Los primeros días tras el nacimiento de un bebé pueden estar plagados de dudas, miedos e incertidumbre relacionados con su salud y bienestar, especialmente si somos primerizos. Por eso, es recomendable consultar con el pediatra cualquier síntoma que nos genere confusión o preocupación, así como aclarar todas nuestras inquietudes en las visitas de control rutinarias.
Sin embargo, hay ciertas señales que requieren de una atención especial e incluso inmediata, y que no debemos pasar por alto, como estas 17 que resumimos.
Color de la piel
Por lo general, la piel del bebé tras su nacimiento presenta una coloración rojiza que se intensifica cuando llora. Otra característica típica es la presencia de una sustancia blanquecina llamada vérnix, así como el color amoratado en sus pies y manos.
Pero la presencia de alguna de las siguientes tonalidades podría indicar un problema de salud que requiera de atención:
Piel amarilla: entre el segundo y tercer día de vida, la piel de muchos bebés puede ponerse un poco amarillenta debido al aumento de la bilirrubina en sangre, un pigmento amarillo que debe ser metabolizado por el hígado. La ictericia del neonato es un proceso transitorio y normal que suele desparecer a los diez días aproximadamente, pero si la cifra de bilirrubina sobrepasa los niveles de seguridad, se requerirá tratamiento de fototerapia. Por eso, ante una coloración amarillenta en la piel de nuestro bebé debemos consultarlo con el pediatra.
Piel azulada o morada: aunque es frecuente que los recién nacidos tengan los pies y las manos algo amoratados, jamás deberían presentar esta coloración en otras partes del cuerpo como el interior de la boca, los labios o la lengua. Cuando esto ocurre es debido a una falta de oxígeno que puede estar provocada por diversos factores, como problemas respiratorios o cardiopatías. En estos casos, la atención médica debe ser urgente.
Piel pálida o grisácea también puede ser signo de enfermedad o hipotermia, por lo que ha de consultarse de inmediato.
Manchas o erupciones en la piel
Algunos bebés presentan manchas de nacimiento, siendo las más habituales los hemangiomas planos o nevo simple (muy conocidos el beso del ángel y el picotazo de la cigüeña), que son manchas rojas por formaciones vasculares superficiales, que normalmente van desapareciendo con el paso de los meses.
En algunos casos, el hemangioma es más abultado, como consecuencia de la dilatación de vasos sanguíneos en la parte más superficial de la piel. En los primeros meses puede aumentar un poco de tamaño, pero por norma general suelen desaparecer solos con el paso del tiempo. Podemos encontrar también la mancha mongólica, muy común en bebés con la piel morena y que también es benigna.
Todas estas alteraciones en la piel del bebé son benignas, y en muchos casos desaparecen por sí solas al cabo del tiempo. Sin embargo, es muy importante consultar con el pediatra cualquier manchita o granito que apreciemos en el cuerpo de nuestro bebé, con el fin de que pueda valorarlo y nos indique cómo debemos actuar. Si esas manchas aparecieran de forma repentina y/o acompañadas de otros síntomas, la valoración debe ser urgente.
El aspecto de sus fontanelas
El recién nacido no tiene los huesos del cráneo soldados porque su cabeza tiene que crecer, y con ella su cerebro. Al no existir esa soldadura, en los espacios donde están las suturas podemos encontrar unas zonas blandas, sin hueso, conocidas como fontanelas.
Si las fontanelas presentan alguno de los siguientes aspectos, debemos consultarlo de inmediato con el pediatra:
- Fontanela hundida o deprimida es signo de deshidratación o desnutrición.
- Fontanela abultada de manera continuada puede deberse a un aumento de líquido en el cerebro (hidrocefalia) o a algún tipo de inflamación cerebral, normalmente secundaria a infecciones (encefalitis, meningitis,...).
El aspecto del cordón umbilical
El cordón umbilical del bebé requiere de una serie de cuidados para evitar que se infecte. Tras su caída, este riesgo de infección persiste hasta que el ombligo no haya cicatrizado completamente, por lo que se debe seguir con los mismos cuidados y vigilancia hasta que la gasa que lo cubre aparezca limpia durante un par de días seguidos.
Los signos que pueden alertarnos de la presencia de una infección en el cordón son:
- Sangrado activo que empape la gasa
- Secreción amarillenta y maloliente
- Cuando el cordón se cae, si se observa un pequeño bulto de bordes bien definidos de color rosado o rojo (aunque también puede ser blanquecino, amarillento o incluso grisáceo) es conveniente consultarlo con el pediatra
- Enrojecimiento o inflamación en la zona del ombligo
- Si pasados 15 días el cordón aún no se hubiera caído, se recomienda consultar
- Hernia umbilical
Pérdida de peso
Tras nacer, es normal que el bebé pierda peso en los días siguientes hasta que recibe alimento y comienza a ganarlo. Es lo que se conoce como pérdida de peso fisiológica neonatal en la que lo normal es que pierdan entre un 5% y un 7% del peso de recién nacido, y como máximo el 10%, al que ya no deberían llegar.
