Con el fin de hipercontrolar el parto, se han introducido en los últimos años algunas prácticas que en su momento, se creyeron que mejoraban la atención al parto, pero que sometidas a estudios no demuestran tener ventajas significativas, y encima resultan invasivas para la madre y el bebé.
Esto sucede con el uso del electrocardiograma fetal en el parto, puesto ahora en entredicho por un estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine, en el que han analizado los datos de 11.000 embarazadas.
El electrocardiograma fetal (ECG)
La monitorización permite controlar el ritmo cardíaco del bebé por medio de electrodos. Hay una monitorización externa, que se coloca como un cinturón en el abdomen de la embarazada que se puede quitar y poner de forma intermitente y controla dos parámetros fundamentales: los latidos del bebé y las contracciones de la madre, y una interna, el electrocardiograma fetal (ECG) que se coloca en el momento del parto por vía vaginal directamente en la cabecita del bebé.
La monitorización interna es continua e impide que la mujer pueda moverse con libertad en el momento del parto ya que hay una cable que conecta al bebé con el monitor.
Para mí fue, sin duda, una de las prácticas más desagradables en mis partos. Me molestaba mucho tener que estar tumbada durante las contracciones con un cable saliendo de "ahí". Por no mencionar lo que me dolió cuando colocaron el electrodo en la cabeza de mi bebé, que por cierto nació con una pequeña herida en su cuero cabelludo, así que obviamente también le dolió cuando se lo colocaron.
¿Sirve de algo?
En 2005, la FDA, aprobó el uso del STAN S31, un electrocardiograma fetal que analiza las variaciones en el segmento ST, que indica la cantidad de tiempo que transcurre desde el final de una contracción de los ventrículos hasta el comienzo del período de reposo.
Cualquier anormalidad registrada en la monitorización, estaría asociada al sufrimiento fetal y podría indicar la necesidad de acelerar el parto o practicar una cesárea.
Pero consideraron que los resultados acerca de sus beneficios no estaban del todo claros, por eso investigadores del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver, perteneciente a los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, decidieron realizar un estudio analizando los datos de 11 mil embarazadas. Las dividieron en dos grupos: las que habían utilizado la monitorización con Stan31 y las que habían sido controladas sólo lecturas de la frecuencia cardiaca fetal.
Se registraron las complicaciones ocurridas en los partos, como muerte fetal, convulsiones, necesidad de ventilación artificial, acidosis o una puntuación en el test de Apgar de 3 o menor. Los resultados indicaron que no había diferencias significativas entre ambos grupos. No hubo más complicaciones ni tampoco hubo más cesáreas con uno u otro sistema.
La monitorización fetal interna continua sigue siendo muy utilizada en la mayoría de hospitales, al igual que muchas prácticas que siendo revisadas nuevamente parecen no ofrecer ventajas en el control del bienestar fetal en partos sin riesgo, mientras que su uso rutinario sólo consigue un aumento de la medicalización del proceso de parto.
Vía | Medpagetoday, El Mundo
Estudio |
The New England Journal of Medicine
Más información | Servicio de Obstetricia y Ginecología, Hospital Universitario
Virgen de las Nieves, Granada
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