Mis tres hijos tienen una relación maravillosa entre ellos: juegan, se entienden, se complementan, se echan de menos cuando no están juntos, se buscan... ¡se adoran! A menudo, la gente me recala que "tengo mucha suerte" de que mis hijos se lleven tan bien, como si la relación entre hermanos fuera una cuestión de azar o fortuna.
Hoy reflexiono sobre esta expresión tan típica y te cuento qué hay realmente debajo de la buena relación entre hermanos que la gente ve.
La buena relación de hermanos no es un tema de suerte
Mis hijos tienen actualmente 12, ocho y seis años, y puedo afirmar con rotundidad que son una piña. Se entienden a las mil maravillas, se cuidan, se respetan y su mente siempre está puesta en el otro; en el compañero de aventuras y juegos que la vida le ha dado.
Cuando la gente les ve jugar juntos e interactuar suele ser frecuente que me recalquen la suerte que tengo de tener tres hijos así: "¡los míos se pelean constantemente y casi no se pueden ni ver!", me comentaba el otro día una madre a la salida del colegio.
Aunque evidentemente este comentario se dice de forma espontánea y quizá fruto de la frustración, lo cierto es que carece de sentido, pues reducir la relación de hermanos y el comportamiento de unos niños a una cuestión de suerte, azar o casualidad, elimina radicalmente de la ecuación a los padres y a la educación que están dando.
Porque los niños no vienen de fábrica programados para comportarse bien, ser empáticos, bondadosos y tener buena relación con sus hermanos. Tampoco están dentro de un bombo de lotería, siendo unos "mejores" que otros. Todos los niños nacen perfectos y maravillosos, y es labor de los padres guiarles con respeto y amor y educarlos en valores.
En nuestro caso concreto, conseguir que mis hijos se amen y se respeten nos ha supuesto a mi marido y a mi (y nos sigue suponiendo) mucho trabajo, grandes dosis de paciencia, horas de reflexión, e incluso noches en vela en las que me cuestionaba si estaría haciendo las cosas bien o si podría hacerlas mejor.
La importancia de una crianza respetuosa y consciente
Cuando un bebé llega a una familia en la que ya hay otro niño mayor, la estructura familiar cambia, y el hijo que hasta entonces era único pasa a adoptar un nuevo rol totalmente desconocido para él; el de hermano.
En muchos casos esta situación provoca celos, que no es otra cosa que la manifestación por parte del niño de sentimientos como miedo, dudas o incertidumbre ante una situación novedosa.
Es por eso que no podemos hablar de una cuestión de casualidad o azar, sino de mucho trabajo, esfuerzo y crianza consciente por parte de unos padres que, desde el principio, quieren educar a sus hijos para que tengan la mejor relación de hermanos que se pueda tener, sin ideas preconcebidas y sin confiar todo a la suerte.
No cabe duda de que todos los padres hacemos las cosas lo mejor que podemos, y educamos a nuestros hijos siempre guiados por el amor. Pero cuando las cosas no marchan como nos gustaría, cuando las peleas y los enfados son una constante en casa, o cuando observamos que la relación entre nuestros hijos se aleja y enfría por momentos, quizá toque reflexionar sobre lo que puede estar pasando.
- ¿Estoy educando a todos mis hijos por igual, o por el contrario tengo en cuenta las particularidades y necesidades específicas de cada uno de ellos?
- ¿Paso tiempo en exclusiva con cada hijo para fomentar la conexión consciente?
- ¿Educo sin roles ni estereotipos asociados a su orden de nacimiento?
- ¿Acompaño de forma respetuosa a mis hijos en sus emociones y les ayudo a gestionarlas?
- ¿Comparo a mis hijos, los etiqueto o fomento su competitividad?
- ¿Cómo abordo las peleas entre ellos?
En definitiva, la relación de hermanos no es un tema de suerte, sino que depende enteramente de la educación que demos los padres, siendo muchos los aspectos que debemos trabajar desde el principio.
Y sí, mis hijos se pelean como todos los hermanos
Ahora bien, no me gustaría terminar mi reflexión dejando una imagen idealizada de la relación de hermanos que tienen mis hijos.
Efectivamente, como decía al inicio del post, mis hijos se adoran, se complementan con sus virtudes y flaquezas, se buscan para jugar y disfrutan como nadie de la compañía del otro. Pero esto no significa que no se peleen entre ellos, se enfaden o discutan como cualquier persona.
También es importante que los padres no veamos esas peleas como algo malo o negativo, sino todo lo contrario. Las discusiones entre hermanos son normales y naturales, y siempre que no haya faltas de respeto física ni verbales, pueden incluso servir de aprendizaje.