Se acerca el Día de la madre y aprovechando la fecha quiero hacer con esta entrada un pequeño homenaje a todas las madres. Pequeño porque lo hago yo, desde un humilde asiento delante del ordenador, pero que debiera ser mucho mayor, por todo lo grande, por todo lo que las madres hacen por sus hijos y por lo que hacen también por nosotros, sus parejas, que no es poco precisamente.
Y quiero hablar de ellas porque no sé qué sería de este mundo sin las palabras de una madre, sin su constancia, sin su cariño, sin su paciencia y dedicación, sin su memoria y sin su capacidad de organización. Dicen que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, sin embargo no es del todo cierto: detrás de cada gran hombre hay dos grandes mujeres, su mujer y su madre. Venga, vamos a hablar un poco de las mamás.
Mamá, o sea, la que siempre piensa en ti
El día en que una mujer se convierte en madre, desde ese día lo será ya para siempre. Dará igual que sus hijos tengan ya 30 ó 40 años y que lleven años viviendo con sus parejas, dará igual que tengan ya nietos. Seguirá siendo madre y seguirá preocupándose como el primer día, aún cuando vean que sus hijos son plenamente autónomos. Verán con solo mirarte que tienes un mal día, que estás cansado o que ese día estás especialmente radiante, y te lo harán saber, porque si es lo primero, tendrá unas palabras de apoyo o un "siéntate y come algo", de esos que tanto te recuerdan a épocas pasadas, cuando se encargaba de darte de comer.
Hará lo mismo que hacía cuando eras pequeño, cuidarte, velar por ti, preocuparse por ofrecer lo mejor de sí misma y lo hará incluso cuando tú le digas que "noooo, que estoy bieeeennnn, mamá, déjalooo", lo harán porque a ellas les da igual no ser capaces de entender nuestras preocupaciones, o mejor dicho, les da igual que pensemos que no son capaces de entendernos o que no pueden hacer nada por ayudarnos, ellas no van a solucionar nuestros problemas, pero sí pueden ofrecer su hombro, y lo hacen.
Las madres y su paciencia infinita
Que no digo yo que no la pierdan de vez en cuando, porque quién no recuerda a sus madres diciendo "ni mamá, ni momó", o diciendo que estaba tan cansada de todo que se iba a ir a la luna, o que qué feliz sería dando de comer a los niños pobres, que seguro que no tendrían queja alguna, o cuando, sin saber ya que hacer, aceptaban la derrota y cometían el error de quitarse autoridad: "cuando venga vuestro padre...". Sin embargo las madres tienen esa mano izquierda que a muchos padres nos falta o que a muchos nos cuesta utilizar en muchas ocasiones (sí, cierto, cada vez hay más padres que dejan atrás la etiqueta de brutos y que tienen tanta paciencia como cualquier madre).
Imagino que es cuestión de genética, o quizás sea aprendido, pero las madres y los niños o niñas crean un nexo especial difícil de quebrar. Por eso cuando un niño está en situación de máxima urgencia llama a su madre, aunque papá esté ahí al lado. Por eso algunos abuelitos, en sus últimos días, en penoso sufrimiento y con la cabeza más allá que acá, llegan a llamar a "mamá", para que les eche una última mano.
Esa es mamá, una mujer que después de pasar su juventud preocupándose por el brillo y el liso de su pelo, por tener unas piernas perfectamente depiladas y una piel sedosa se ve de repente con una imagen de sí misma que jamás imaginaría, ojerosa, cansada, pálida por no ver apenas la luz del sol, con un pelo con el que pudiera participar en la obra de "El Rey León" y unas piernas llenicas de pelo. Y no es que de repente deje de quererse a sí misma, es que al ser madre aprende a relativizar y a dar importancia a lo que realmente lo es y dejar para más adelante lo que puede esperar.
Las madres y su memoria prodigiosa
Da igual que lo tengas ordenado o desordenado. Aquello que nunca encuentras tu madre sabe dónde está. No sé muy bien cómo lo hacen, no sé si tienen algún tipo de escáner con rayos X que les permite ver toda la casa sin moverse del sitio o si tienen una memoria fotográfica que les ayuda a saber dónde está todo en todo momento. El caso es que son capaces de saber dónde está todo y, lo que es más increíble, son capaces de saber dónde no está todo, es decir, prueba a moverles alguna cosa, prueba a tocar algo que es suyo o algo que siempre está en un sitio concreto. Saben que has estado allí, saben que se lo has tocado y si les dejas tiempo saben qué has hecho y el tiempo que has estado ahí.
Jolín, ¡si hasta ven los microorganismos! Como marido limpiador me siento muchas veces ridículo limpiando donde ella me dice porque yo no veo nada sucio y ella en cambio ve huellas o focos de infección allí donde no hay nada. "¡Estoy limpiando sobre limpio!", le digo a veces. Y lo digo convencido, pero lo gracioso del asunto es que, si me dejo de limpiar una zona (que para mí está limpia), luego me dice: "oye, ¡¡pero por aquí no has limpiado!!".
Y qué decir de la capacidad que tienen para organizar la casa, las agendas y en definitiva la vida de todos. Un padre se pone enfermo y en casa nadie le echa de menos. Una madre se pone enferma y la casa se cae a pedazos. Mirad si no a los padres que van a comprar a un supermercado. La mayoría andan teléfono en mano preguntando dónde está tal o cuál cosa, preguntando si es el que tienen en las manos y repasando lo que llevan en el carro por si falta algo.
Si eres niño y mamá te prepara la mochila para la excursión, tranquilo, sobrevivirás aún cuando llegue un temporal. Si te la ha preparado papá tiembla, seguro que faltan las cosas más necesarias y evidentes.
Detrás de cada gran hombre hay dos grandes mujeres
Seguro que tenéis un montón de ejemplos que pueden argumentar esta frase. Yo tengo uno reciente que no es especialmente profundo ni melancólico, sino más bien cómico, que puede ayudar a dar peso a la oración. Hace unos días salí a correr. Llevo un mes más o menos haciéndolo y cuando salgo hago 10 km, preparándome para una carrera en la que competiré el día 1 de Mayo. Bien, competir es lo que se supone que voy a hacer, porque lo más probable es que llegue de los últimos, pero lo hago por afición, por hacer deporte, porque me gusta y porque me parece una experiencia interesante.
El caso es que antes de salir a correr Miriam me dijo "pásate por casa de tu madre y coge la chaqueta de Jon". Es decir, ya que sales a correr, coge lo que nos dejamos el otro día, en lo que es una clara muestra de que las madres están en todo y que son, sobretodo, prácticas.
Como no quería partir los 10 km en dos me monté el recorrido para que acabaran en la puerta de la casa de mi señora madre. Llegué cansado, sudado y con cara de haber hecho un evidente esfuerzo, así que mi madre se preocupó al instante. Que si por qué iba corriendo, que 10 km era muchísimo, que siéntate y tómate algo, que te preparo lo que sea, que... y entonces le dije que iba a correr una carrera. ¿Y si ganas?, me dijo. Imposible (porque lo es), le respondí. "¿Y si quedas segundo o tercero? No lo sabes", y ahí confirmé dos cosas, que madre no hay más que una y que las madres son muy, muy grandes.
Foto | dan.danowski en Flickr En Bebés y más | Una carta para el Día de la Madre'12: "Cuando me necesitabas...", Día de la madre: ser madre es el mejor trabajo del mundo, El amor materno mejora el cerebro del niño