Los niños tienen que compartir, si quieren

Los niños tienen que compartir, si quieren
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Una de las cosas que más preocupan a los padres es la capacidad de sus hijos de compartir. El hecho de que sean capaces de dejar cosas a los demás está visto como un signo de amabilidad y los padres, que tendemos a esperar que nuestros hijos nos dejen en buen lugar, y por lo tanto que demuestren lo bien educados que están, esperamos que compartan sus cosas con otros niños.

El problema se origina cuando esto no sucede. En ese momento somos los padres los que compartimos los juguetes de nuestros hijos para que ellos aprendan a hacerlo. La intención es buena, pero el concepto y los medios son erróneos: estamos prestando cosas que no son nuestras.

Cada cual sabe el aprecio que le tiene a tal o cual objeto de su pertenencia y cada cual decide qué puede dejar a los demás y a quién puede prestarlo. Si nosotros tenemos nuestras reservas a la hora de compartir, es normal que los niños también las tengan. Es por eso que lo más lógico es decir que los niños tienen que compartir sólo si quieren hacerlo.

Un caso personal

Estaba yo con mi madre cuando se acercó David, el hijo de la amiga de mi madre, dispuesto a tocar mi coche. A mí me molestaba que los extraños tocaran mis cosas y David era entonces un desconocido.

Le dije que no lo tocara, pero él se enfadó porque al parecer le gustaba mucho el coche. Mi madre decidió entonces que yo debía compartir mis cosas con él y me dijo: “Venga, Armando, déjale el coche un rato. Luego sigues tú con él”. Acto seguido se dirigió a David y le dijo: “Venga David, las llaves del coche están puestas, date una vuelta por el barrio y luego lo dejas de nuevo aparcado”.

Por suerte no le dio ningún arañazo, pero de verdad, odio que mi madre deje a los demás mi coche, porque aún lo estoy pagando.

Evidentemente, esta historia es falsa, pero si la extrapoláramos al mundo de los niños, casos como éste suceden cada día en cualquier parque. Un niño va con su juguete, otro se acerca y lo coge o se lo quita de las manos y la madre, en vez de interceder por su hijo, trata de enseñar a su hijo que tenemos que compartir, dejando algo que no es suyo a una persona totalmente desconocida (o no), sin el beneplácito del niño, que es el verdadero poseedor del juguete.

Esto no es compartir, es dejar que te engañen

Probablemente más de un lector o lectora estará pensando que entonces cómo demonios le enseña a su hijo a compartir. Bien, pues de cualquier otro modo, mientras se haga con respeto.

Cuando un adulto viene y te arrebata algo de las manos (digamos que te quita el móvil en tus narices), no sólo corres tras él para atraparlo sino que gritas desesperada para que alguien te ayude a cogerle.

A los niños les pasa lo mismo. Viene un niño desconocido y le arranca su juguete de las manos o lo coge de su lado para jugar con él. Entonces trata de recuperarlo y llora, y cuando espera que su madre sea la persona salvadora, cual adulto que saltara contra el ladrón de móviles, mamá permite que se lo quiten.

El mensaje que recibe el niño entonces es que él no puede decidir sobre sus cosas, que mamá prefiere hacer feliz a un niño a costa de hacerle infeliz a él y que debemos permitir que otras personas nos quiten nuestras cosas. Esto no es compartir, esto es dejar que te engañen.

Señora, no corro tras ese señor, porque seguro que dentro de un rato le devuelve el móvil, ¿no? Déjeselo un rato, mujer.

Jugando a la pelota

Un ejemplo que utilizo a menudo cuando hablo de este tema es el que me sucedió en una ocasión mientras jugaba con mi hijo y su pelota. Tenía mi hijo entonces casi tres años y se acercó un niño más pequeño que él a jugar también. Como no éramos especialmente hábiles pasándonos la pelota, el niño la alcanzaba de vez en cuando con sus manitas para jugar un rato.

Jon se enfadaba y la madre del niño le decía (a su hijo): “Venga, dale la pelota el nene, que es suya”, sin demasiado convencimiento y sin intención de coger la pelota de manos de su hijo y devolverla.

En este instante es cuando yo dudé, pues no tenía claro cómo reaccionar. La mayoría de padres y madres, fieles al sentir general que dice que hay que enseñar a compartir, habrían decidido decir: “Tranquila mujer, no pasa nada si juega un rato, déjasela” y habrían tratado de convencer a su hijo de ello: “Cariño, le dejamos un ratito la pelota al nene y luego seguimos nosotros”, frase que ningún niño suele aceptar, claro.

Sin embargo me puse en el lugar de Jon. Era su pelota y él estaba jugando con su padre la mar de feliz. Ese niño era un desconocido y le había quitado la pelota y la posibilidad de seguir jugando conmigo, así que cuando al niño se le escapó la pelota la cogí, miré a Jon y le dije: “El niño quiere jugar con la pelota… ¿se la dejas un ratito?”. La respuesta la podéis imaginar, un gran “NO”, seguido de un arrebatarme la pelota de las manos.

Miré al niño y le dije en voz alta, para que me oyera también la madre: “Lo siento, Jon no quiere dejarte la pelota. Quizás otro día”.

