Hace unos días, con el fin de explicar un poco por qué no debemos abusar del "No" y cómo podemos hacer para evitarlo y conseguir incluso mejores resultados, os hablé de por qué no hay que decir tanto lo que no pueden hacer y sí podemos decirles lo que pueden hacer. Puede parecer raro que funcione más desviarles la atención que decirles que "No", pero es que según la edad de la que hablemos, es muy posible que ni siquiera entiendan nuestra negación.
En la revisión de los nueve meses pregunto a los padres si sus hijos ya entienden el "No". En teoría, a esa edad, sólo el 50% de los bebés lo comprenden, pero la mayoría, por no decir todos, me dicen que: "sí, lo entiende perfectamente", al que algunos añaden un "pero no me hace ni caso". Así que para hablar un poco más del "No" y para que entendamos un poco más todos por qué no nos hacen caso, vamos a ver hoy cuándo entienden los bebés el "No".
Qué dice la Tabla Haizea-Llevant
La Tabla Haizea-Llevant es un registro que, en base a estudios realizados con bebés de diferentes edades, nos dice cuándo empiezan a hacer una cosa u otra y, por lo tanto, nos marca más o menos cuándo es normal que hagan algo y cuándo podría ser demasiado tarde.
La tabla nos da siempre tres cifras, la primera es cuándo hace algo concreto el 50% de los bebés estudiados, la segunda cuándo lo hace el 75% y la tercera cuándo lo consigue el 95%. El 5% restante de niños que no lo hacen son los que deben ser valorados por si es normal que tarde en hacerlo o por si pudiera haber algún problema del desarrollo.
A los nueves meses, como digo, se empieza a preguntar a los padres si los bebés, cuando les dices que no pueden hacer algo, lo entienden. Esto es si al decirles "no te metas esto en la boca" o "no, no... no toques eso", el niño se detiene. Según la Tabla Haizea-Levant el 50% de los niños comprenden una prohibición cuando tienen 8,3 meses, el 75% lo entiende cuando tienen 10,4 meses y el 95% de los niños ya lo entienden cuando tienen 14,8 meses. Es decir, hasta los 15 meses no se puede decir que casi todos los niños entienden una prohibición.
¿Pero qué entienden en realidad?
Ahora bien, ¿qué es lo que entienden? Porque como dicen muchos padres, le dices que no, se detiene un momento, pero luego se ríe y sigue haciéndolo. Claro, si un padre es capaz de comprender qué es lo que su hijo entiende en realidad, no habrá mayor problema en ello. Si en cambio cree que le entiende perfectamente, pues depende. He oído a padres explicarlo como si se tratara de un desafío: "me reta, me pone a prueba y lo sigue haciendo", padres que toman medidas: "pero le pego en la mano y así lo deja de hacer" y padres que toman medidas drásticas "pero no le digo nada, dejo que meta los dedos en el enchufe, que ya sé que el diferencial salta".
Claro, ahí es cuando hay que dejar las cosas un poco claras, porque una cosa es que sepan que "No" es una palabra que quiere decir algo a evitar, un "para un momento", y otra muy diferente es que tengan clarísimo por qué les decimos que no.
Imaginad que vais por la calle caminando tranquilamente cuando alguien os dice "No, no, ¡no!". Os detenéis, miráis alrededor buscando el peligro, miráis detrás por si habéis pisado algo que no debíais y al no ver nada extraño miráis a la persona para que se explique. Si se explica, sabréis por qué os decía que no, pero si no lo hace, buscaréis la cámara oculta, pensaréis que le falta un tornillo y seguiréis caminando tratando de encontrar la explicación a lo que acaba de suceder. ¿Por qué seguís caminando? ¿Por qué no le hacéis caso? Pues porque no entendéis por qué os dicen que no.
