Lo siento mamás, pero no podemos evitarlo. Es innato, nos sale de dentro, es como un hervor interno, un subidón de adrenalina, una agudización súbita y espontánea de nuestros sentidos para ponerlos a disposición de nuestro cuerpo, de nuestra fuerza y destreza y de nuestra capacidad de cálculo de las distancias: nos encanta hacer volar a nuestros hijos y, mal que os pese, vamos a seguir haciéndolo.
Para nosotros, como veis en la imagen, es algo de lo más simple. Podemos y sabemos que podemos, por eso lo hacemos. Para los niños es algo increíble, se ríen y disfrutan muchísimo, tanto que acaban por agotarnos porque hecho una vez hay que hacerlo cien. El problema es para vosotras, que, como en la imagen, tenéis un sentido del peligro tan desarrollado que el mero hecho de coger a nuestros bebés con una mano haciendo malabarismos ya os hace gritar eso de: “¡Ya está bien! ¡¡Cógelo bien, que se te va a caer!!“.
De malabarismos y niños voladores
Y a nosotros se nos queda cara de “no entiendo nada” cuando nos los arrancáis de los brazos porque oye, el niño se estaba riendo y yo me lo estaba pasando pipa buscando el equilibrio cogiéndole del culo con una mano y cantando eso de “Tata tararararara circo, tata tararararara afro, circo afro, circo afro,…”.
Recuerdo hace ya unos años, un día en la playa, dentro del agua, en esas zonas donde el agua te llega a los tobillos, que estuve un rato haciendo volar a Jon. Se reía, yo disfrutaba, y una pareja que caminaba por la orilla, ella embarazada, se detuvo a mirarnos sonriendo, seguramente pensando en los buenos momentos que pronto vivirían. Ahora lo recuerdo y veo claramente que la madre también sonreía, así que si algo estaba claro es que ese sería su primer bebé. De haber tenido ya otro no habría sonreído.
Y digo que no habría sonreído porque hace unos días vi a un padre coger a su hija para después lanzarla al aire en repetidas ocasiones, del mismo modo que lo hago yo y seguramente todos los padres del mundo (cuanto más alto mejor) y acto seguido desvié la mirada hacia la madre, mirada la mía que no tardé en apartar porque sentí un sudor frío que me recorrió el espinazo.
Los niños lo necesitan
Como ya os he comentado, queridas mamás, es algo innato. Sale de nosotros. No es algo premeditado ni algo que hagamos porque “he oído que es bueno para los niños lanzarlos al aire para ver si tocan una nube”, es algo que necesitamos hacer, es nuestra manera de abrazar, achuchar y hacer ver a nuestros hijos que les queremos. Nosotros lo hacemos así. Besos y caricias damos, por supuesto, pero necesitamos esos meneos, esos achuchones, hacerles cosquillas, hacerles rabiar un poco, hacerles volar…
Y como lo hacemos todos los padres sin que nadie nos haya enseñado a hacerlo (creo yo), es muy probable que sea un comportamiento necesario para los niños (o que en algún momento de la historia lo fuera). No hablo de lanzar al vuelo a un bebé porque es muy peligroso, con los bebés valen las cosquillas y las pedorretas, hablo de niños más mayores, que se ríen y te lo piden.
Una vez leí que a los bebés les iba muy bien que los padres les bañaran también, que les cambiaran el pañal, etc., porque tenemos otra manera de hacer las cosas, menos delicada quizás, algo más brusca, porque nuestra voz es más grave. Según decían así aprenden que hay diferentes maneras de hacer las cosas, así sienten de otro modo y así conocen cómo papá se relaciona con ellos.
Yo diría que esto de hacerles volar, esto de ser tan burros con los bebés (“no lo menees tanto, que acaba de despertarse”, nos decís) y esto de arrancaros un “¡que se te va a caer!” debe ser una técnica para que nuestros bebés y niños vean el mundo desde otra perspectiva, que vean que hay un mundo más físico, que aprendan a valorar la tridimensionalidad del espacio, que se hagan más fuertes, más hábiles, más capaces… Algo así como prepararles para la vida más perra, para cazar y defenderse y para todas esas acciones que necesitan de la fuerza o de nuestro cuerpo.
No sé, quizás me equivoque. De todas maneras tampoco me importa mucho, sale de dentro, sale de mí, mi cuerpo me lo pide, así que lo seguiré haciendo: hijos míos, ¡volad!
Foto | Fotomontaje con foto de Nvainio en Flickr
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