¿Sabes qué nos sienta fenomenal a los padres? Los amigos con hijos
Puede que la llegada de vuestro hijo haya supuesto la salida de alguna que otra amistad, sin embargo la paternidad, que tan mala fama tiene para las relaciones sociales, puede ser en realidad una gran oportunidad para hacer nuevos amigos, para establecer nuevos y fuertes lazos que os enriquezcan y acompañen: ¡vivan los amigos con hijos!
Mucho se ha escrito sobre perder amistades cuando nos convertimos en padres y sí, es cierto, puede pasar: los tiempos, la disponibilidad o las prioridades pueden hacer incompatibles relaciones que creíamos inalterables, y eso duele. Sí, perder amigos duele, especialmente en momentos como los primeros meses cuando lo que más necesitas es apoyo.
Sin embargo mucho menos se ha relatado sobre lo que ganamos a nivel social con la paternidad y, de verdad, está ahí, existe y es genial.
En el cole, en el parque, en cumpleaños, a través de redes sociales... son muchas las vías por las que con la llegada de la paternidad nuestra vida social puede enriquecerse.
Sí, lo has adivinado: me refiero a esos otros papis que llegan a nuestra vida y que (aunque nos de perecilla al principio, que a veces pasa) nos vienen como agua de mayo.
Ojo, no estoy diciendo que una vez que tengamos hijos las relaciones con amigos sin peques estén condenadas a la extinción, o que no sea factible establecer nuevas amistades con personas sin hijos...
¿Por qué nos viene tan bien tener amigos con hijos?
1. Nos entendemos, comprendemos y tenemos las mismas expectativas
- Cuando quedas con una amiga que también tiene hijos ésta no se va a extrañar si en mitad de una frase dejas de mirarla porque estás comprobando que tu peque no está redecorando las paredes con ése lápiz azul que lleva en la mano.
- Cuando quedas con otra pareja que tiene hijos todos sabemos que después de comer hay que encontrar un sitio en el que los peques puedan jugar y/o descansar para evitar escenas de drama.
Sí, cuando quedas con alguien que está en tu misma situación, o que ha pasado por ella hace poco, las expectativas son las mismas: todos sabemos lo que puede suceder, de manera que no nos sentimos frustrados, más bien al contrario, nos sentimos comprendidos.
2. Compartimos tareas
Por ejemplo: uno les da de comer mientras otro borra las pinturas de las paredes prepara la fruta de postre.
A pesar de que cada familia pueda tener rutinas diferentes el estar en grupo permite aunar las tareas (ya sabes eso de que cuando un niño ve comer a otro...) de manera que los cuidados recaen ya no exclusivamente sobre un adulto, sino que se diluye entre varios: más rápido, más fácil (a veces, claro)
3. Nuestros hijos juegan y comparten
No es lo mismo pasar una tarde jugando solito mientras mamá y papá charlan de sus cosas con sus amigos que pasar una tarde de juegos locos (así se quedan los dormitorios luego, ¿verdad?) con amiguitos.
Estos encuentros sociales permiten interacciones con iguales tanto para nosotros como para nuestros hijos, ¡son todo ventajas!
Posibles obstáculos a nuestras nuevas amistades
1. Nuestros hijos eran amigos y ahora ya no
La amistad creada en torno a la relación de nuestro hijo con un amiguito puede tambalearse en el momento en el que los peques dejen de querer estar juntos, cosa que por otro lado es de lo más habitual entre los peques.
La mayoría de relaciones entre adultos que se basan exclusivamente en la amistad de sus hijos entre sí corren el peligro de acabarse a la primera de cambio, ante lo cual podríamos hacer dos cosas:
- Entender que son relaciones (las nuestras, las de los adultos) temporales, que nos benefician y resultan convenientes y prácticas mientras duran, pero que tienen fecha de caducidad.
- Si estamos a gusto y hemos encajado estupendamente puede interesarnos, a fin de evitar que se pierda la amistad, establecer otros puntos de anclaje que no sea exclusivamente la relación de nuestros hijos, creando un background que de entidad por sí misma a nuestra amistad. ¿Cómo? Quedando en contextos que no sean exclusivamente escolares o relacionados con el cole, establecer nexos entre estas familias y otros amigos nuestros, de manera que se integren las relaciones, o profundizando en el nivel de intimidad que compartimos.
2. Tenemos estilos de crianza diferentes
A priori puede parecer un motivo de discrepancia y conflicto, pero no lo es, más bien al contrario: compartir tiempo y espacio con personas con criterios diferentes a los nuestros puede ser una fuente de enriquecimiento, para todos.
Además, si siempre andamos pidiendo respeto a los demás acerca de cómo criamos a nuestros hijos... ¿no vamos a ser capaces de hacerlo nosotros? Respetar a los demás padres, a sus pautas e ideas, es algo que a veces practicamos poco y que deberíamos ejercitar un poco más.
3. Nuestros hijos han tenido un conflicto
Cuando los niños pasan tiempo con otros niños los roces o las "broncas" no son nada raro, ¿verdad? Sin embargo que haya un conflicto entre los peques no ha de ser motivo de "ruptura", puede ser una buenísima oportunidad educativa y de convivencia.
Pero, ¿qué pasa si el otro papi toma medidas con respecto a mi hijo o le regaña? La "intromisión" en las pautas de disciplina para con nuestros hijos solemos vivirlas como algo verdaderamente invasivo...
Una buena comunicación y sentar previamente las bases de qué y qué no nos parece bien serán fundamentales si realmente tenemos interés en que nuestra relación de amistad dure. Eso sí, si consideras que se ha extralimitado no lo dejes pasar.
Hacer amigos siendo ya adultos (y padres) no siempre es fácil, pero con un poco de esfuerzo y un mucho de cariño lo podemos conseguir y seguramente todos salgamos ganando, ya sea una amistad para siempre... o una que se ajuste al calendario escolar.
Fotos: Friends with kids;
En Bebés y más: https://www.bebesymas.com/nuestras-experiencias/como-encontrar-otras-mamas-cuando-eres-la-unica-de-tu-grupo-de-amigas-con-hijos