Nueve errores que cometemos los padres cuando jugamos con nuestros hijos

Nueve errores que cometemos los padres cuando jugamos con nuestros hijos
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El juego es un pilar básico en la infancia; fundamental para que los niños crezcan felices, aprendan y se desarrollen de forma íntegra. Debemos potenciar el juego desde que nuestros hijos son bebés, y continuar haciéndolo el mayor tiempo posible, dados sus incontables beneficios.

Además, cuando el niño juega con sus padres los beneficios se multiplican de forma exponencial, llegando incluso a tener un impacto muy positivo en su salud mental.

Pero para que jugar con los hijos solo les aporte ventajas, debemos evitar caer en ciertas prácticas erróneas como estas que a continuación os detallamos.


Ofrecer juguetes que no van acorde a su edad y desarrollo

juguetes

Uno de los principales errores que cometemos los padres cuando jugamos con nuestros hijos es ofrecerles juguetes que no tienen en cuenta su edad y/o nivel de desarrollo. Así, es frecuente poner en sus manos juguetes sofisticados para los cuales se requiere dominar ciertas destrezas que el niño aún no ha adquirido, provocándoles con ello frustración y desinterés.

Tampoco podemos olvidar que el cerebro del niño va desarrollando y madurando de forma paulatina, por lo que para fomentar su aprendizaje desde el juego es importante respetar sus periodos sensibles de aprendizaje y adaptar nuestro juego a ellos.

Ignorar la madurez del niño y sus etapas de juego

Pero al igual que debemos respetar el desarrollo psicomotor de nuestros hijos cuando jugamos con ellos, también debemos tener en cuenta su desarrollo psicológico y social, y no exigirles ciertas cosas para las que aún no están preparados.

El juego es una excelente forma de enseñar a los niños aspectos tan importantes como el respeto a los demás, la cooperación, la paciencia o el saber perder. Sin embargo, y al igual que sucede con el concepto "compartir",  el niño irá aprendiendo todas estas lecciones poco a poco, mediante nuestro ejemplo y su madurez para entender las cosas.

En este sentido, no podemos pretender que un niño pequeño que aún no ha interiorizado las normas sociales o los juegos de reglas, ni completado su desarrollo social sepa jugar con otros, respetar los turnos, acatar las normas de un juego o entender la importancia de la colaboración.

Proporcionar al niño demasiados juguetes

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Con frecuencia caemos en el error de proporcionar a los niños demasiados juguetes, pensando que de este modo estaremos despertando aún más su curiosidad, cuando lo que conseguimos es el efecto contrario: anular su creatividad.

Además, solemos ofrecerles juguetes que "hacen las cosas por sí solos" (muñecas que hablan, perritos de peluche que caminan solos, coches que se mueven con activar un botón...), quitándoles a ellos la oportunidad de imaginar y dar a su juguete la vida o destino que deseen.

Caer en estereotipos de género

Aunque sepamos la importancia de educar a los hijos sin roles ni estereotipos de género, no es fácil evitar caer en ellos cuando se trata de jugar. Y es que la publicidad y los mensajes de marketing de la industria juguetera pueden llegar a calar profundamente en nuestro subconsciente.

Por eso es muy importante recordar que los juguetes no son de niña o de niño, y que elegidos libremente ayudan a potenciar la creatividad, la empatía y adquirir destrezas fundamentales para la vida.

Dirigir su juego y corregirles

Los adultos buscamos dar sentido a todo lo que nos rodea, y con frecuencia queremos conocer el por qué de las cosas, el cuándo o la finalidad que tienen. Cuando jugamos con nuestros hijos actuamos de la misma forma, y muchas veces, sin darnos cuenta acabamos dirigiendo su juego, estructurándolo de acuerdo a nuestras reglas o simplemente buscando un sentido lógico a la actividad.

Pero si hay algo que caracteriza a los niños es su espontaneidad, fantasía y creatividad.

Así pues, dejemos que sean ellos quienes elijan libremente cómo jugar y qué hacer en cada momento, sin intentar encontrar ninguna lógica o sentido a su proceder.

Tampoco caigamos en el error de corregirles mientras juegan, pues con ello no solo estamos matando su creatividad innata, sino provocando sentimientos de inseguridad, inferioridad y frustración.

No mirar su mundo con "ojos de niño"

Muy al hilo de lo anterior, los adultos debemos tener la mente abierta cuando jugamos con nuestros hijos y dejarnos llevar por su fantasía y su pensamiento mágico.

¿Por qué no van a existir las hadas, los perros no van a poder hablar o los coches no van a poder nadar? Si esa es la historia que han inventado mientras juegan, sigamos con la idea y adentrémonos en su mundo de juegos con 'ojos de niño'.

Jugar con ellos sin estar realmente presentes

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No podemos negar que el día a día de los padres es complejo: trabajo, casa, niños, tareas familiares, carga mental... Todo ello nos hace vivir con el piloto automático encendido, engullidos por las prisas y por la pantalla del móvil, olvidando la importancia de conectar con quienes nos rodean.

Por eso, a la hora de jugar con nuestros hijos es fundamental estar realmente presentes; es decir, actuar con conciencia plena y evitar dar cabida en nuestra mente a otros pensamientos, ideas o preocupaciones que nada tengan que ver con el instante presente que estamos viviendo.

Jugar siempre en espacios cerrados

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En invierno porque hace frío y en verano porque hace calor. Sea como sea, los adultos siempre encontramos la excusa perfecta para favorecer el juego y las actividades en interiores, sin darnos cuenta del poco tiempo que pasan nuestros hijos al aire libre.

Evidentemente, habrá momentos en los que jugar fuera de casa no sea posible, pero en general, siempre que podamos hemos de favorecer el juego al aire libre y en contacto con la naturaleza, pues aporta grandísimos beneficios al desarrollo de los niños.

No dar lugar al aburrimiento

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En general, los padres solemos sentirnos culpables de no pasar suficiente tiempo con nuestros hijos, por eso, cuando tenemos ocasión cometemos el error de sobrecargar de actividades su día a día como si fuéramos los animadores de un hotel, en un intento de compensar el tiempo perdido.

En verano es especialmente frecuente que esto suceda, pues las vacaciones y el tiempo libre nos llevan a idear un sinfín de propuestas y juegos para ellos, sin dar cabida al aburrimiento.

Pero aburrirse de vez en cuando no solo es necesario sino muy beneficioso para los niños, ya que el aburrimiento les lleva activar su imaginación, a crear y a aprender.


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