Un niño de 8 meses o un niño de 15, cuando entienden la palabra "No" la mayoría, es capaz de saber que quiere decir algo, pero no es capaz de entender todo lo que viene después. Quizás porque no entiende nuestra explicación, quizás porque no es capaz aún de razonar. Si tiene 4 años, le dices "No, cariño, no puedes tocar un enchufe ni meter nada porque te da la electricidad y hace mucho daño" y cada vez que vea uno sabrá que si se acerca y lo toca, le puede dar la electricidad. Es capaz de razonar, de pensar en la consecuencia y de evitarlo. Pero un niño de 15 meses no entiende bien el mensaje, no es capaz de memorizarlo y por eso lo adaptamos y hacemos eso de "¡No! Daño, pupa, ¡ay!", todo ello mientras ponemos nuestro dedo en el enchufe y lo alejamos rápidamente como si nos hubiera pasado algo, poniendo cara de dolor ficticio. Eso sirve para el momento, el niño a otra cosa, mariposa, pero si lo dejas, en un rato ya no recordará nuestra gran actuación merecedora de un premio y su curiosidad le llevará de nuevo a tocar eso que no puede tocar. No es capaz de razonar el mensaje. No es capaz de ver más allá y entender la consecuencia. No es capaz de crear en su mente la escena del "qué pasará si hago esto". Él solo lo hace a ver qué pasa.
Poco a poco, a medida que las cosas suceden, a medida que sus actos tienen consecuencias, a medida que entienden más el lenguaje y lo van interiorizando, a medida que maduran, son más capaces de entender lo que es estar bien y estar mal, qué es el daño, el dolor, dónde pueden sufrirlo y dónde no, cuáles son los sitios seguros y cuáles no, cuáles son las consecuencias de hacer algo y de no hacerlo y con todo ello van interiorizando el mensaje, el nuestro, o el que ellos mismos se crean (que a veces aprenden ellos las cosas sin necesidad de que expliquemos nada).
Si alguien nos dice "No, no, ¡no!" por la calle, y al detenernos vemos un agujero en el suelo que no habíamos visto, no harán falta más palabras. O si nos dicen "no sigas, que acaban de pintar y te mancharás", no hará falta aproximarnos a ver si de verdad nos manchamos. Lo entendemos. Pues con los niños pasa igual. Tienen que ser capaces de hacer ese razonamiento y los bebés de 8 meses, y los de 15, tienen aún poca capacidad de razonar.
¿Qué hacemos entonces?
Pues lo mismo que hacemos siempre: hablar y explicar las cosas, no dejarlos solos porque sabemos que aunque digamos que no, lo van a intentar. Obviamente, no pegarles, castigarles ni pensar que nos están retando, o que son "muy malos" porque no nos hacen caso, porque ni son métodos adecuados para ninguna edad ni tienen sentido alguno cuando no es eso lo que está sucediendo.
Vigilarles, estar pendientes de ellos, acompañar el "No" de un cambio: "no puedes tocar esto, lo quito de tu alcance", "no puedes tocar esto, vamos a otro sitio" y te lo llevas a hacer otra cosa, y explicarles por qué no se puede. Con paciencia, y con el tiempo, llegará un día en que entenderán por qué no se puede hacer o tocar aquello que no queremos que toquen o hagan.
Pero se enfada, se tira al suelo y llora...
Pues claro, así son los niños. Si quiere hacer una cosa, le dices que no y no es capaz de entender por qué no, ¿cómo no se va a enfadar? ¿No te enfadarías tú si el día que vas a coger vacaciones en el trabajo te dijeran que no y el motivo fuera absurdo? Porque yo me tiro al suelo y me pongo a patalear como un niño de dos años, y luego salgo a la calle y me quedo en una esquina enfadado, que no me muevo ni aunque mis compañeros de trabajo se escondan en la siguiente esquina para hacerme creer que siguen caminando.
Pues ellos igual, no lo entienden y por eso se enfadan. Por eso los padres tenemos que hacer uso de nuestras armas más valiosas, el diálogo, la paciencia y los abrazos calentitos. Con cariño, les explicamos por qué no, por qué no es posible, cuál es el riesgo, el motivo y les ofrecemos nuestros brazos mientras les sugerimos, como hablamos el otro día, qué es lo que sí podemos hacer, que seguro que será tan o más divertido que lo que él quería hacer.
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