Estos días ha salido en la prensa (rosa) la noticia de que Miranda Kerr, mamá modelo de profesión, no dejó a su pareja, el actor Orlando Bloom, ir al lavabo para que no la dejara sola mientras estaba de parto.
La actriz estuvo nada menos que 27 horas de parto y al parecer no quiso quedarse sola ni un momento, así que el actor acabó haciendo uso de una botella para vaciar su vejiga.
Al conocer este caso he recordado el mío, porque yo orinar sí que pude, pero comer, lo que se dice comer, pues no mucho.
Todo sucedió en el segundo parto, porque en el primero, cuando me dijeron que me “fuera a comer un bocadillo” a las 19:30 de la tarde, todo se empezó a complicar y al subir a la planta 25 minutos después me avisaron de que “ya, pero ya” le iban a hacer una cesárea a mi mujer.
Con semejante antecedente, en el segundo parto me dijo que si ella no comía, que yo tampoco, que no la dejara sola. En un momento de cambio de turno con mi suegra logré llegar a una máquina expendedora donde cogí una más que insana pasta cargada de chocolate (mal, tratándose de un hospital) y una botella de agua. Me lo comí todo como el rayo para volver a su lado, no fuera que mi ausencia estuviera relacionada con algún cambio en el devenir del parto.
El caso es que por la noche, el comer poco debió afectarme, porque la gente me preguntaba si me encontraba bien, pues me veían “un poco amarillo”. No llegué a mirarme al espejo, pero en ese momento mi hijo ya había nacido y pude llevarme algo más al estómago.
Después de conocer el caso de Bloom me he dado cuenta de que no estoy solo en esto, así que busco más aliados: ¿Dejaste ir a comer/orinar a tu marido mientras estabas de parto?
Foto | Michael Bentley en Flickr
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