La violencia afecta de manera negativa al cerebro de los niños

La violencia afecta de manera negativa al cerebro de los niños
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Un estudio reciente muestra que los niños que han sido maltratados responden ante ciertos estímulos como lo hacen los soldados que han sufrido experiencias bélicas traumáticas.

Esto hace que, una vez más, debamos hacer hincapié en la necesidad de educar a los niños tratando de evitar el maltrato físico que, recordemos, es ilegal en España pero cuyos índices, a pesar de las recomendaciones y las leyes, siguen siendo demasiado elevados.

Somos muchos los padres y profesionales que llevamos tiempo defendiendo esto mismo, una educación libre de castigos y violencia, libre de cachetes y nalgadas por una razón evidente: hacer daño no es una manera óptima de enseñar a los niños a ser buenas personas (además de ser un mal ejemplo).

Para explicar por qué no es aceptable que los padres peguen a sus hijos solemos hacer una comparación con el maltrato a la mujer, cambiando la palabra "niño" por "mujer" en frases como "un cachete a tiempo es recomendable para que las mujeres (los niños) aprendan a comportarse".

Ante este argumento, los defensores de la educación autoritaria con permiso a cachete dicen que hay una diferencia y que no es comparable: "a los niños hay que educarles y a las mujeres no". Sin embargo con esta premisa se pierde un hecho que hace iguales a mujeres y niños, que es el hecho de ser persona y de merecer ser tratados con la misma dignidad.

Cómo afecta la violencia al cerebro de los niños

El estudio del que hablo ha sido realizado en la Universidad de Londres, siendo dirigido por el Dr. Eamon McCrory, que lleva años estudiando la violencia y el maltrato, buscando causas genéticas y tratando de explicarlo desde el punto de vista del maltratador y sobretodo desde el punto de vista del maltratado.

Para hacer el estudio se observó la reacción de niños que procedían de entornos agresivos al mostrarles fotos de personas con gesto de enfado. El experimento se llevó a cabo utilizando escáneres cerebrales que mostraron que, al ver las fotos, se activaban de manera súbita la ínsula anterior y la amígdala cerebral, dos áreas encargadas de detectar amenazas en el entorno y activar los mecanismos de alerta para preparar al cuerpo para luchar o huir.

Los investigadores comentaron, al ver dichas reacciones, que el cerebro de los niños maltratados aprende a protegerse y se vuelve hipervigilante. Por decirlo de alguna manera, queda en constante alerta, expectante y activo, tratando de encontrar casi de manera continua signos potencialmente peligrosos o amenazantes. Esta activación cerebral tan grande y tan constante provoca un amplio desgaste emocional y cognitivo y produce niveles de ansiedad muy elevados, algo horrible para los niños, que son mucho menos capaces de controlarla (la ansiedad) que los adultos.

La reacción de los niños es la misma que la de los soldados tras la guerra

Cerebro del bebé y violencia infantil

Para poder entender la magnitud de estos hallazgos se ha comparado la reacción de los niños del estudio con la de soldados traumatizados por experiencias bélicas vividas y han llegado a la conclusión de que sus cerebros actúan del mismo modo y reaccionan de la misma manera.

Esto debe hacer recapacitar a padres, profesores y en general a todos los adultos porque, pese a que son muchas las campañas antiviolencia y pese a que las leyes han cambiado, se calcula que el porcentaje de niños maltratados oscila entre un 15% y un 18%. De hecho, no hay más que leer alguna de las noticias que hablan sobre evitar el cachete o similar que enseguida aparecen decenas (sino cientos) de comentarios defendiendo el cachete a tiempo porque "si ya no podemos ni hacer eso nos tomarán el pelo", como si el único recurso educativo de los padres fuera ese (tantos años de evolución y seguimos estancados en dar más poder a la fuerza que a la maña).

Pero algunos niños no reaccionan del mismo modo ante la violencia

Hasta ahora se pensaba que la violencia o el maltrato, pese a ser poco recomendable, no afectaba por igual a todos los niños, porque algunos no mostraban sufrimiento. Según los investigadores, aún cuando el niño no parece reaccionar su cerebro sí lo está haciendo (las imágenes cerebrales lo mostraron), algo que explican diciendo que en ocasiones el cerebro no es capaz de afrontar lo que sucede y "desconecta" el enlace entre la emoción y cognición. Dicho de otro modo, desconecta el pensamiento para que el niño no procese lo sucedido y no lo sufra, para que no le afecte. El problema es que a nivel neural todo sucede, todo se registra y todo afecta.

Las consecuencias a largo plazo

"A mí de pequeño me pegaron y aquí estoy", "esto se ha hecho toda la vida", dicen muchas personas, como si el hecho de haber vivido escenas violentas no hubieran provocado traumas. El caso es que, evidentemente, no todos vivimos nuestra infancia inmersos en ambientes violentos, por suerte, pero sí muchos vivimos los gritos, amenazas y cachetes de nuestros padres en mayor o menor medida.

De la gravedad de lo sucedido dependerá la aparición de traumas irreversibles o no, y por eso tanta gente cree que un cachete de vez en cuando no hace nada, pero lo que sí está claro es que la violencia en la infancia produce alteraciones neurológicas que modifican la personalidad, el estado afectivo del niño y el modo en que se relaciona y se relacionará con el resto de personas durante su vida.

Entre las víctimas infantiles de abuso o negligencia física o emocional se ha visto mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental como ansiedad, estrés postraumático, depresión, disociación, etc., y se sabe también que la violencia se aprende, se imita. Muchos de los adultos y padres actuales pegan a sus hijos simplemente porque a ellos les pegaron. De hecho, la mayoría cree que es algo normal, por lo que está claro que han normalizado la violencia como método educativo, cuando no es aconsejable, no es educativo y ni siquiera es normal.

Vía | El Confidencial Fotos | AdamSelwood, ellyn en Flickr En Bebés y más | El amor materno mejora el cerebro del niño, El cerebro del bebé, El cerebro del bebé: cómo ayudar a su correcto desarrollo (I) y (II)

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