Aunque son muy pocos los partos que responden con exactitud a un patrón determinado, lo que sí tienen en común son unos tiempos y parámetros comunes para este proceso fisiológico, que termina con el nacimiento del bebé y la salida de la placenta.
La primera fase del alumbramiento es la de dilatación, en la que podemos diferenciar un primer momento de dilatación precoz, latente o pasiva, que es cuando se inicia la apertura del cuello uterino. Esta etapa suele ser la más larga y por suerte la menos intensa; de hecho, la mayoría de mujeres ni se percatarán de su incipiente dilatación hasta que el ginecólogo las explore en sus consultas anteriores al parto.
El borramiento, ablandamiento y la dilatación del cuello uterino hasta los 3 centímetros que caracterizan esta etapa pueden alcanzarse en un periodo de días o semanas sin que se produzcan contracciones molestas.
La oxitocina pasa suavemente a la sangre y la mujer empieza a tener contracciones poco perceptibles. Estas contracciones son habituales a partir de la semana 35 de gestación, pero no llegan a ser regulares, progresivas ni intensas como para pensar que ha llegado el momento del parto y acudir a la clínica. Sin embargo, sí son una señal de que se acerca el día.
Los síntomas que se pueden percibir son dolor de espalda (ya sea con cada contracción o de modo constante), dolor de vientre similar al de la menstruación, indigestión, diarrea, sensación de calor en el abdomen...
En buena medida la calidad de nuestro parto puede depender de esta etapa, ya que no es lo mismo llegar a las verdaderas contracciones con 3 centímetros "de ventaja" y con el cuello del útero borrado, es decir, ya adelgazado y acortado.
Más información | Abc del bebé, Ser padres En Bebés y más | Parto: contracciones y rotura de bolsa, Parto: cuándo se produce