La mamá se quedó sorprendida. Imagino que nunca ningún padre había negado a su hijo el jugar con el juguete de su hijo o, dicho de otro modo, ningún padre había permitido a su hijo negar el prestar su juguete.

Y entonces, ¿cómo aprenden a compartir?

Muchas estaréis pensando que si permitimos que nuestro hijo defienda sus cosas y decida a quién dejarlas y cuándo dejarlas, no lo hará nunca. Evidentemente esto no es cierto, ya que cuando crecen entienden más lo que significa la pertenencia de un objeto y sobretodo entienden que puede pasar de mano en mano sin perderlo para siempre.

Cuando los niños son pequeños, hablo de hasta los 3 años, más o menos, lo habitual es que jueguen solos. Es posible que compartan espacio con otros niños y que interaccionen en algún momento, pero los juguetes suelen ser poco compartidos.

A medida que crecen son capaces de establecer una mayor comunicación con otros niños, empiezan a asumir roles ficticios y por lo tanto son capaces de jugar a algo con otros niños. De este modo pueden incorporar objetos a los juegos y compartir de ese modo lo suyo con el resto.

Este es el modo de compartir más fácil, cuando el juguete forma parte del juego compartido. Ahora bien, ¿qué pasa cuando otro niño quiere jugar él solo con algo que no le pertenece?

Siempre debemos respetar la decisión de nuestro hijo. Si no quiere prestarlo, no se presta, que para eso es suyo. Es posible que en algún momento quiera jugar con algo que pertenece a otro niño y ese puede ser un buen momento para que entienda un poco el significado de pertenencia al decirle que no es suyo, que quizás el niño se lo deje y que debemos preguntarle a ver si se lo quiere dejar. Esta es la primera semillita para que vea que se puede jugar con las cosas de los demás si te lo dejan y que, por lo tanto, los demás pueden jugar con tus cosas, si se las dejas.

En cualquier caso, la última palabra siempre la tiene él y nosotros debemos hacer el papel de dinamizadores cuando sea posible (a veces si no quiere dejar la pelota a otros niños se puede intentar hacer algún juego en el que todos participen).

Cuando son hermanos

compartir

-¡Mamá, Javi me lo está tocando todo!
-¡Voy! – respondió la madre. Salió de la cocina y se dirigió a la habitación donde David, de 5 años, apartaba como podía a su hermano de 18 meses que quería jugar con él y con sus cosas – ¿Qué pasa? – preguntó la madre.
-No puedo jugar. Javi me toca los juguetes, se los lleva a otro sitio. ¡Son míos!

Esta escena es habitual cuando el hijo, que era dueño y señor de sus juguetes, convive con un hermano pequeño, que ya no es un bebé, que quiere jugar con él o simplemente con aquello que está tocando su hermano mayor.

La respuesta más habitual en este caso suele ser: “David, hijo, tu hermano es pequeño. Sólo quiere jugar contigo. Déjale un poco, hombre”.

Sin embargo, la respuesta más respetuosa con el hijo mayor es otra: “David, tu hermano es pequeño, es normal que quiera jugar contigo y con tus cosas, pero le diremos que no las toque si te molesta”. Entonces la madre habla con el pequeño y le explica que esos juguetes son de David, que a David no le gusta que los toque, pero que quizás pueda jugar con alguna otra cosa si David quiere: “David, ¿hay algún otro juguete que le podamos dejar?”.

Ante esta pregunta, al menos en mi caso, lo más habitual es recibir un “sí”. Los juguetes con los que el hermano mayor está jugando son intocables, precisamente porque está jugando con ellos, sin embargo es capaz de dejarle otros juguetes con los que no juega: “Mira Javi, David te deja jugar con estos juguetes, ¡vamos a jugar con ellos!” (y a veces David se sumará al juego también).

¿Y si dice que no?

En caso de que la respuesta sea un “no”, debemos respetarla y jugar con el pequeño sólo con sus juguetes.

Este ejercicio debe realizarse también cuando la escena es contraria y es el mayor el que quiere jugar con cosas del pequeño. Si Javi llora porque David le ha quitado algún juguete o porque está jugando con uno que el pequeño quiere, debemos interceder en favor del pequeño.

Si en alguna ocasión observamos que al pequeño no le importa que el mayor juegue con sus juguetes, es un buen momento para explicarle al mayor que está jugando con ellos porque a Javi no le importa que lo haga, porque no los está utilizando y que a él (al pequeño) también le gusta jugar con sus juguetes a veces, si no los está utilizando en ese momento (el mayor).

En cualquier caso, a medida que el pequeño crece ambos hermanos empiezan a compartir cada vez más algunos juegos y por lo tanto los juguetes. De igual modo, como el mayor también crece, es más capaz de prestar sus cosas sin demasiados problemas.

Si sospechamos que los “no” del mayor pueden provenir de celos hacia el hermano pequeño deberemos evaluar nuestra relación con el mayor para ver qué podemos mejorar con el fin de que no se sienta desplazado o minusvalorado con respecto a su hermano. En este caso puede ser útil leer los consejos cuando hay celos entre los hermanos.

Fotos | iStockphoto

En Bebés y más | Estimular al niño a compartir, ¿No le gusta compartir? Esperemos a que crezca

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