleven gafas o, por qué no, los feos. La pregunta es si esa es una puerta que queremos cruzar y en qué nos convertimos si lo hacemos. Más importante que la libertad que tenemos es el uso que hacemos de ella.

En cualquier caso, vistos los índices de natalidad y las tasas de lactancia que tenemos, no creo que haya una avalancha descontrolada de pechugas al descubierto que ponga en peligro el decoro y la sensibilidad pública.

Más importante me parece en los tiempo que corren defender una práctica, dar el pecho, que no es sólo un derecho sino una necesidad.

Foto | Josh Ward en Flickr En Bebés y más |Primark ha hecho enfadar (y mucho) a las madres lactantes, Las madres lactantes se reúnen hoy en las tiendas Primark de toda España

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