A raíz del caso de Beliza, una niña hija de colombianos a la cual una juez no autoriza a inscribirla bajo ese nombre (el de su bisabuela), se desata una vez más la polémica sobre qué nombres se permiten poner a los hijos y cuáles no.
Los argumentos dados a los padres fueron que “es un nombre que no existe, no corresponde a ningún sexo”, y además que no se escribe con “z”.
Sin embargo, la futura reina de España tiene un nombre que supuestamente tampoco se escribe con “z”. Por otro lado, Belisa (con s) es un nombre frecuente en la literatura española, presente en obras de Lope de Vega o Federico García Lorca.
La cuestión es que la niña tiene ya nueve meses, en casa la llaman Beliza desde que nació pero resulta que un juez decreta que no puede llamarse así. ¿Qué pretende, cambiarle el nombre a estas alturas?
Hace poco también una lectora española que vive en Argentina nos comentaba que ha tenido que hacer un insólito periplo para demostrar el significado de Bosco, el nombre que ella siempre deseó para su hijo.
Aparentemente las cosas tienden a cambiar, pues el senado aprobó la ley de identidad, pensada especialmente para que los transexuales puedan cambiar de nombre, que eliminará también algunas restricciones para poner nombre a los hijos.
¿Cuando acabará esta ridiculez burocrática de no permitir a los padres llamar a nuestros hijos como más nos guste? ¿Acaso no tenemos derecho a llamarlos como queramos?
Si uno sueña durante toda la vida con un nombre para su hijo, ¿qué impide llamarlo así?
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