Cuando tu bebé se encontraba en el útero, su circulación sanguínea era un laberinto de puertas y comunicaciones, un diseño muy especial que posibilitaba el suministro de oxígeno a sus pequeños órganos. Sus pulmones aún no funcionaban y por tanto el sistema sanguíneo no pasaba por ellos. Lo que hacía era utilizar “atajos” como el foramen oval o el ducto arterioso, aunque estos atajos dejó de utilizarlos cuando vino al mundo.
Cuando pinzaron el cordón umbilical de tu bebé, cambió su circulación sanguínea y empezó a adaptarla al nuevo medio en el que se encontraba, fuera de la cavidad uterina. Una vez inicio la primera inspiración, recibió la primera bocanada de oxígeno en sus pulmones, de esta forma se relajó y dilató la pared de sus vasos sanguíneos pulmonares.
La sangre empezaba a fluir por la arteria y se terminó por anular el ducto arterioso que entonces funcionaba, esto ocurrió en los tres primeros días después de su nacimiento. Pero volvamos a la primera inspiración, gracias a ella, la sangre empezó a oxigenarse y paso por el corazón y las venas pulmonares. Nunca más pasará la sangre de una aurícula a otra, ya que el foramen oval se quedará completamente cerrado.
Todos estos mecanismos los realizó un niño cualquiera en el momento en que cortaron el cordón umbilical e hizo su primera inspiración. Que sabia es la naturaleza, que alegría da ese nuevo ser, nuestro hijo, que entra en nuestra vida y en nuestros corazones.
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