En Bebés y más os hablamos siempre de lo importante que es dar cariño a los niños, de pasar tiempo con ellos, de abrazarles, besarles, cogerles en brazos, de hacerles masajes, de pasar tiempo con ellos, de disfrutar de ese contacto, de las caricias, los abrazos, de que se sientan amados, contenidos, saciados de calor humano. El roce hace el cariño y los niños, los bebés, necesitan mucho ese roce, ese contacto, ese cariño.
¿Que por qué digo esto? Pues porque ya sabemos de hace tiempo que el contacto piel con piel es muy beneficioso para los bebés recién nacidos, tanto los prematuros como los nacidos a término. Y si no, preguntadle a este bebé del que hablamos hoy. Le dieron por muerto al nacer, sus padres le abrazaron para despedirse y sucedió lo que nadie esperaba: despertó.
Es la historia de Kate y David Ogg, una pareja que estuvo intentando ser padres durante 3 años cuando un día, inesperadamente, supieron que serían padres de gemelos. Llevaban 26 semanas de gestación cuando hubo complicaciones y le informaron de que darían a luz a los bebés. Todavía no sabían cuál era el sexo de los bebés y, al nacer, la emoción fue inmensa al enterarse de que uno era niño y el otro niña.
Sin embargo, la alegría desapareció rápido. El silencio invadió la sala de partos y el médico preguntó a la pareja si ya habían elegido nombre para el niño. "Jamie", dijo la madre. Acto seguido, el médico les dio las malas noticias. Jamie no había sobrevivido al parto. No daba señales de vida.
Kate, entre lágrimas, cogió al bebé en brazos y se lo puso en el pecho. David, el papá, les acompañó en ese momento tan duro.
Lo notaba frío, lo notaba inerte, y sintió la necesidad de hacer algo. Kate le pidió a su marido que se quitara la ropa y se tumbara junto a ella. Necesitaba su calor y necesitaba que el bebé recibiera tanto calor como fuera posible. Ahí lo tuvo, cerca del corazón, con su oreja pegada al pecho para que sintiera cada latido, abrazándole y siendo abrazado también por David. Le empezó a hablar, le explicó que tenía una hermanita que se llamaba Emily, y le dijo que estuviera tranquilo, porque ella iba a estar bien, pero le pidió que allí donde estuviera, les ayudara a cuidarla.
Estuvieron un buen rato con él, mientras le seguían hablando y explicando quiénes eran, quién era la familia que tanto le esperaba, cuáles los planes que tenían para él. Se estaban despidiendo. Le daban todo su calor para que tuviera un adiós pleno de amor. De repente, empezaron a notar que se movía, que respiraba y llamaron a las comadronas, que vinieron y les dijeron que no, que solo eran reflejos, que "estaba muriendo ya" y que tenían que "decirle adiós". Pero es muy difícil decir adiós a tu bebé, cuando casi no has llegado ni a decirle hola, así que casi como defensa, negándose a aceptar la realidad, le abrazaron más fuerte. Fue en ese momento cuando sucedió lo que aceleró los acontecimientos. Jamie abrió los ojos y cogió el dedo de su padre con su manita diminuta.
El calor de sus padres, el cariño de ese momento, el negarse a dejarle a ir, el contacto, la firmeza de ese abrazo. Todo ello hizo que Jamie decidiera luchar y no dejarse ir. Volvió al mundo que le acababa de ver nacer y lo hizo para quedarse.
Los padres explican, desde entonces, que al volver a casa no podían dejar de tocarles, de estar con ellos, de tenerlos piel con piel, pues tenían claro que era lo que había salvado la vida de Jamie.
Ahora los dos niños han crecido ya y hasta tienen un hermanito pequeño. Su padre los abraza todos los días y a veces incluso siente que los abraza demasiado fuerte, pero lo hace así porque a menudo le llega el recuerdo de lo cerca que estuvo de no tener a Jamie.
¿Queda alguna duda de lo importante que son los brazos y los abrazos para los niños? ¿Aún hay quien dice a los padres recientes que no deben coger en brazos a sus bebés?
Vía | The San Francisco Globe
Foto | Thinkstock
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