Madres e hijos, una historia de la conciliación

Madres e hijos, una historia de la conciliación
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Tras haber comentado la noticia anterior de una madre que se ha reincorporado al trabajo tras siete horas de baja maternal tras el parto, me he estado preguntando como ha sido la historia de madres e hijos respecto a la conciliación laboral.

La incorporación de la mujer al trabajo ha hecho que, antes o después, deba encomendar el cuidado del bebé o del niño pequeño a terceras personas una buena parte de la jornada. Sin embargo esto, más que conciliación de vida laboral y personal, me parece un reparto de tiempo que no siempre es justo ni para la madre ni para el niño, que sufren muchas veces por esta separación.

Este modelo, aunque no lo vea ideal, quizá es una nueva manera de aproximarnos al problema de la conciliación. Y es que el derecho innegable de las mujeres a trabajar en igualdad no creo que sea bueno que se realice a costa de renuncias como la necesidad de los bebés que están mejor que con nadie con sus mamás y la necesidad física y emocional de las madres a criar directamente a sus hijos durante un tiempo mayor del que disponemos ahora mismo.

No todos los lugares y tipos de trabajo son seguros ni adecuados para un bebé, pero si creo que hay otros muchos que pueden adaptarse perfectamente a que un niño esté, garantizando su bienestar, en el mismo lugar que la madre y acompañarla en sus tareas.

La mujer en el trabajo antes de la Revolución Industrial

Antes el mundo funcionaba así. Voy a hacer un breve repaso de la historia de la conciliación. Las mujeres, no nos engañemos, siempre han trabajado, dentro pero también fuera del hogar. Desde tiempos inmemoriales los niños estaban con sus madres a lo largo del día y ellas no estaban en sus casas encerradas sino que se ganaban también la vida con múltiples ocupaciones.

La crianza de la especie humana en estado "natural" no separaba a las madres y a los bebés. Quizá en esto no hemos mejorado con los siglos.

trabajando con su hijo

En las tribus recolectoras y cazadoras, las mujeres llevaban a sus niños en brazos o con un pañuelo, mientras, una vez recuperadas físicamente del parto, que en condiciones normales puede ser mucho antes de lo que estamos acostumbrados, caminaban por el bosque recogiendo alimentos. Sus hijos estaban con ellas todo el tiempo.

La llegada del Neolítico no cambió eso, los niños seguían a sus madres que cultivaban, tejían, hacían alfarería o preparaban los alimentos. Su inmersión en la vida de la sociedad era la norma. La enseñanza se realizaba en la familia y los que acudían a recibir una formación mayor no lo hacían hasta bien entrada la infancia.

En realidad que madres e hijos permanecieran juntos ha sido lo que ha caracterizado la existencia de la raza humana, como sucede con todos los mamíferos, si bien es cierto que no todas las actividades eran permitidas para las mujeres.

No es posible precisar cuando la estructura social hace que sean los hombres los que dominen sobre las mujeres, pero muchas teorían señalan que los cambios más fuertes se producen con el nacimiento de las ciudades y los primeros imperios. Antes, en la prehistoria, no podemos saber más que por comparación con sociedades aisladas que mantuvieron el modo de vida cazador y recolector, como se dividían los trabajos y el poder.

La situación tras la Revolución Industrial

El cambio no llegó hasta la Revolución Industrial, cuando las mujeres se fueron ocupómica ando de tareas en fábricas y oficinas, conquistando con ello una mayor independencia económica y derechos en igualdad teórica. Lo que los antropólogos llaman el patriarcado fue destruyéndose, aunque en el fondo, muchos patrones de juicio siguen manteniendo a la mujer en una posición más debil en muchos lugares, incluída nuestra sociedad occidental.

Y sin embargo la gran conquista se pagó con un precio muy alto, la separación de los niños de manera habitual de sus madres una gran parte de la jornada y a edades cada vez más tempranas, dejándolos al cuidado de instituciones o terceras personas.

La falacia de la independencia de los bebés

Mientras esto sucedía se imponía un modelo de interpretación de la evolución psicológica de la infancia que no ha sido nunca demostrado y que choca con lo que ha sido la costumbre de nuestra especie y de las que se nos asemejan. Se nos explica que el niño debe ser independiente a edades en las que cualquier observador objetivo sabe que el niño es un ser enormemente dependiente.

La mayor riqueza de los hogares introdujo el que se disponga de seguridad, confort y calor en ellos, siendo además habitual que ya no convivamos todos en una única habitación. Puesto que el niño no sufrirá daño en otro cuarto y que ese cuarto existe, era posible dormir en él. Pero no es solo eso, sino que también se insiste en que los bebés deben dormir en otra habitación para aprender hábitos de independencia desde edades tempranas, bajo la amenaza de trastornar su evolución y convertirlos en personas dependientes y sin autoestima.

Nadie ha podido demostrar esto, porque la psicología no puede manejar de manera matemática estas variables, pero, en mi opinión, nadie lo podra demostrar porque es una falacia. Los niños humanos siempre han dormido con sus madres o con ambos progenitores, pero el invento de que duerman separados es algo nuevo, que no llega a nosotros hasta el siglo XIX o XX.

Ninguna teoría va a poder demostrar que nuestros ancestros estaban emocionalmente tarados por dormir con sus madres o , como explicaré a continuación, por permanecer con ellas durante toda su infancia sin entrar en instituciones que la substituyan la mayor parte de la jornada.

Yo no veo ninguna ventaja en que un bebé se separe de su madre, al menos para él. Los niños humanos nunca han sido educados por un miembro ajeno a su familia en grupos grandes, a cargo de un adulto, organizados por edades de manera determinante. Los niños estaban con sus madres y familiares cercanos, con otros niños de todas las edades, en contacto con la vida cotidiana real de su sociedad todo el tiempo. Nadie dijo jamás que es bueno que se integren en instituciones educativas a temprana edad para independizarse, relacionarse o aprender a ser personas. Nadie lo dijo porque era obvio que no es necesario.

Todas estas teorías a favor de las guarderías son creadas a posteriori, cuando la sociedad hacía necesario que los niños fueran a la guardería para que las mujeres sigan trabajando lejos de ellos. Un consuelo basado en otra falacia. No hace falta ninguna que los niños y los bebés se separen de sus madres o de sus adultos cercanos para crecer de manera emocionalmente sana.

No afirmo tampoco que sea algo pernicioso, pero de ahí a defender que es bueno va un enorme trecho. Pero si creo que la atención de la madre y el padre en los primeros seis años de vida es fundamental para el desarrollo emocional.

mujer trabajadora

La realidad es que, tal y como funciona la sociedad y el mundo no podemos elegir. Es preciso optar por las instituciones en la gran mayoría de las familias. Pero esto no tendría que ser así. El mercado laboral no es la mayor riqueza de una sociedad, su riqueza son las familias y los niños, que serán los adultos del futuro.

La Revolución pendiente

Pienso que la gran revolución pendiente en la lucha de las mujeres por sus derechos pasa por reclamar que su libertad, su trabajo y su independencia no obliguen a renunciar a pasar el tiempo con su niños y criarlos directamente.

No se como se puede lograr, la verdad es que me veo impotente para dar soluciones globales, pero si creo que es necesario concienciarnos de que uno de nuestros derechos es el derecho de que nuestros hijos no tengan que separarse de nosotras tantas horas a los pocos meses de vida. Eso es conciliar trabajo, libertad, derechos y maternidad.

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