Hoy os contamos el misterioso caso sucedido a lo largo de unos tres años, por el que un piso espacioso y sus amplios armarios pasan a ser un piso y armarios pequeños. Con la familia aumentada, claro.
Pero es que aun con la llegada del primer bebé el piso y los espacios para guardar nuestras y sus cosas eran enoooormes. Aún recuerdo la primera ropita del bebé en dos cajones. Uno, para los bodys y ropa interior; el otro, para la ropa de calle. Bueno, y unas cuantas perchas en el armario para vestiditos y abrigos.
Fue al cabo de unos meses cuando empecé a darme cuenta de que había que empezar a ocupar otros cajones. La niña crecía, claro está, y con ella su ropa. Poco a poco, unos nuevos inquilinos se sumaron al hogar: los zapatos y los juguetes.
Imperceptiblemente al principio, pero de manera continua, la presencia del bebé (y no me refiero a un espíritu sino a todo lo que conlleva un nuevo miembro en la familia, que crece, y a qué velocidad) hizo que fuéramos ocupando todos los espacios libres de armarios y cajones.
Los cajones ocupados por primeras ropitas dieron cobijo a prendas mucho mayores que pugnaban por salirse de los rieles. Necesitamos más espacio. A su vez, las primeras ropitas ocuparon nuevos espacios en armarios aún a media carga. Bien guardadas en cajas, por lo que pudiera venir. Y lo que pudiera venir, vino. Una hermanita.
Desenvuelve ropitas, vacía un armario con cosas “de mayores” y vuelta a empezar. Definitivamente, necesitamos armarios. Ahora, volvemos a tener cajas de primeras ropitas, más que antes, claro, por lo que pueda venir (ya más bien venirles a familiares y amigos, eso sí).
Nuestro hermoso despacho se ha transformado en un rincón del comedor. Hemos tenido que visitar la tienda que amuebla repúblicas independientes para añadir dos armarios y unos cuantos organizadores para juguetes, libros y otros complementos que llegaron con las peques.
Los altos de los armarios ya no son diáfanos: sillitas, colchones y juguetes los adornan. Apenas logramos caminar por el comedor sin esquivar libros y juguetes, más bien tenemos que labrarnos un caminito entre ellos. Yo cada vez tengo menos ropa, hay que deshacerse de lo que ya no no ponemos. Los apuntes de la carrera también han sido desplazados.
Mis hijas, me consta que no son de las que más equipado tienen los armarios ni más juguetes (ni más grandes) acumulan. Aun así, los juguetes grandes que se han colado en casa han tenido que pasar a otras casas menos menguadas, la de los abuelos.
No me explico cómo se las apañaban los de “Con ocho basta” o la familia Trap. Bueno sí, con mansiones en vez de pisos, que ésas seguro que menguan mucho menos…
Bendito trastero, me digo ahora, que va acogiendo poco a poco buena parte de lo que no nos cabe en este misterioso piso menguante. Una lástima que el trastero también mengüe…
Fotos | morticide y en Flickr-CC
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