Puede que los adultos nos dejemos llevar por las promesas de los productos light. Que no engordan, que bajos en calorías, que son más sanos y un largo etcétera, pero con los niños debemos ser más cuidadosos.
Los alimentos light son en definitiva alimentos manipulados para reducir su contenido en calorías y no son una buena alternativa para los pequeños en plena etapa de desarrollo con unas necesidades nutricionales mayores que las nuestras.
Si toman este tipo de productos de forma excesiva podemos restarles nutrientes esenciales y producir carencias en la alimentación de nuestros hijos.
Para entender un poco más. Existen dos tipos de vitaminas fundamentales para el organismo: las hidrosolubles (B y C) y las liposolubles (A, E, D y K), que se encuentran en la grasa.
En los procesos a los que son sometidos los productos light (como por ejemplo los lácteos) se les quita la grasa y con ellas las vitaminas, que aunque suelen añadirse después por el fabricante, no es lo mismo.
Por eso, suele recomendarse que los niños tomen lácteos enteros, que contienen las vitaminas originales.
Las bebidas light por su parte llevan edulcorantes artificiales o aspartamo, uno de los edulcorantes sintéticos más utilizado que, aunque es seguro para los niños, se recomienda que se use en dietas balanceadas.
La clave está en escoger los alimentos que les damos a nuestros hijos. En lugar de una chocolatina para merendar aunque sea light, ofrécele una fruta. En vez de un refresco light, un zumo natural.
Si el niño está un poco gordito es preferible que tome alimentos naturales en cantidades moderadas que productos light sin ningún valor nutricional.
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