Es muy importante saber que el lenguaje y el entorno están muy ligados el uno con el otro, ya que el primero se desarrolla mediante una serie de intercambios con el segundo, sin llegar a existir una forma premeditada para su aprendizaje.
Por ejemplo, el niño aprende a hablar con los adultos más cercanos, los cuales, a su vez, enseñan a hablar al niño; y todo esto se lleva a cabo sin seguir una forma preestablecida para hablar al niño.
La característica principal de los intercambios niño-adulto durante los primeros años es la interacción. Expliquemos un poco cómo se puede llevar a cabo.
Frecuentemente, la iniciativa de la interacción entre un adulto y un niño nace de éste, el cual llama la atención del adulto mediante un gesto, un grito, unos sonidos o incluso palabras.
Esta primera producción produce una respuesta verbal del adulto que se sitúa siempre en el supuesto de que el niño está comunicándose con él (incluidos bebés de escasos meses).
En este caso, el adulto devuelve su mensaje al niño con tres tipos de correciones:
- Corrección fonética y fonológica: el adulto pronuncia correctamente las palabras emitidas por el niño, traduciendo sus gritos y balbuceos (por ejemplo, si el niño quiere jugar con un coche dirá "oe"; el adulto le responderá, mientras lo señala o se lo da, "coche")
- Extensión semántica: el adulto añade algunas palabras y conceptos relacionados a lo que ha dicho el niño (siguiendo con el ejemplo del coche, el adulto podría añadir "¡coche! ¡bruummmmm!", a la vez que lo mueve cerca del niño)
- Expansión sintáctica: el adulto responde usando elementos del mensaje infantil en una estructura algo más compleja (continuemos con el coche; esta vez, el adulto dirá "el coche es rojo" )
De este modo, el niño obtiene por cada iniciativa suya, una respuesta que le puede servir de modelo para futuras emisiones verbales.
Hay que tener en cuenta que cuando interviene el niño, se causa una adaptación del lenguaje adulto que, casi siempre, se hace bajo la forma de una respuesta correctiva, permitiéndole así confirmar, informar o completar lo que el niño quería decir inicialmente.
El niño aprenderá, mucho más que las palabras que podamos repetirle durante todo el día, aquellas que le permitan resolver sus problemas y satisfacer sus necesidades, o bien que le proporcionen un elemento de juego. Es decir: el niño selecciona lo que quiere aprender.
También se puede dar que la iniciativa sea por parte del adulto. En este caso, la intención será enseñar algo al niño, siendo la conducta de éste principalmente imitativa más que creativa (el niño ya no elige qué quiere aprender).
Aunque parezca mentira, en la vida real ocurren muchas más situaciones en las que el niño tiene la iniciativa de la interacción que de aquellas en las que el adulto es quien inicia el intercambio comunicativo oral.
Es importante tener en cuenta que la calidad en las relaciones de comunicación en un entorno debe ser disponible, motivador y con caracter de juego, sin olvidarnos de la adaptabilidad del lenguaje adulto.
Es mucho más importante saber escuchar y contestar adecuadamente al niño que realizar muchos intentos de enseñarle infinidad de cosas.
Foto | c r z en Flickr En Bebés y más | Tener conversaciones con el bebés, no monólogos