Los plácidos momentos en que mi bebé descansa tranquilamente oyendo música, observando el móvil colgante o toqueteando un peluche sonajero parecen ir acabándose poco a poco. Desde hace unas semanas observo algo que me sorprendió y preocupó al principio: Mar lloraba sin motivo aparente.
Lo cierto es que pocos son los llantos que ha tenido desde que nació: los justos para demandar comida, anunciar cuando se siente sola o tiene sueño o protesta por una postura incómoda... Así que esta nueva tipología de llanto nos despistó, y comenzamos el habitual método de padres primerizos prueba-error para ir descartando posibles causas.
Si no tiene hambre, no está enferma, ni quiere dormir, y ni nuestra compañía la calma... ¡sorpresa! El llanto sólo cesa cuando le enseñamos un nuevo juguete, cuando se mueve por un lugar desconocido, cuando observa en definitiva cosas nuevas. Cuando no se aburre.
Ahora, con poco más de 4 meses, ya necesita más, necesita descubrir. Y menos mal, por otra parte. Quiere ver más, quiere oír, tocar, todo lo quiere probar.
Claro, aún no puede moverse por sí misma, así que necesita a los mayores que le echen una mano, o más bien unos bracitos... Quizá se hayan acabado por una temporadita esas siestas cerca de ella porque podía estar tranquilita, pero a cambio ahora va a aprender mucho más.
Y claro, los papis también tenemos que aprender con ella. A que no se aburra. Cantarle, mirarnos al espejo, leerle pequeños cuentos, ir moviéndola por casa, ayudándola en sus pataleos...
Al final, entretener a un bebé no es tan difícil y, lo mejor, es disfrutar con él. Y más cuando somos conscientes de que está descubriendo todo un mundo nuevo. Nosotros con ellos también, ¿no os parece?
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