Si hay algo que me ha enseñado el ser madre, es que todos podemos cambiar de opinión y también he aprendido a comprender que a veces no todo lo que planeamos es posible realizarlo. Muchas veces pensamos que las cosas ya están escritas o que van a funcionar tal y como las pensamos, pero al momento de hacerlo, nos llevamos una sorpresa.
Hoy quiero compartirte, con un poco de humor, algunas situaciones que nosotros como madres y padres imaginamos de una forma bonita en nuestra mente y que al final terminan siendo un desastre: siete casos de expectativa versus realidad cuando tienes hijos.
La foto familiar
Comencemos por un clásico con el que seguro la mayoría podrá identificarse: la foto familiar. A todas las madres nos gusta tomarle fotos a nuestros hijos, pero rara vez aparecemos en ella. Quizás por eso de ahí surja nuestra insistencia por tener una sesión de fotos con la familia completa, en la que por una vez en la vida logremos aparecer todos.
Expectativa. Vestirnos todos muy monos, peinar a los niños, conseguir algunos elementos decorativos para darle un toque especial o buscar algún sitio lindo para utilizarlo como fondo. Toda la familia presente y mostrándole una gran sonrisa a la cámara.
Realidad. El bebé llora, a los niños la ropa les pica y a uno de ellos se le ha caído algo que le ha ensuciado. ¿Y los peinados? Como si se acabaran de despertar. Y qué decir de las poses, si cada uno está volteando para un lado, y el único que está poniendo atención en lugar de sonreír, consigue hacer un mueca extraña. Pero bueno, al menos ya tenemos una foto juntos, ¿no?
Los viajes en coche
Viajar en coche y en familia es algo muy lindo, pues además de que nos sirve para desconectarnos del ajetreo y la rutina diarios, nos ayuda a regalarle a nuestros hijos nuevos recuerdos de lugares que visitamos juntos.
Expectativa. Todos listos y felices en el coche, escuchando música en el camino o cantando todos en familia, emocionados por llegar a su destino. Después de unos minutos de camino, los niños duermen plácidamente en sus sillas y nosotros tenemos un ratito para platicar tranquilamente mientras vamos planeando qué haremos al llegar a nuestro destino.
Realidad. Los niños odian el coche y la mayoría del camino van llorando, pidiendo bajarse o deleitándonos con una serenata de gritos y sollozos. No faltan las típicas preguntas de "¿cuánto falta? ¿ya llegamos?" cada treinta segundos o menos. Hasta que finalmente, los niños se duermen... 10 minutos antes de terminar el viaje.
Probando una receta nueva
Cada madre conoce muy bien las comidas que le gustan a sus hijos. Sabemos cuáles siempre funcionan y usualmente preparamos cosas que conocemos bien. Pero de vez en cuando, se nos antoja probar algo distinto y optamos por aprender una receta nueva para cocinarla a nuestra familia.
Expectativa. Te preparas con tiempo, compras los ingredientes necesarios e incluso les mencionas a tus hijos que esta noche habrá algo nuevo y diferente para cenar: ¡una sorpresa! Pasas horas en la cocina y tienes que estar revisando la receta antes de cada paso, pero sabes que el resultado será delicioso y valdrá la pena.
Realidad. La comida tarde un poco más de lo esperado y tus hijos comienzan a desesperarse. Finalmente la sirves y la expresión de asco en su rostro lo dice todo: no probarán un solo bocado. Y si ese día no andan de humor, prepárate para ver tu comida recién hecha volando por los aires. ¿Qué es lo que comen al final? Las croquetas del supermercado que tenías en el congelador.
El festival escolar
En muchos países, se acostumbra hacer festivales que celebren alguna fecha en particular: el día de la madre, el fin de cursos, el inicio de la primavera, etcétera. Es un día que muchos esperamos, para poder ver a nuestros hermosos hijos bailar o cantar tiernamente.
