De las múltiples siestas diurnas de recién nacidos, a la siestas de media hora en la escuela infantil. El horario y el tiempo de sueño varía con la edad del niño, a medida que se va regularizando su propio ritmo circadiano, o dicho de otra manera, su reloj biológico interno. Pero estos descansos durante el día siguen siendo imprescindibles durante sus primeros años de vida.
Los estudios avalan la importancia de la siesta, porque les ayuda a reponer fuerzas pero también facilitan su desarrollo. Pero ¿cómo deben dormir la siesta los bebés para que sea realmente beneficiosa?
¿Cuánto debe durar?
No hay un patrón único, ya que cada niño es un mundo y tiene diferentes necesidades. A unos les basta con media horita para reponer fuerzas y otros precisan una siesta de dos horas.
Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), "las siestas son habituales hasta los 3-4 años. Pero a partir de esta edad, algunos niños siguen durmiendo a media tarde sin que interfiera su sueño nocturno".
Es cierto que a medida que crecen, las siestas largas pueden influir en la hora de irse a dormir por la noche, pero de pequeños no repercute en absoluto y siguen durmiéndose a su hora. Incluso, hay niños que si no duermen siesta llegarán más alterados y tensos a la noche y les costará más conciliar el sueño.
En cuanto al número de siestas:
Los recién nacidos pasan la mayor parte del día durmiendo. De hecho, antes de los seis meses necesitan dormir aproximadamente de 16 a 20 horas cada día y, como es imposible que todo ese tiempo sea de noche, harán muchas siestas diurnas. Después, se va reduciendo ese tiempo.
A partir de los tres meses, los bebés establecen una rutina de siestas. Suelen echarse una a media mañana, otra por la tarde e incluso tal vez una tercera después del baño.
Entre uno y dos años es probable que se suprima poco a poco uno de los dos descansos, normalmente el de por la mañana. Pero seguirán durmiendo la siesta de la tarde, que se irá reduciendo en tiempo, según avancen los meses. Hay que dejar que sea su ritmo biológico natural quien ajuste su duración.
De dos a cinco años. Las necesidades de sueño hacen que se recomiende que los niños duerman la siesta de la tarde como rutina hasta los cinco años, pero no siempre es así. Hay niños que no quieren o son incapaces de dormir de día, mientras que otros abandonan el hábito porque en el cole no disponen de tiempo ni espacio para echarse.
Cuándo y dónde dormir la siesta
Tampoco hay 'una guía de instrucciones' sobre la forma en que los niños deben dormir la siesta, aunque hay que procurar que:
- Sea más o menos a la misma hora. Al igual que sucede con el sueño nocturno, desde que son pequeños es importante establecer una rutina de siesta, para que el bebé pueda diferenciarla del sueño largo nocturno.
No hace falta que sea a una hora estricta, pero sí aproximada. Las rutinas le dan al niño la seguridad que necesitan. Así sabrá, por ejemplo, que después del almuerzo viene la siesta.
- El niño esté cómodo y relajado, en un ambiente tranquilo, aunque no sea en su cuna. Si es en su cuarto, hay que procurar que no esté en silencio ni en oscuridad total, aunque sí sea un ambiente idóneo para descansar.
No pasa nada si se oyen los ruidos cotidianos de la actividad familiar, siempre que sean moderados. Si se acostumbra a silencio total, le costará dormir en lugares donde sea imposible: en la casa de algún amigo o familiar, de viaje, en un hotel..., pues se sobresaltará ante el mínimo ruido.
- Hay rutinas para ayudarle a conciliar el sueño que pueden ser similares a las de la noche: ponerle música relajante, mecerlo en brazos, cantarle una canción o pasearlo en su sillita.
Beneficios de la siesta
Ayuda al bebé a reponer fuerzas, porque con pocos meses ya no para de explorar y moverse. Así elimina el cansancio acumulado.
Pero también le predispone a retener lo aprendido durante el día. Según un equipo de investigadores la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, dormir la siesta mejora el almacenamiento de la memoria a corto plazo en los niños de entre uno y tres años, cuyos cerebros están en constante evolución.
E incluso antes, porque los bebés aprenden mientras duermen: esta demostrado que la siesta ayuda a consolidar la memoria declarativa, encargada de evocar datos en forma consciente y los recuerdos en niños de entre seis meses y un año. Parece ser que dormir al menos 30 minutos, les ayuda a retener y recordar mejor nuevos aprendizajes, incluso hasta 24 horas después de haberlas aprendido.
Hacer esa pausa les ayuda a asimilar lo aprendido y dejar espacio para nueva información. Tras un periodo de sueño, retienen mucho mejor los conceptos. De ahí la importancia de seguir echándose la siesta en la escuela infantil: apoyan su aprendizaje y estos realizan mejor las tareas visuales y espaciales que otros niños que no disfrutan de ese tiempo de sueño.
Pero el descanso diurno ofrece más ventajas al niño:
Le ayuda a descansar mejor por la noche, ya que la siesta a media tarde le sirve para no llegar a la hora de dormir con un agotamiento excesivo, que puede alterarle y le dificulta dormir.
Se elimina la tensión, con lo cual la mayoría de niños se levantarán de buen humor y listos para afrontar el resto del día.
Reduce la hiperactividad y la ansiedad de los niños, según confirman diferentes estudios. Además, no dormir la siesta en la infancia está asociado a una conducta más impulsiva y a mayor riesgo de depresión y pesadillas.
La siesta también favorece el aprendizaje abstracto de los niños, lo que les ayuda a la comprensión y predicción lingüística, es decir, a la capacidad de reconocer nuevas palabras y frases.
Una pérdida pequeña de tiempo de sueño de manera prolongada en el inicio de la infancia se relaciona con un peor rendimiento escolar y dormir poco durante los primeros cuatro años multiplica el riesgo de retraso en el lenguaje. Así mismo, una noche de insomnio traerá unas consecuencias evidentes: se reduce en casi un 40% la capacidad para retener nuevos datos.
Así que ya sabes: la siesta de tu hijo es sagrada. Para que sea beneficiosa para él, solo hay que respetar sus ritmos y necesidades, adoptando unas medidas básicas que la favorezca. Y recuerda no obligarle a suspenderlas porque ya haya cumplido los cinco años: como asegura la AEP no son malas y hay niños que son más dormilones que otros y las necesitan para seguir funcionando. Él decidirá cuándo no las necesita más.
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