Se estima que a los 10-14 días después del parto el bebé debería haber recuperado el peso que tenían al nacer, y aunque hay un porcentaje de bebés que tarda un poquito más, es importante controlar cómo está siendo la evolución del bebé en este aspecto, pues la pérdida de peso o la dificultad a la hora de recuperarlo podrían estar indicándonos la presencia de algún problema de salud.
Deshidratación
En general, los recién nacidos realizan entre ocho y 12 tomas al día. A veces pasarán tres horas entre tomas y otras veces apenas una. Lo importante es ofrecer siempre el pecho o el biberón a demanda para evitar una deshidratación y una hipoglucemia (aporte insuficiente de glucosa).
Los síntomas de la deshidratación en bebés son:
- Fontanelas hundidas
- Moja pocos pañales
- Labios secos y lengua áspera
- Somnolencia e irritabilidad
- Pérdida de peso
En caso de apreciar alguna de estas señales, debemos llevar de inmediato al bebé al hospital.
Orina oscura o con sangre
El color normal de la orina de un recién nacido bien alimentado es el amarillo claro. Si la orina es oscura nos indica que está más concentrada, es decir que el bebé está recibiendo menos líquidos, por lo que debemos consultarlo con el pediatra porque podría ser un signo de deshidratación.
En algunas ocasiones podríamos encontrar manchas anaranjadas en el pañal que suelen asustar mucho, pero que no debe preocuparnos. Se trata de los cristales de urato, algo relativamente frecuente en los primeros días tras el nacimiento. Simplemente hay que vigilar que el pipí vaya aclarándose y tomando su color claro normal.
En cambio, si viéramos manchas de sangre en el pañal procedentes de la orina, se podría pensar en una posible infección que habría que tratar lo antes posible, por el riesgo de infección y/o lesión en los riñones (pielonefritis).
Cacas duras, muy líquidas, o con sangre y/o moco,
Tras la eliminación del meconio, las cacas del recién nacido irán cambiando de color, dejando poco a poco de ser tan oscuras para pasar a coger un tono amarillo verdoso y finalmente un color mostaza con grumitos, que es el color normal y habitual de las heces de un bebé.
Pero cuando las heces adquieren alguno de los siguientes aspectos, debemos consultarlo con el pediatra, pues podría indicarnos la presencia de algún problema de salud:
Cacas duras y secas, ya esté alimentado con pecho o biberón: esta consistencia podría indicarnos que el bebé no está recibiendo suficiente líquido, o bien que está eliminando demasiado por culpa del calor, la fiebre o alguna enfermedad.
Cacas con sangre o mucosidad, podrían indicar la presencia de alguna infección del tracto digestivo o problemas intestinales.
Cacas muy líquidas y frecuentes: aunque las cacas del recién nacido son líquidas (puesto que su alimentación también lo es), en caso de advertir una consistencia más líquida de la habitual o una mayor frecuencia en las deposiciones, debemos consultar con el pediatra, pues podría ser síntoma de gastroenteritis.
Si el meconio no se expulsa a las 24-48 horas tras el nacimiento, podría ser indicativo de alguna patología, por lo que hemos de estar muy atentos a cuándo se sucede esta primera deposición del bebé.
Vómitos
La regurgitación leve o moderada (expulsión de la leche) durante o después de la alimentación del bebé es un fenómeno común y fisiológico que se soluciona con el paso de los meses. En ausencia de ningún otro síntoma no ha de realizarse tratamiento alguno, pero este hecho ha de diferenciarse de la enfermedad por reflujo gastroesofágico, más preocupante.
Esta enfermedad (comúnmente llamada "reflujo") se caracteriza por vómitos violentos, llanto inconsolable y malestar del bebé. El vómito es la expulsión activa, brusca y molesta de abundante contenido gástrico, y suele ir acompañado de arcadas o convulsiones.
En estos casos vemos que el bebé sufre y tal vez no aumenta de peso como debería. Entonces hemos de acudir al pediatra, pues ya no hablamos de simples regurgitaciones.
Comportamiento anómalo
Un cambio repentino en el comportamiento del bebé podría ser signo de enfermedad, tanto si llora más de lo normal como si de pronto muestra un comportamiento más aletargado.
