A todos los padres nos encanta tener fotografías de nuestros hijos, de hecho los primerizos abusamos muchas veces de la cámara.
Podemos hacer fotos caseras (según la destreza que tenga cada uno), fotos de estudio o fotos profesionales espontáneas. Yo tengo de los tres tipos y de las tres estoy muy satisfecha.
Mi marido se dedicó a plasmar a nuestro hijo durante meses en todas las posturas imaginables y también fuimos a un estudio para hacer fotos del bautizo y regalar a nuestros invitados. Pero las fotos más sorprendentes, vivas y comunicativas que tenemos del niño son las que nos hizo un fotógrafo alemán en una reunión informal de amigos, y nosotros ni nos dimos cuenta de su presencia.
Nos gustaron tanto que al año siguiente le encargamos otras en las mismas circunstancias: sin posar y de forma natural. Se llama Wolf Stucke y le he pedido mostrar parte de su trabajo por si inspira a otros padres a tener fotos de este tipo.
Wolf es un espíritu nómada que estudió fotografía en San Antonio, Tejas y es especialista en fotoperiodismo, pero recaló en Barcelona sin rumbo fijo y allí cambió su vida. Tuvo dos hijos (Aina y Oria) que podéis ver en las fotos y se ha asentado para dedicarse a su verdadera vocación: fotografiar la infancia y la vida cotidiana.
Él considera que los niños transmiten sus emociones de forma mas directa que los adultos. Son mas espontáneos, no están tan pendientes de su propia imagen y regalan momentos mágicos que cuentan toda una historia.
Otro día os mostraré las fotos de mi hijo que él me hizo, pero en su web pódeis ver más fotos de este artista y juzgar dónde acaba la fotografía y dónde empieza el arte.
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