Expectativa. Llegamos puntuales, tomamos un buen asiento y esperamos que inicie el espectáculo. Nuestros hijos salen a escena y realizan una magnífica interpretación con su actuación o baile, mientras nosotros nos deshacemos tomando fotografías y vídeo para capturar esos bellos e inolvidables momentos.
Realidad. Salimos con retraso de casa porque no encontrábamos el guante/sombrero/máscara del vestuario que nuestros hijos llevarán puesto. Finalmente llegamos, cogemos algunos lugares que no están tan mal y esperamos. Finalmente, nuestros hijos aparecen en el escenario, les aplaudimos eufóricamente... y ellos se quedan como estatuas. O peor, lloran de los nervios y les resulta imposible moverse. En fin, al menos lucían hermosos con sus vestuarios.
La fiesta de cumpleaños
El cumpleaños de un hijo siempre será una fecha especial para nosotros, y durante sus primeros años de vida, la planeación y organización de su fiesta de cumpleaños es algo que nos hace mucha ilusión.
Expectativa. Si ya muestra preferencia por algún personaje, eligen juntos la temática de la fiesta de cumpleaños. Preparas todo para que el gran día luzca precioso, con decoraciones, juegos y comidas que mantendrán divertidos y felices a los invitados.
Realidad. Que ocurra lo que le sucedió a nuestra editora Silvia, quien después de semanas preparando una fiesta de Star Wars, se encontrara con que las decoraciones llamaron tanto la atención de los niños invitados, que se abalanzaron sobre ellas y solo duraron cinco minutos, que después pasaran de ella cuando les propuso los juegos que con tanto entusiasmo había preparado y al final, que todos se rieran porque no sabían cuál era el personaje que estaba en la tarta de cumpleaños.
Las comidas fuera
Para esas ocasiones especiales, los fines de semana o simplemente, algún día que no tengamos ganas de cocinar, siempre tenemos la opción de salir a comer fuera en familia y así aprovechar un buen momento juntos fuera de casa.
Expectativa. Todos piden lo que más se les antoja, los niños se terminan o comen la mayoría de su platillo, platican en familia y la comida transcurre como un lindo momento en familia.
Realidad. El lugar está llenísimo, tu hijo se rehúsa a comer lo que había ordenado y lo manifiesta a través de una serie de llantos y gritos desesperados que hacen que algunas personas alrededor volteen a verles. Y claro, terminas con tu comida fría o pidiendo para llevar lo que dejaste (que es casi todo el plato).
La noche de películas en familia
¡Qué rico quedarse una tarde encerrados en casita, acurrucados en familia mientras disfrutamos una película! Es una de las actividades más fáciles y económicas que podemos tener, y que sin duda podemos disfrutar mucho en compañía de nuestros hijos.
Expectativa. Preparamos todo para la noche de película en familia: almohadones, algunas mantitas cómodas y claro, que no falte algo rico para comer. Elegimos la película entre todos y la disfrutamos hasta el final o hasta que los niños se hayan dormida. Una noche tranquila y bonita en familia.
Realidad. No nos podemos poner de acuerdo para la película. Todos quieren la misma almohada. Finalmente nos acomodamos y los niños no dejan de molestarse mutuamente. Pausamos la película cada 10 minutos porque quieren ir al baño, brincar, les molestan los calcetines o cualquier otra razón que les impide ver la película. Terminamos poniendo la Patrulla Canina o Peppa Pig hasta que todos caen rendidos.
Los momentos en familia son perfectamente imperfectos
Quizás te identifiques con una o todas estas situaciones, algunas las exageramos un poco para darle un toque de humor, recordando que muchas veces las cosas no salen como lo planeamos, pero no debemos dejar que eso nos arruine el día.
Tomemos esos momentos de desastre también con humor y riéndonos de ellos, que seguramente en un par de años serán algunas de las anécdotas divertidas que podamos revivir en familia. La vida con bebés y niños suele ser impredecible, pero aprendiendo a disfrutar lo positivo de esos momentos perfectamente imperfectos, podremos llevarlo mejor.
Fotos | iStock
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