Hoy día 9 de septiembre (9 del 9, por los meses del embarazo) se celebra el Día Mundial del Síndrome Alcohólico Fetal, un día de sensibilización internacional sobre el Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal.
A pesar de que desde hace muchos años se sabe que el consumo de alcohol durante el embarazo produce retraso mental y malformaciones al nacer, junto a otras complicaciones físicas y psicológicas, este trastorno prevenible llega a afectar al 1% de la población de los países de la UE.
En las incomprensibles cifras que comentábamos ayer (entre el 20 y el 45% de las embarazadas consume alcohol, datos generales en la Unión Europea) los porcentajes más elevados se sitúan en países como Irlanda o el Reino Unido.
Pero sea donde sea, cualquier ocasión es buena para reflexionar sobre las medidas a tomar para prevenir en la medida de lo posible la aparición de los síntomas relacionados con el síndrome alcohólico fetal, o lo que es lo mismo, concienciar a las mujeres para que no consuman bebidas alcohólicas si se quedan embarazadas.
La causa de los trastornos provocados por el síndrome alcohólico fetal (SAF) es la alteración de los péptidos, las neurotrofinas, una familia de proteínas que favorecen la supervivencia de las neuronas y que en el período de formación fetal pueden ser destruidas por el alcohol. El embrión o el feto alcanzan la misma alcoholemia (gramos de alcohol por litro de sangre) que la madre, ya que el etanol pasa sin dificultad la barrera placentaria.
Este etanol disminuye la cantidad de glucosa, importante para la alimentación fetal, y además produce una alteración en las cadenas de aminoácidos que configuran las proteínas que forman los tejidos, dependiendo del momento de gestación se afectarán distintas cadenas proteicas.
El alcohol es perjudicial en cualquier etapa del embarazo
Dependiendo de la etapa de la gestación, se originarán trastornos y malformaciones en los tejidos y en los órganos que se están formando en ese momento. El riesgo de daño cerebral existe en cada trimestre, ya que el cerebro fetal se desarrolla durante todo el embarazo.
El periodo embriogénico es el más vulnerable a los efectos del alcohol, alrededor de la tercera semana de gestación (quinta de embarazo) se pueden producir malformaciones craneofaciales y déficit neurológicos severos. En resumidas cuentas, si el consumo se produce durante las 10 primeras semanas se pueden producir malformaciones cardiacas, renales, genitourinarias, esqueléticas, de piel, alteraciones del sistema nervioso, oculares y de la boca, tumores embrionarios...
Entre las semanas 7 y 20 de gestación el riesgo es muy alto para el desarrollo cerebral, el sistema nervioso central, y se pueden producir malformaciones en el cuerpo calloso, el haz de fibras nerviosas (comisura central) más extenso del cerebro humano.
En el tercer trimestre, el alcohol puede inducir disminución de peso y talla, con un dismorfismo craneofacial característico como la microcefalia y pérdida neuronal y glial, ocasionando disfunciones neurológicas, estrabismo, miopía, epicantus... Los niños con SAF presentan un patrón específico de anomalías faciales: oblicuidad antimongoloide, nariz aplastada, paladar alto, boca grande y labios finos...
El déficit de crecimiento uterino se extiende al periodo postnatal. Los bebés nacidos con SAF pueden presentar además de un desarrollo psicomotor deficiente o límite, inquietud, hiperexcitabilidad, e insomnio. El cociente intelectual es más bajo, presentando retraso mental o déficits significativos respecto a niños sin SAF.
Estos niños tendrán problemas de salud y psicosociales a lo largo de su infancia y vida adulta, perdiendo calidad de vida. Y aunque el diagnóstico y la estimulación precoz de los bebés con SAF en los primeros momentos de vida puede revertir algunos de los síntomas, otros permanecerán de por vida.
A pesar de que el nivel mínimo de alcohol no peligroso no está determinado, sí existen evidencias científicas de que a mayor tiempo y cantidad de ingesta de alcohol por parte de la madre el cuadro será más completo y las alteraciones más graves y menos reversibles.
Es el caso de las madres alcohólicas de larga evolución, en las que incluso se incrementará el número de abortos espontáneos y de nacimientos de fetos sin vida.
Prevención al síndrome alcohólico fetal
Las madres con problemas graves de alcoholismo han de ser diagnosticadas y tratadas precozmente por especialistas. Para el resto de madres, la prevención es sencilla: hay que evitar el consumo de alcohol durante el embarazo.
El ginecólogo podría incluir datos sobre el alcohol y otros tóxicos en el historial obstétrico de la mujer, y estar atentos a los datos extraídos de los análisis por si se evidencia la ingesta de alcohol.
La formación y educación sexual en adolescentes y personas que suelen abusar del alcohol y otras drogas es efectiva para que no se produzcan no solo embarazos no deseados, sino embarazos con riesgo para la salud de madre y feto.
En definitiva, el Síndrome Alcohólico Fetal (SAF), es el peor trastorno que afecta a bebés que han estado expuestos al alcohol durante el período prenatal. Es fácilmente prevenible, y el Día Mundial del alcoholismo fetal nos lo recuerda para que cada vez más futuras mamás digan no a esa copa.
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