Hace unos días mostramos cómo preparan sus habitaciones las familias que colechan con sus hijos. Algunas lectoras se interesaron por la logística a la hora de dormir y por eso escribo esta entrada.
No puedo hablar por todas las madres y padres que colechan, porque cada familia hará las cosas de una manera concreta, por eso esto es simplemente un Diario de a bordo personal en el que explico cómo se hace en mi caso (y en mi casa).
El colecho con un solo hijo
Antes de ser cuatro, fuimos tres (una gran frase, sin duda), y el funcionamiento familiar era diferente al actual, así que os explico primero cómo funcionábamos cuando éramos tres.
Durante los primeros meses Jon dormía en el moisés y sólo pasaba a la cama para mamar cuando se despertaba por la noche. Una vez se dormía, lo volvíamos a pasar al moisés.
Los despertares eran varios, así que pasadas unas cuantas noches la capacidad de estar atento tras una toma para volver a ponerlo en el moisés iba decreciendo hasta el punto que a veces se pasaba varias horas en la cama con nosotros: “¡Me he dormido y ha estado muchas horas en la cama, esto no puede ser!”, nos decíamos.
Sin embargo pronto nos dimos cuenta que cuando se quedaba en la cama dormía más rato que cuando lo pasábamos al moisés, así que, haciendo lo que nadie nos aconsejaba, actuando como padres “pecadores” novatos, Jon empezó a dormir en nuestra cama y el moisés quedó en el olvido.
Pronto descubrimos que eso tan negativo para la salud mental de nuestro hijo (eso nos decían) se llamaba colecho y que había mucha literatura de autores que desmentían los efectos perjudiciales de esta práctica y que incluso se posicionaban a favor (literatura escrita por el Comité de lactancia de la AEP, el pediatra Carlos González y Unicef, entre otros, casi nada).
Durante el primer año Jon se iba a dormir a las 19:00 – 19:30. Era la hora en que decía “hasta aquí he llegado” y pedía dormir hasta el día siguiente.
Esto quiere decir que Miriam se acostaba con él a esa hora, mando de la televisión en mano, mientras yo seguía a cargo del hogar.
Muchas mujeres que colechan se levantan una vez el niño se ha dormido, siguen haciendo cosas y luego se vuelven a acostar, sin embargo, Miriam no lo hacía. El sueño de Jon no era lo profundo que uno esperaría y era de fácil despertar, así que ella se quedaba con él por si acaso y mientras dormía ella cenaba en la cama.
Pasado el primer año la necesidad imperiosa de dormir a las siete de la tarde se fue dilatando y, hasta la llegada de Aran, nos íbamos a dormir todos a la misma hora.
Cenábamos, recogíamos los cacharros de la cena, dejábamos la casa ordenada y nos íbamos a dormir los tres a la cama a eso de las 22:00 (media hora arriba, media hora abajo).
Por la mañana yo me levantaba antes (y lo sigo haciendo) y daba un repasillo a la casa con la mopa y el plumero. Así, durante el día se pueden ir haciendo lavadoras y secadoras y se puede ir manteniendo un poco el orden (pero claro, Miriam dejó de trabajar para cuidar de los niños y, estando en casa, puede ir haciendo cosas).
Ahora que somos cuatro
Hace un año llegó Aran y nuestra rutina cambió. Para no ser muy diferente a su hermano, ha tenido hasta ahora la misma pauta de sueño que Jon, queriendo (necesitando) ir a dormir a eso de las 19:00 – 19:30, sin embargo ahora son dos y no es lo mismo acostarte con uno tranquilamente que acostarte con uno dejando a un niño de tres años por casa.
Yo llego de trabajar, las tardes que trabajo, pues algunos días lo hago de mañana, a las 20:10 – 20:30, así que Miriam consiguió aplazar un poco el sueño de Aran hasta esta hora.
Ahora Aran puede dormir un poco más tarde, aunque en cualquier caso siempre es antes de que Jon y yo hayamos acabado de cenar y recoger.
Así que ahora Miriam y Aran se acuestan juntos a eso de las 20:30-21:00. Para esto ella ha cenado primero y después lo hacemos Jon y yo. Cenamos, recogemos la cocina y lo que haga falta y a eso de las 21:30 – 22:00 nos vamos a dormir él y yo a la cama donde Aran duerme y mamá mira la tele a bajo volumen. Nos tumbamos, apagamos la tele, papá le hace caricias en la cara y en el pelo a Jon y ¡a dormir!
¿Y nuestras conversaciones?
En cuanto se duerme Jon (hay días que en 5 minutos, hay días que tarda más de una hora si por el día ha dormido siesta), hablamos un rato ella y yo y, si queda algo de la casa por hacer (ropa por doblar, no me ha dado tiempo de recoger la cocina porque Jon tenía mucho sueño, etc.), me levanto y acabo de recoger lo que quede.
Últimamente, como no tengo mucho tiempo durante el día, aprovecho ese rato para escribir un poco en Bebés y más mientras Miriam se queda en la cama con los niños.
¿Y nuestra intimidad?
Muchas personas se preguntan cómo se puede tener intimidad cuando llevas casi cuatro años durmiendo con niños en la cama.
No explicaré mucho, que para eso son nuestras intimidades, pero con un poco de imaginación todo se soluciona.
Tenemos claro que esto es una etapa y que, cuando ellos duerman en otra habitación, recuperaremos la cama “grande” para nosotros solos. Hasta entonces, no cambiamos lo uno por lo otro.
Fotos | Flickr (Karen Sheets), Flickr (khrawlings), Flickr (iandeth)
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