Esos padres que hablan de sus hijos como si fueran trofeos
Desde que soy padre gran parte de mis diálogos con amigos, familiares y conocidos, incluso en mi trabajo, pues trabajo en pediatría, están relacionados con los niños. Yo siempre he sido bastante discreto con la vida de mis hijos (sí es cierto que aquí he hablado mucho de ellos, pero más con la intención de explicar nuestra relación que con el objetivo de explicar cómo son o qué hacen), así que pronto descubrí que al hablar de los niños existe una especie de competición por ver cuál es el más listo, cuál el que lee antes, cuál el que duerme más, el que se ríe más, el más guapo, el más creativo, el que anda antes, el más cariñoso, el que sabe más, el que come mejor, el que...
Vamos, que te juntas con otros padres y dan ganas de no volver a verles porque te hablan de sus hijos como si fueran trofeos, como quien te enseña el coche nuevo que se acaba de comprar y te recita todas las características que tiene, como quien te explica que tiene algo como diciéndote que "tú nunca lo tendrás" y resulta que también tienes, como quien muestra su currículum y tiene estudios que quizás tú también tienes, por poner algunos ejemplos ¿Pero no se dan cuenta que son niños, personas, y no objetos de los que vanagloriarse? ¿No ven que es una competición absurda y cansina? ¿Por qué lo hacen? Vamos a hablar un poco de ello.
La madre que recibió una carta quejándose de tanto hablar de su hija por Facebook
Ojo, vaya por delante que a mí en realidad me importa poco que los padres lo hagan. De hecho, hay muy pocas cosas que me pueden llegar a molestar en esta vida, así que ésta no es una de ellas. Es solo que me parece curioso y me parece un hecho que muchos padres deberían revisar, sobre todo si los hijos se dan cuenta del constante acto de ensalzar cualidades que pueden ser tal, pero pueden no serlo.
Hace unas semanas salió a la luz una noticia curiosa, la de una madre que recibió una carta anónima quejándose de sus constantes comentarios en las redes sociales acerca de su hija. La carta está en inglés y la podéis ver a continuación:
Resumiendo un poco, viene a decir que tanto ella, la que escribe, como otras amigas, también tienen hijos y que para ellas también son maravillosos, pero que no por eso van todo el día explicando todo lo que hace la niña. ¿Que lleva ropa nueva? Compártela de manera privada con quien quieras. ¿Que ha cumplido 6 meses o ha empezado a gatear? Enhorabuena, genial, ¡no es para tanto! La niña es preciosa y todos la quieren mucho, incluso quien la escribe, pero le recuerda que sus hijos también son geniales y que todos pensaban que dejaría de hablar todo el día de cualquier cosa que hace su hija al primer mes, pero que no, que tiene ya 6 y sigue erre que erre.
¿Yo le diría a una madre o a un padre que lo dejara de hacer? Jamás. De hecho, prefiero que hagan esto a que me cuenten otras tonterías que cuenta la gente, que no sé ni a qué viene, que no aportan nada y que me actualiza el momento vital de alguien cuyo instante no me parece para nada interesante: "Llevo dos horas limpiando y estoy cansadísimo", pues normal, yo también lo estaría. "Tengo tanta hambre que me voy a comer el armario entero", ya, a mí también me pasa cuando tengo hambre, pero luego el armario sigue ahí (esto da para otra reflexión... hasta qué punto tiene sentido que expliquemos en las redes sociales que acabamos de parpadear).
Ahora bien, que haya actualizaciones de estado o tuits peores no quita que algunos padres no pensemos algo parecido. Quizás no en internet, o no solo en internet, porque de viva voz hay madres así, que te cuentan todo de sus hijos, cada nuevo logro, cada hito, cada cosa que hace, y luego añade "está súper espabilada" o "yo creo que es demasiado lista" y cosas por el estilo. ¿Hola? ¿Te has dado cuenta de que yo también tengo hijos? ¿No te da para entender que mis hijos pueden hacer exactamente lo mismo que la tuya o incluso más? Y aunque no fuera así, ¿qué? ¿No estamos hablando de hijos, de paternidad y de maternidad? ¿A qué viene crear esta absurda competición? ¿No es más interesante hablar de cómo nos ha cambiado la vida, bromear con cosas que hacen, explicar anécdotas, que ponerme al día de las habilidades de tu hija? ¿No ves que no me impresiona que tu hija diga 'mú', 'miau' y 'guau' cuando le dices 'qué hace la vaquita, el gatito y el perrito'? ¿No ves que me cuesta creer que tu hijo sea 'el Elegido', un niño índigo o un niño cristal? Es que de verdad, me siento como cuando un amigo me enseña su nuevo móvil y me muestra todo lo que es capaz de hacer, o el coche y le pega un acelerón para enseñarme la potencia que tiene, y yo no quiero mirar a los niños de ese modo. No son cacharros que compras escogiendo las características para luego asombrar a los demás.
Si los niños nos oyen
Es muy habitual que los padres lo hagan cuando los niños son pequeños, cegados de amor por sus hijos. Esto es genial, ojo. Es perfecto que hablen de sus hijos, que se les caiga la baba, que les quieran con locura... lo único que hay que tener cuidado es con las alabanzas sin sentido, las de "ya hace esto y no le toca", "está súper espabilado", "nunca he visto un niño más listo", porque muchas veces, la mayoría, no son ciertas y otras madres que ven que sus hijos hacen lo mismo y lo ven como algo normal, se molestan.
