¿Sois unos padres sobreprotectores? (IV)

¿Sois unos padres sobreprotectores? (IV)
10 comentarios

Seguimos con la serie de entradas dedicadas a la sobreprotección desgranando las preguntas de un test sobre este tema que puede ayudarnos a ver que protegemos demasiado a nuestros hijos o bien ayudarnos a reafirmar nuestra posición como padres y educadores.

La pregunta de hoy está relacionada con la pérdida de un ser querido, en este caso un animal, y analiza la manera en que los padres explicamos estas situaciones a nuestros hijos. Allá va el enunciado de la pregunta:

Vuestra mascota, un perro con el que tu hijo de cuatro años ha convivido desde que nació, sufre una enfermedad incurable.

Y aquí os dejo las posibles respuestas:

a) Llevas el perro al veterinario antes de que el niño lo vea. Cuando pregunta por él le dices que se ha ido con su anterior dueño y que no podréis volver a verle nunca más.

b) Le explicas que los animales, al hacerse mayores, suelen caer enfermos y padecer muchos achaques, y que cuando los médicos no pueden curarlos, entonces mueren para ir a otro lugar donde ya no les dolerá nada nunca más.

c) Dejas que el niño asista al proceso de enfermedad y le explicas en qué consiste la eutanasia animal.

La primera opción: que el niño no sepa nada

La primera opción de las tres es aquella en que decidimos no contar nada al niño e inventar una excusa. Está bien como método para evitar sufrimiento a los niños y de hecho es una técnica muy utilizada por la gente incluso cuando fallece un familiar: ojos que no ven, corazón que no siente. El problema es que los niños no son tontos (aunque muchos quieran creer que sí) y no es tan fácil engañar a un niño o no tan recomendable.

Decirle a un niño que su perro, con el que ha compartido tantos momentos y al que tanto quiere, se he pirado de casa para irse con su anterior dueño es como decirle a un adulto que “no, tu mujer no se está muriendo, lo que le pasa es que se ha ido con su ex y ha dejado una nota diciendo que no la busques, que no volverá jamás”.

Es decir, que si quieres inventarte algo hay historias mucho menos trágicas y más “amorosas” que no tienen por qué sonar a traición. Personalmente no la elegiría porque me gusta más la segunda opción, pero según la edad del niño, si creo que no es capaz de entender la enfermedad y el dolor, podría servir (pero con otras historias, como comento).

Sé que muchos estaréis pensando que no sería esta la opción que elegiríais, pero a veces hay que estar en la situación para poder responder con conocimiento de causa. Una conocida me explicó un día, entre lágrimas, que hacía un año que habían fallecido su hermana y su cuñado en un accidente de coche y que todavía no había sido capaz de explicárselo a su hijo, con quien tenían muy buena relación. Según me contó le había dicho que tenían mucho trabajo y muchas cosas que hacer y que no podían ir a verle. El problema es que el niño no entendía ese desamor y le preguntaba que “por qué nunca le venían a ver”.

La segunda opción: la verdad, pero adaptada

Un niño de cuatro años no es capaz de entender el concepto de la vida y la muerte, de la enfermedad y del no volver a ver a alguien del mismo modo que lo entendemos los adultos y por esa razón se recomienda siempre tratar estos temas con cuidado, adaptando el mensaje a sus capacidades y estando disponibles para resolver las dudas que puedan surgir.

Por eso la mejor opción es la b), porque con ella se le explica todo al niño, que acabará sabiendo que su perro, que le sigue queriendo (no se ha ido con otro), dejará de estar con ellos porque se muere, porque ya no estará con nadie, sino en otro lugar donde pueda ser, de algún modo, feliz. No es toda la verdad, pero tampoco es toda la mentira.

La tercera opción: la cruda realidad

La última opción se las trae. Es hablar con los niños dando demasiados detalles. Yo suelo pecar a veces de explicar demasiadas cosas a Jon (creo que cuando me preguntó sobre la procedencia de los niños expliqué más de lo que debía), pero en esta ocasión me parece exagerado explicarle a un niño en qué consiste la eutanasia animal porque lo más probable es que, con cuatro años, no entienda que sus padres sepan que van a matar a su perro y no hagan nada por evitarlo.

