Hace un par de días entregaba la primera parte de mis vacaciones en París. Hoy sigo contando un poco que se puede hacer en París con dos críos, uno de cinco años y otro de ocho meses.
París es una ciudad encantadora, aquellos que hayan estado en ella lo saben. Creo que aún viviendo un año en ella aún no se conocería completamente.
Esta vez nos hemos olvidado de los museos. Tenemos la experiencia de ir con Lucas en otro viaje a los museos vaticanos y el pobre quedo exhausto. No nos arriesgamos entrar a Louvre, está vez además con un bebé.
Una de las cosas mágicas de París son sus tiovivos (carruseles), que permiten un rato agradable y de interés a los pequeños viajeros entre tanto monumento y monumento. Cuando visitamos Montmartre, al pie de la iglesia Sacre Coeur hay un tiovivo, (el mismísimo que sale en la película Amelie, en la escena del teléfono y las flechas azules en el suelo), con el cual se puede “sobornar” a los niños si se portan bien mientras se admira la iglesia y la fantástica vista que se ve desde allí de la ciudad. Nosotros tuvimos la suerte de ver un arcoiris que derramaba sus colores en la ciudad; toda una experiencia estética. Los que han viajado en familia saben que salir por la noche es un poco complicado porque los niños ya están cansados.
Una de las noches decidimos caminar por los Campos Elíseos, por suerte Arturo estaba dormido y a Lucas todavía le quedaban energías. Como París es una sorpresa, Lucas también pudo hacer algo que le gustaba: ya casi a media noche el concesionario de Toyota estaba abierto con una exhibición de coches, había un coche en el cual se podía firmar y otro que le encanto a Lucas y a su papá: estaba partido por la mitad y podría verse como funcionaba el motor.
Más adelante entramos a pedido de mis chicos a uno de Renault donde “fliparon” con un formula 1 de carne y hueso, y subieron a un simulador de carreras como si de Fernandos Alonsos se tratara.
Uno no puede irse sin mirar la iluminación nocturna de esta ciudad. Para ello cogimos el París Visión que en un recorrido nos llevó a maravillarnos de esta ciudad inolvidable. A Lucas le encantó ir arriba en el autobús, yo tuve que bajar porque daba un aire fresquito que molestó a Arturo.
Con la comida no tuvimos problemas, mi hijo mayor come de todo y con el bebé esa semana estuvo de potitos y pecho. Si, aún le doy pecho y en el viaje fue una bendición; ya saben que los viajes trastocan el ritmo de los niños y muchas veces se niegan a comer, pero eso sí, la lechita de mamá nunca la rechazan.
Esta son algunas de las aventuras de París, un lugar que ofrece miles de cosas para hacer. Para aquellos que estén planificando ir, les aseguro que quedarán enamorados de ella y los críos se la pasarán súper bien, a pesar de no ir a Disneyland París. En bebés y más | Vacaciones con niños: Oh! la,la París I