Piel con piel y amamantamiento tras la cesárea

Piel con piel y amamantamiento tras la cesárea
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Sabemos que uno de los fundamentos para una lactancia feliz es el contacto temprano entre la madre y el bebé, piel con piel, para favorecer la succión, incluso en el postparto inmediato, aun con el cordón umbilical sin cortar. También se trata de hacer el entorno lo más acogedor posible al bebé, y mantener el vínculo fisiológico que les ha unido durante nueve meses en el vientre materno.

Y aunque estas prácticas distan mucho de estar generalizadas en la mayoría de los ámbitos hospitalarios, aún son menos frecuentes, por no decir inexistentes, en el caso de las cesáreas. Ello implica, dado el elevado número de nacimientos por cesárea que en nuestro entorno se producen en las últimas décadas, que la duración y la tasa de lactancia materna se vean afectadas de forma negativa.

Pero, aunque las circunstancias y el medio en el que tiene lugar un nacimiento pueden variar considerablemente, el proceso del amamantamiento y las necesidades del recién nacido permanecen constantes, por ello se debería facilitar siempre que sea posible el contacto piel con piel entre la madre y el bebé.

Son muchos los beneficios de este contacto temprano piel con piel y menos mal que cada vez se tiene más claro que es importante la no separación entre madre y bebé en estos instantes, con algunos beneficios inmediatos y a largo plazo comprobados.

Partos menos intervenidos, más humanos

Por todo, lo ideal sería minimizar las intervenciones durante el nacimiento (de ahí que frecuentemente resaltemos los peligros de las cesáreas programadas, innecesarias) y asegurar una atención que promueva el mejor establecimiento del vínculo afectivo madre-hijo, facilitando y animando al contacto íntimo entre ambos, promoviendo el amamantamiento temprano y frecuente y ofreciendo apoyo adecuado y consistente.

Estas prácticas de atención “humanizada” deben apoyar el establecimiento del contacto piel con piel y el amamantamiento precoz, también en las madres con parto por cesárea, siempre que su estado lo permita. Para ello, los protocolos hospitalarios deberías revisar los tiempos y las condiciones de recuperación de las madres que pasan por esta intervención.

Y es que el paso por la “sala de recuperación” podría acortarse, siempre que no haya problemas y la madre se encuentre bien, incluso si ésta pide que se ponga al bebé al pecho (y éste también se halle en buen estado) no veo inconveniente en que así sea.

Los profesionales responsables de prestar esta atención también deben promover y apoyar la lactancia materna en aquellas mujeres sometidas a una intervención de cesárea, donde el refuerzo debe de ser aún mayor. Las mujeres que paren por cesárea y han decidido amamantar han de ser respetadas y reforzadas con mayor apoyo profesional ya que efectivamente la lactancia podría ser más difícil y la recuperación de la mujer más larga y dura.

Al fin y al cabo lo que se pretende es una atención al parto, basada en la evidencia científica, atenta a las necesidades de la parturienta y del recién nacido, respetuoso con la fisiología del parto y del nacimiento, defensor del menor intervencionismo posible y de la personalización de la atención.

Todo ello marcará el camino hacia una lactancia y una crianza felices, en las mejores condiciones, también tras haber tenido un parto por cesárea. Lo cual no quita para que deban disminuir las tasas de estas intervenciones, adecuándose las prácticas recomendadas por las autoridades nacionales e internacionales.

Vía | Evidencias en Pediatría
Foto | a4gpa en Flickr-CC
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