Como hemos dicho en el punto anterior, lo más lógico sería explicar las cosas tal y como son, pero adaptando el lenguaje a las capacidades del niño y sin entrar en detalles que pueden hacer más mal que bien.

Cuarta opción: conseguir un perro

Esta opción no está como posible respuesta, pero la he querido añadir porque mucha gente, cuando pierde una mascota, decide frenar el posible sufrimiento de los niños sustituyendo rápidamente al animal por otro. Es algo que hacemos habitualmente cuando se nos rompe algo (“oh no, se me ha roto el móvil… tendré que comprar otro cuando antes”) y que algunos padres hacen también con las mascotas de sus hijos, cuando no es lo mismo.

Una cosa es un bien material, un objeto más o menos práctico o de mayor o menor utilidad y otra muy diferente es un animal, porque a los animales se les quiere, se les ama, y ese sentimiento es recíproco. A las cosas no hay que amarlas, sino cuidarlas para que no se rompan y sacarles el jugo que nos pueden ofrecer. Por eso cuando se rompen, se sustituyen y punto. Pero un animal, un ser querido, no se puede sustituir así como así (hay padres que incluso buscan una mascota lo más parecida físicamente, para que el niño no sufra), porque sería como si, tras fallecer nuestra pareja, apareciéramos dos días después con otra pareja, tan felices. Nadie lo entendería, por eso como padres no podemos hacer que nuestro hijo vea normal perder un perro y tener otro casi igual días después en plan “olvida al perro, ya tienes este otro”.

Más información | Ser Padres
Foto | Tobyotter en Flickr
En Bebés y más | Qué es la sobreprotección (y qué no lo es)‏, ¿Sois unos padres sobreprotectores?‏ (I), ¿Sois unos padres sobreprotectores? (II), ¿Sois unos padres sobreprotectores? (III)

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Comentarios cerrados
    • ¿Y no es mejor decirle al niño que el perrito ha dejado de existir? Es que no sé si decirlo así sería demasiado fuerte para un niño. Estoy de acuerdo con que hay que decirles la verdad pero adaptándolas a su entendimiento, pero no sé cómo se hace eso. Si le decimos que se ha ido a un lugar mejor, les puede confundir bastante. Cuando yo tenía cuatro años se murió mi abuelo. Me acuerdo de cuando vino mi padre a decírmelo, pero no recuerdo qué me dijo exactamente. Supongo que me dijo que se había ido al cielo. Yo creía haberlo entendido, pero cuando fuimos a casa de mi abuela pregunté que dónde estaba el abuelo. Mi abuela me dijo "el abuelo se ha muerto". Entonces entendí que eso quería decir que ya no estaba. No es lo mismo un abuelo que un perro. Pero como tengo esos recuerdos pienso que no hay que confundir mucho a los niños. Ya más adelante, si uno quiere, puede explicarle al niño lo que uno cree que sucede después de la muerte, pero explicarlo todo así de golpe es muy confuso para un niño de cuatro años. Eso en el caso de las personas, en el caso de los perros no creo que haya ningún adulto que piense que el perro ha ido a un sitio mejor, así que decirle eso a un niño sería mentirle.

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    • Avatar de 20588 Respondiendo a 20588

      Se adapta en base a la edad del niño, a su manera de ser, a cómo crees que lo entenderá mejor... no sé, quizás no exista una manera estándar ni una mejor manera de decirlo. Sobre mentirles, e muy relativo, porque hablar del cielo también puede ser mentirles, y si realmente los adultos van al cielo, por qué no hay un cielo para los perros?

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    • interesante

      Pero es que en el mundo hay millones de personas que realmente piensan que las personas al morir van al cielo y los perros no. Y los padres, cuando les cuentan estas cosas sobre los perros a los niños, son conscientes de que están mintiendo. Sin embargo,desde el punto de vista del que está convencido que las personas al morir van al cielo, contarle esto a sus hijos es decirles la verdad. Veo que no me he explicado bien. Yo no he querido decir que sea esto lo que haya que decirle a los niños, sino que, en el supuesto de querer contarle esto (o la reencarnación o lo que sea), no contarlo todo a la vez. Yo no se nada de psicólogía, y lo poco que sé de niños chicos lo voy aprendiendo sobre la marcha. Así que me baso en mi experiencia. Menos mal que tengo buena memoria, pero claro, es la experiencia de una sola persona, no sé si los demás niños reaccionarían igual. Estoy de acuerdo contigo que hay que adaptarse al niño.

