Hemos sabido que México ocupa el primer lugar en bullying entre estudiantes, de entre los 34 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Parece que nuestra sociedad (supuestamente avanzada) está fallando cuando se trata de educación en valores, ya que los agresores llegan a tener prestigio y reconocimiento social. Al contrario que las víctimas que se ven denigradas por condiciones particulares.
Al analizar los datos disponibles se ha observado que entre los factores que desencadenan este tipo de comportamientos están las disciplinas familiares demasiado estrictas o la visualización de programas de televisión con altas dosis de violencia. La asistencia a escuelas con métodos ‘militarizados’, la conducta de algunos padres con sus hijos, o la connivencia de los profesores ante situaciones tremendamente injustas, también se encuentran entre los factores que propician el acoso escolar.
Y cuando la conducta se transforma en comportamientos particulares, tampoco se encuentran diferencias entre México y otros países. Ya que se practica el acoso psicológico, las amenazas o la invasión del espacio privado de los alumnos, haciendo uso de los objetos personales para romperlos o esconderlos.
La diputada Daniela Villarreal anunció que impulsará una iniciativa de reformas a la Ley General de Educación, para que las autoridades impulsen campañas de difusión que transmitan la importancia de una convivencia democrática y libre de violencia en los ámbitos familiar, educativo y comunitario.
Se pretenden utilizar las tecnologías de la información que fomenten una cultura de la paz en el entorno escolar. También manifiesta la necesidad de desarrollar modelos de atención integral para las personas receptoras y generadoras de violencia en el entorno escolar; así como de crear una red interinstitucional u observatorio sobre convivencia escolar y un programa para la prevención y atención de la violencia.
Un estudio realizado en Alemania a una población de 228 alumnos, desde la educación elemental hasta la adolescencia, concluyó que los agresores o “bullies” pueden ser reconocidos desde una edad temprana, ya que es fácil observar cómo organizan movimientos en contra de un alumno en particular
En México, en Estados Unidos, en España y en cualquier país se inician muy temprano los comportamientos violentos de hostigamiento físico o psicológico entre iguales, y se sabe que la edad de inicio está en torno a los siete años. Aunque esto último tampoco hace falta que nos lo cuenten, nos basta con observar a nuestro alrededor.
En este punto urge que se actúe ya corrigiendo conductas, estableciendo programas de seguimiento de agresores / atención a las víctimas, y mostrando públicamente al conjunto de la población que el bullying no debe ser permitido ni aceptado. Porque nadie tiene derecho a jugar con la dignidad o la integridad física o psicológica de las personas, porque las víctimas también pueden convertirse en agresores, y porque no denunciar un acoso ‘a tiempo’ nos sitúa del lado de la violencia.
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