Cuando el recién nacido llora debemos tratar de calmarle, asegurándonos que todas sus necesidades están satisfechas. Pero si a pesar de haber hecho todo lo que está en nuestras manos nuestro bebé sigue llorando, es recomendable consultar de inmediato con un pediatra, pues podría haber alguna otra causa que requiera de atención médica.
Ocurriría lo mismo si viéramos a nuestro bebé está especialmente "apagado" o apático, si nos costara trabajo despertarlo para darle el pecho o el biberón, o si percibiéramos que suda o se fatiga cuando come.
Distensión abdominal
Si además de un comportamiento agitado o cambios en el color y consistencia de sus cacas notamos que el bebé tiene el abdomen inflamado o distendido, debemos consultarlo rápidamente con el pediatra, pues en algunos casos podría tratarse de una urgencia médica.
Tos y estornudos frecuentes acompañados de otros síntomas
Es muy común que los recién nacidos estornuden con frecuencia en sus primeros días de vida. Esto les sirve para despejar su naricita de cualquier partícula que haya podido quedar atrapada, o para abrir las fosas nasales ocluidas después de mamar durante un tiempo prolongado. También podrían toser en algún momento, especialmente cuando están comiendo y la leche sale con demasiada fuerza o rapidez.
Pero si las toses y estornudos se suceden con frecuencia o se acompañan de otros síntomas como irritabilidad, llanto o fiebre, debemos acudir de inmediato al hospital para que le valoren.
Signos de dificultad respiratoria
La respiración de un recién nacido tiene una serie de peculiaridades que debemos conocer. Para empezar, es mucho más rápida que la del adulto, pues su frecuencia es de entre 40 a 60 respiraciones por minuto. Además, puede tener una respiración periódica, es decir un ritmo regular con periodos de ausencia de respiración de entre cinco y 10 segundos.
Hemos de distinguir estas peculiaridades en su respiración de otros signos que nos hagan sospechar de dificultad respiratoria, tales como aleteo nasal, hundimiento de las costillas, respiración más acelerada de lo normal, pausas en la respiración muy prolongadas, ruidos extraños o ronquidos, malestar general...
En este caso es necesario acudir de inmediato al hospital para que puedan realizarle una valoración, pues el bebé podría haber contraído alguna enfermedad respiratoria o necesitar otro tipo de atención urgente.
Brazos asimétricos
Por desgracia, hay bebés que pueden sufrir algunas lesiones en el momento del parto que, en caso de ser leves, quizá pasen desapercibidas en el primer chequeo tras a su nacimiento. Por eso es importante vigilar cualquier indicio que nos pueda hacer sospechar que el bebé ha sufrido algún daño, siendo la rotura de clavícula y la parálisis braquial por distocia de hombros las más comunes.
Desde la Asociación Española de Pediatría aconsejan a los padres estar atentos a cualquier asimetría o anormalidad en la postura o movilidad de los miembros superiores del recién nacido, así como a crepitaciones, tumefación local o reflejo del Moro asimétrico, en cuyo caso debemos ponerlo en conocimiento del pediatra cuanto antes.
Debilidad muscular
Según leemos en la web SciElo, el síndrome hipotónico del recién nacido puede presentarse en los 28 días siguientes al nacimiento, y se caracteriza por debilidad o bajo tono muscular en las cuatro extremidades, el tronco y el cuello. En algunas ocasiones, la hipotonía podría ser síntoma de alguna enfermedad, por lo que en caso de percibir debilidad o falta de fuerza en nuestro bebé, hemos de consultarlo con el pediatra.
Temblores
Según podemos leer en este artículo publicado por el Instituto Valenciano de Neurología Pediátrica, los temblores en las extremidades son muy habituales en el recién nacido, especialmente cuando llora. Este tipo de temblores cesa cuando el llanto se calma, o cuando se le sujeta la extremidad o extremidades afectadas.
Sin embargo, aunque la mayoría de estos temblores son de naturaleza benigna y carácter temporal, es importante consultarlo con el médico para que descarte que no se trata de ningún síntoma asociado a otras enfermedades, o derivado del consumo materno de ciertas sustancias durante el embarazo.
Temperatura corporal
Una temperatura corporal normal es aquella que oscila entre los 36 y 36,5ºC si se toma de manera axilar, o entre 37 y 38ºC si se toma vía rectal. Todos los bebés menores de tres meses que presenten fiebre deben ser llevados de inmediato al hospital, pues hay que saber el motivo de su fiebre y controlar el foco de infección.
Igualmente, hemos de tener en cuenta que los bebés tienen más dificultades para regular su temperatura, pues tienen menos grasa corporal y su sistema regulador es menos eficaz. Por eso, si su temperatura corporal desciende debemos consultarlo también de inmediato, pues podría estar sufriendo una hipotermia.
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