No me gustan los métodos de Supernanny

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Para mi sorpresa, desagradable, por supuesto, acabo de descubrir que Supernanny sigue en la televisión. Me obligué a ver uno de los programas, a pesar de mi repugnancia hacia los programas que muestran el sufrimiento de los niños para diversión de la audiencia por mucho que tengan supuestas intenciones pedagógicas. Al final, más de lo mismo, otra conductista que anima al abandono emocional, otra Estivill disfrazada de científica.

Los métodos de Supernanny y el mismo formato del programa me parecen muy dañinos para los niños. Se basa en una premisa: los niños que se portan mal necesitan conocer la autoridad y respetar las normas que impongan sus padres. Esos niños que se portan mal son los culpables de su comportamiento y las críticas hacia los padres son mínimas, cuando en realidad, son ellos los verdaderos culpables de los problemas, innegables, en el comportamiento de los pequeños.

El programa se base en acusar a los niños de portarse mal, desobedecer y ser maleducados. Ellos son el problema. Y como mucho, sus padres son culpables de no saber imponer sus normas con autoridad. Eso es lo que hacen los métodos de Supernanny.

Una psicóloga verdadera, centrada en ayudar a esos niños y a sus familias, debería, sin duda alguna, buscar la causa que motiva el comportamiento de los niños: los gritos, berrinches, actitud desafiante e irrespetuosa, y buscarla precisamente en la falta de empatía y atención real hacia las necesidades emocionales de los niños que demuestran los padres, en vez de tratar de dominarlos por el miedo al castigo y a la privación de cariño.

La fórmula para controlar el comportamiento de los niños es el autoritarismo, la negación de afecto y el abandonar al niño luchando solo con sus emociones negativas hasta lograr, por pura desesperanza, dominarlo y hacerlo sumiso. Me pasó este verano, en un museo, una niñita de dos o tres años tirada en el suelo gritando y llorando y su madre, debe ser que adepta a los métodos de Supernanny y seguramente creyendo que eran adecuado, ignorándola mientras se retorcia en el suelo. Ignorandola, sin mirarla, fria como un témpano, negándose a tomarla en brazos y mostrándose inmune a su desesperación evidente. Igual que aparece semana tras semana en el programa.

Lo que se ofrece a los padres es una forma de dominar a sus hijos de manera rápida, sencilla, ignorando los problemas emocionales de base, consiguiendo que sean sumisos y obedientes mediante el castigo, el premio y la frialdad. Y un señora, con aires científicos pero falsos, que les da un cursillo acelerado de doma conductista de niños intentando, además, aparentar ser respetuosa con ellos y beneficiarlos en algo.

Mención aparte merece el que se muestre a los niños que sufren en un programa de televisión de entretenimiento, algo que sin duda alguna, no debería estar permitido.

Para terminar creo que la ayuda que esas familias necesitan no es la de un programa de televisión que fomenta el conductismo más desapegado, sino un buen terapeuta para esos padres que demuestran, programa tras programa, serios problemas que pagan y reflejan sus hijos. Pero no necesitan un programa que evidencia algo terrible: que el maltrato emocional sigue considerándose una forma válida para domar a los niños tal y como domaron a los adultos que reproducen los mismos comportamientos que ellos sufrieron.

Los berrinches de los niños se califican de chantaje. Se ignora la causa por la que están en esa situación emocional, su miedo, desesperación, sufrimiento o celos. Lo que se busca es que obedezcan. Nada más. Se usa el refuerzo positivo: darles besos y decirles que los queremos si obedecen. Se les castiga ignorándolos si lloran. Se les premia con comida si obedecen. Vamos, como si fueran perros y no personas, aunque no, a los perros los trata mejor el encantador de perros que Supernanny a los niños. Por todas estas razones no me gustan los métodos de Supernanny ni su programa.

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