Todos los niños son felices a menos que los padres les hagan infelices

Todos los niños son felices a menos que los padres les hagan infelices
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Una de las mayores preocupaciones de los padres es tratar de conseguir que sus hijos sean felices. Libres y felices. Lo de libre es relativo, porque en cierto modo todos somos presos del funcionamiento de una sociedad cada vez más enferma, lo de felices, pues depende también, porque a veces, en nuestro intento de hacerles felices lo que conseguimos es precisamente lo contrario, hacerles infelices.

Lo gracioso del asunto es que todos los niños son felices, si les dejamos ser niños. Si nos pasamos en nuestro papel como padres, si nos excedemos y tratamos de controlar sus vidas, aunque sea para lograr la felicidad, corremos el riesgo de conseguir que acaben por no serlo, y es que la felicidad no se puede dar.

No se puede dar, porque como padres y personas no podemos regalársela a nadie. La felicidad depende de cada uno. Digamos que lo máximo a lo que podemos aspirar es a tratar de crear las condiciones idóneas para que el niño pueda llegar a alcanzar la felicidad, algo que puede suceder o no, algo que ya no podemos controlar. Es más o menos como el tema del respeto. Muchos padres pensaron en nuestra infancia que a base de control y autoritarismo les respetaríamos. Lo que lograron es que les temiéramos, porque el respeto no se enseña ni se transfiere ni se puede exigir, se lo tiene que ganar uno mismo con sus actos, es una consecuencia.

Pues el tema de la felicidad es similar. Si nos preocupamos en otorgársela a nuestros hijos tendremos más problemas en conseguirlo que si nos olvidamos de ella. Tenemos que preocuparnos menos, controlar menos y darles más libertad. Dejarles escoger, dejarles hablar, dejarles jugar, dejarles pasar tiempo con otros niños, con sus cosas, sus juguetes y sus pensamientos.

Hay padres que, en un intento por darles lo que nosotros no tuvimos (así se suele explicar… “voy a darle la infancia que yo no tuve”), ofrecen a sus hijos más cosas materiales de las que necesita, les apuntan a mil extraescolares y deportes para que reciban una educación y formación exquisita y en definitiva los tratan de moldear en base a la persona que a ellos les habría gustado ser y no llegaron a ser.

Esto es un error, porque los niños no vienen al mundo a sanar nuestras heridas, nuestras malas decisiones ni los errores de nuestros padres. Vienen a darnos una oportunidad de hacer las cosas diferentes y una manera de lograrlo es dejándoles ser niños, respetando sus decisiones (si con ellas no faltan al respeto de nadie), teniéndolos en cuenta, haciéndoles sentir queridos (pasando tiempo con ellos, no hace falta más) y dejándoles hacer sus cosas.

Cuando una persona hace sus cosas, cuando hace lo que en ese momento le motiva, cuando disfruta y queda absorto en sus actividades, esa persona está siendo feliz. Cuando un niño juega, cuando te das cuenta que pasa horas en su habitación dibujando, pintando, haciendo torres… cuando pasa por tu lado sin decir nada porque está pensando en qué necesita para seguir con su juego, cuando parece que no está, en ese momento es feliz.

Sé que es complicado controlar menos a los hijos, porque siempre nos han vendido la moto de que tenemos que controlarlos de cerca, con cuerda, casi ahogándolos para que no se nos vayan, para que no se salgan del rebaño. El problema es que el control es una falacia. Es una sensación agradable que tenemos que al final nos explota en la cara, porque es imposible controlarlo todo, porque cuando un niño crece, cuando es adolescente, no hay cuerda que pueda seguir sujetándolo. Si para entonces se ha sentido ahogado el riesgo de que se suelte de la cuerda y salga corriendo es mayor que si no ha habido cuerdas y las puertas han estado siempre abiertas.

Eso es la libertad y eso es la felicidad, poder ser uno mismo y poder recibir y ofrecer amor sin condiciones. Dicho de otro modo, la felicidad es una consecuencia, no una meta. Cuando los padres somos felices, cuando vivimos la paternidad de un modo consciente, cuando pasamos tiempo con nuestros hijos y estamos ahí para acompañarles en el camino estamos ofreciendo a nuestros hijos las condiciones para que ellos sean felices.

Foto | gumuz en Flickr
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