Cuando nuestros hijos nacen, su primera manifestación es el llanto que nos indica que nuestro bebé respira por sus propios medios, ya fuera del vientre. Es habitual que el médico coloque al bebé sobre nuestro pecho y entonces, como por arte de magia, nuestro hijo comienza a calmarse. No es cualquier sostén, es nuestro pecho.
El hecho de sostener a nuestros bebés de manera apropiada constituye un factor básico de cuidado. Estamos conteniendo a nuestro hijo en nuestro propio cuerpo y este sostén, que al principio es el pecho, es el que le otorga la vivencia de protección, seguridad y tranquilidad. Nuestros cuerpos se comunican y entramos en una fase de calma y sosiego, el tono muscular desciende, el bebé se relaja y adquiere soltura para un mejor apoyo.
El coger en brazos a nuestro bebé no supone que lo estemos malcriando; por el contrario, sostenerlo es una experiencia maravillosa, casi mágica, y además conlleva importantes beneficios para ambos.
En Bebés y más | Los brazos de mamá y papá