Son varias las veces que he podido leer y escuchar a personas aconsejando a padres y madres que deben seguir haciendo vida de pareja, seguir cenando por ahí si antes lo hacían o buscar un día de tanto en cuanto, ni que sea cada mes, para estar los dos juntos sin sus hijos.
No sé si yo soy una persona muy poco romántica (puede ser) o que siento más apego hacia mis hijos que otras personas (puede ser también), pero nunca he sentido la necesidad de tener esa cena o ese día de pareja (y mi señora esposa tampoco).
No es que no quiera estar con ella y pasar ratos juntos, porque mentiría si dijera que no quiero, pero cuando he oído dichos consejos y he imaginado la situación me he sentido semivacío, como si algo faltara en dicha ecuación, y es que cuando oigo eso de hacer vida de pareja a mí siempre me sale la misma frase: ya no somos una pareja, ahora somos una familia.
No son muchas las personas que nos han preguntado por qué no dejamos a los niños con los abuelos algún día o por qué no hacemos una cena de padres o de madres sin niños, aunque algunos sí lo han hecho y siempre hemos dicho que no.
No se trata de un “no” rotundo, es un “no” con excusa, desde el respeto, el que se explica diciendo que es que nosotros no salimos sin nuestros hijos, porque les echaríamos tanto de menos que no nos divertiríamos.
Por separado sí hemos hecho algunas cosas, bueno cosas, las cenas de empresa y deja de contar, pero porque sabíamos que el otro se quedaba a cargo de los niños. Es como si quisiéramos que estuvieran siempre con la compañía, el calor y el abrigo de papá o de mamá, como si quisiéramos que se sintieran siempre atendidos por uno de nosotros, siempre acompañados, siempre en nuestras vidas.
Sé que hay parejas que se van de viaje sin los niños, que se van de viaje con los hijos mayores y se dejan a los pequeños, que hacen escapadas de fin de semana sin ellos, o de un día, o de una noche. Yo nunca criticaré esto, jamás, porque los niños lo pasan en grande con los abuelos y me parece sanísimo y muy positivo que disfruten de ellos, pero es que nosotros no sabemos hacerlo.
Quizás sea falta de costumbre, aunque claro, para acostumbrarte a algo tienes que querer hacerlo, digo yo. Hay quien nos mira con extrañeza, que llega a pensar probablemente que somos unos padres sobreprotectores que nunca se separan de sus hijos.
Yo no lo veo así, porque yo no llamaría sobreprotectora a una mujer que pasa mucho tiempo con su marido y que quiere hacer un montón de cosas con él. En todo caso diría que es una mujer que ama mucho a su marido, por definirlo de alguna manera, o que piensa mucho en él, para no entrar en mediciones de amor.
Si de hijos hablamos, no puedo decir que “es que yo los quiero mucho”, porque se supone que todos los padres quieren mucho a sus hijos. Supongo que sólo puedo explicar de una manera el no poder estar sin ellos si tengo tiempo libre: ya no somos una pareja, ahora somos una familia, y el tiempo libre es para pasarlo con las personas que más quieres: mi mujer y mis dos hijos, en mi caso.
Foto | rachel_pics en Flickr
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