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    • Yo soy partidaria de contarles la verdad a los niños, por lo menos toda la verdad que puedan asimilar en función de la edad que tengan. Sin embargo, el tema de la muerte es algo bastante peliagudo y es difícil explicarlo de forma serena y tranquila cuando a veces nos da miedo incluso a los adultos. A mí no me da miedo la idea de morir, pero me da miedo la enfermedad, el sufrimiento que a veces preceden la muerte, el hecho de convertirme en una carga para mis seres queridos... me cuesta hablar con tranquilidad del tema porque arrastro todos estos pensamientos. Además, según nuestras creencias personales, podremos explicarle que después de la vida hay el más allá, el paraíso, el nirvana o simplemente nada; son unos conceptos bastante complicados que a menudo tardan en ser "digeridos".

    • A nosotros se nos ha dado el caso, no con nuestros perros, pero sí con 3 gallinas y una gata. La primera fue una gallina, cuando mi hijo tenía unos dos años y medio, y me sorprendió lo relativamente bien que se lo tomó (es un niño muy sensible para algunas cosas). Él fue al gallinero con su padre a darles de comer y vino corriendo a decirme que se había muerto una gallinita. En este momento creo que no entendió mucho lo que pasaba porque se fue felizmente a enterrarla pero en cuanto le cayó la tierra encima empezó la llantina así que tocó dar la explicación. Ésta no fue ni más ni menos que "mira, la gallina ya era viejecita, estaba muy malita y no pudimos curarla. Es algo normal, le pasa a todas las gallinas (no quisimos meter en medio otros animales o personas), se murió y ya no va a volver más".

      Pues bien, cuando se murieron las otras dos no hubo lágrimas, sólo tristeza. Es más, vino él mismo a contarme que la gallina estaba muy malita y se murió. Y con la gata (del jardín, callejera, pero que le dábamos de comer) lloró algo pero entendió que era lo mismo que le había pasado a las gallinas. Eso sí, se murió cuando la llevamos al veterinario y la siguiente vez que llevamos a la perra a vacunar él pensaba que se iba a morir...pobre!

      Creo que, al menos en nuestro caso, la verdad fue lo mejor. Yo no me lo había planteado nunca, pero le expliqué todo porque es lo que me salió de forma natural.

    • Armando, no sé si has tenido animales o no, pero yo a todos las personas que conozco que se les ha muerto alguno no han querido ni oir hablar de tener otro porque no quieren volver a pasar otra vez por ese mal trago (y porque es insustituible como tu dices, que no es un móvil). Así que yo veo más como un intento de protección no tener otro animal para que no se vuelva a morir.

      Yo no sé que haría...creo que pasado un tiempo no podría evitar tener otro, pero porque parece que los atraigo y de vez en cuando me encuentro uno. De hecho teníamos dos, encontrados en la calle, y hace dos semanas me encontré 3 perritas chiquititas en una caja de cartón y se vinieron a casa...menos mal que encontré dueño para dos y que nuestro terreno es grande :)

    • Creo que los niños entienden la muerte más de lo que nos pensamos. Contad en un telediario en un solo día las veces que se habla de muertos...

    • Hola,

      Yo, como muchos de vosotros, lo que haría es contarle la verdad de forma adecuada a su edad... en ningún momento intentaría suavizar el asunto haciendo ver que hay un cielo, una reencarnación o cualquier otra cosa que no está demostrada... yo por mi parte lo que haría sería explicarle la verdad: que no se sabe que hay después de la muerte, que unos creen que nada, otros creen que algo... que cada uno tienen su opinión... y si me pregunta por mi opinión desde luego se la daré, por muy dura que sea... pero siempre haciéndole entender que yo por supuesto es lo que opino pero que no tiene que ser la realidad... nadie la sabe.. y que ella con los años irá creando su propia opinión.

      Besos

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