A medida que los niños crecen muchos padres dejan de hacerlo. Primero porque se dan cuenta de que sus hijos son más normales de lo que creían. Quizás avanzaron mucho en algo y luego se quedaron parados, o vieron que de igual modo que destacaban en algunas cosas iban muy lentos en otras. O quizás sus hijos crecieron y llegaron otros padres recientes hablando igual que ellos y se dieron cuenta de que llevaban mucho tiempo haciéndolo. El caso es que muchos dejan de hacer ese tipo de comentarios.
Muchos, pero no todos. Quedan unos cuantos que te siguen contando lo bien que habla inglés su hijo que sabe los colores con 5 años, lo bien que baila su hija porque han ensayado un baile de fin de curso o lo bien que se sabe las tablas porque... se las sabe. Y mientras tanto mi mujer me dice que hablo poco de los míos y que parece que no esté orgulloso de ellos. ¡Pero yo lo estoy! Por eso, cuando estoy con ellos y han hecho algo que me hace sentir orgulloso, se lo digo. Pero se lo digo a ellos, y les doy un abrazo, y un beso, y los lanzo al aire (bueno, al mayor solo le abrazo). Pero no necesito ir explicando a la gente lo que hacen o dejan de hacer porque eso se lo dejo a ellos. Si ellos quieren, que expliquen a quien quieran qué hacen o dejan de hacer, qué logran o dejan de lograr. Y normalmente no explican mucho porque no parecen sentir la necesidad de ser admirados por los demás ni dependen de sus felicitaciones (o al menos no tanto como otros niños que siempre quieren mostrarte lo que saben hacer para que les digas "muy bien").
Si los niños nos oyen, si ven que siempre hablamos de ellos y que lo hacemos incluso estando ellos delante, como si no estuvieran: "pues mi hijo ya hace o deja de hacer", pueden sentirse obligados a demostrar siempre algo. Se vuelven adictos a las alabanzas, piensan que nuestro cariño hacia ellos depende solo (o sobre todo) de lo que hacen y nos demuestran y así pierden creatividad, espontaneidad y autonomía. ¿Qué piensa una mujer cuyo marido solo habla de su belleza, de su bonito pelo y de su delgadez cuando pasan los años y la belleza parece querer irse, el pelo ya no es tan bonito y ya no está tan delgada? Quizás no piense nada, pero quizás piense que todo aquello por lo que su marido más le quería se está esfumando (como relación es bastante triste porque lo he planteado de manera muy exagerada, pero esto pasa en muchas relaciones de manera más moderada). Pues es algo así de lo que estoy hablando, de hacer a los niños dependientes de nuestro juicio y de nuestras alabanzas.
¿Por qué hay padres que ensalzan tanto las capacidades de sus hijos?
Seguro que no hay un solo factor y seguro que en realidad habrá más de una razón, pero uno de los factores que creo que está más relacionado es la necesidad de los padres de demostrar que lo están haciendo bien como padres. Algo así como "mirad qué bien lo estamos haciendo que nuestro hijo es así y asá", y no creo que sea en plan "lo estamos haciendo mejor que todos vosotros", porque seguro que no hay esa pedantería detrás, pero sí como queriendo demostrar que son capaces de hacer algo bien, muy bien.
Intuyo que es una manera de sanar una autoestima un poco tocada, la de personas que nunca han sentido que hayan destacado en nada, pese a haberlo intentado, y que sabedoras de que no tienen nada que ofrecer a los demás por sí mismos (que no digo que no lo tengan, sino que ellos lo sienten así) sienten que sus hijos son una oportunidad que les ha dado la vida de demostrar, por fin, que lo están haciendo muy bien. Algo así como disfrutar ellos mismos con los logros que sus hijos consiguen y ellos no consiguieron o, quizás, con los que sospechan que lograrán pero aún no han logrado, que se intuyen cuando te dicen eso de "ya habla un montón para la edad que tiene", "se fija en todo, está súper espabilado", "sabe muchísmo", etc. No es que hagan nada extraordinario, pero para ellos van muy avanzados y casi se frotan las manos pensando en lo que sus hijos serán capaces de hacer.
Por qué digo que hay que reflexionar sobre ello
¿Esto es bueno? ¿Es malo? ¿Acaso no pueden sentirse orgullosos de sus hijos? Por supuesto. No digo lo contrario. Yo mismo he dicho que estoy orgulloso de mis hijos por muchas cosas que hacen y a veces no lo estoy tanto por otras que hacen o no hacen. En ambos casos les hago saber mis sentimientos, mi opinión, pero de igual modo que no cuento lo que no me gusta de ellos, no tengo especial necesidad de contar lo que sí me gusta, a menos que hable con alguien de mucha confianza o a menos que sea algo extraordinario, claro. Lo normal, vamos.
Ahora bien, cuando como digo parece que volcamos todas nuestras esperanzas en nuestros hijos, como si ellos tuvieran que sanar nuestras frustraciones, tenemos un problema, o más de uno. Lo que ya he comentado, que pueden sentirse en la necesidad de satisfacernos y por otra parte, que es una consecuencia también, que nuestra exigencia sea siempre más elevada de la cuenta: que necesitemos siempre contar cosas que hacen y que de manera inconsciente, les exijamos que sobresalgan en algo, cuando quizás ellos no quieren, no lo sienten así o ni siquiera son capaces. Vale más seguir buscando los padres maneras de dar sentido a nuestras vidas, maneras de realizarnos como personas, que ponerlo todo a la carta de los hijos, porque es un peso que no merecen.
Fotos | iStock
En Bebés y más | "Este niño está muy espabilado", Las alabanzas exageradas pueden ser contraproducentes en niños con baja autoestima