En el verano los peques que pueden tienen la oportunidad de conocer o hacer nuevos amigos que se añaden a los que ya tienen en el colegio y a los que ven durante los más de nueve meses que dura el curso escolar. Sin embargo los amigos del verano son diferentes porque se crean unos lazos fuertes y duraderos gracias a la vivencia de situaciones especiales o que al menos son novedosas y diferentes de las que pasan entre las cuatro paredes del aula del colegio.
Esa amistad del verano es para toda la vida y genera una relación que asegura que los amigos de la época estival siempre estarán allí cuando se necesiten. Y es que en el verano se comparten muchas cosas, que se incrementan con la llegada de los cambios hormonales, y que hacen que la amistad pueda durar muchos años.
Las amistades de la infancia pueden progresar y mantenerse hasta muchos años después tejiendo lazos duraderos para lo bueno y lo malo. Porque cuando les pasa algo importante en su vida los amigos de la infancia están ahí para responder y compartir la experiencia.
Cuando son pequeños en el verano empiezan a desarrollar criterio y opinión, también conocen los miedos, los puntos fuertes y débiles porque se comparten muchas experiencias novedosas y atractivas. También se aprende a ser sincero, se enfadan, se hacen daño, se vuelven a juntar, se reprochan, se dan ánimos, se toman decisiones difíciles, se proponen resolver el conflicto y se olvidan los rencores.
Con los amigos del verano siempre hay algo de lo que hablar y de lo que reírse y aunque no se vean desde hace tiempo siempre hay un tema de conversación que recuperar y que desarrollar. Aunque también saben respetarse y sentirse cómodos y aprenden a manejarse en el silencio desarrollando confianza. Esta actitud creo que aún es más diferenciada entre las chicas que entre los chicos porque les encanta compartir sus aprendizajes y quieren explorar el reto siguiente a realizar.
Cuando son pequeños aprenden a dar y a recibir abrazos generando un cariño que dura para siempre.
Imagen | Vladimir Prieto