Una nueva investigación asegura que darles a los bebés alimentos sólidos con solo tres meses les ayudará a dormir mejor. Aunque pueda sonar tentador para todos esos padres agotados, desafortunadamente hay un buen trecho entre los titulares y la realidad.
La mayoría de los datos publicados en este ámbito demuestra lo contrario: lo que come un bebé no influye en la calidad del sueño. En 2015 pudimos constatar que ni el pecho, ni la leche de fórmula, ni el momento en el que se empiezan a introducir alimentos sólidos, ni la cantidad de alimentos sólidos consumidos afectan al número de veces que los bebés de seis a 12 meses se despiertan durante el sueño.
Otro estudio ha demostrado que la práctica habitual de añadir cereales de arroz al biberón antes de la hora de dormir (algo que debería evitarse, puesto que puede haber riesgo de asfixia) no tiene ningún impacto en el sueño a los cuatro meses. Mientras que un tercer estudio comprobó que la introducción temprana de alimentos sólidos estaba relacionada con menos sueño a los 12 meses.
Este reciente estudio es un ejemplo excelente de cómo las diferencias significativas a nivel estadístico y las diferencias en el mundo real pueden estar a kilómetros de distancia. Los propios autores afirman que no había diferencias en la interrupción del sueño hasta los cinco meses de edad, a pesar de que uno de los grupos de bebés había empezado a tomar alimentos sólidos a los tres meses.
Puede que los bebés del grupo que empieza a comer alimentos sólidos más temprano técnicamente hayan dormido más, pero se trata de una media de solo siete minutos más por noche. En su punto máximo (seis meses de edad) la diferencia era de 16 minutos y la mayoría de los bebés seguía despertándose una o dos veces cada noche independientemente de lo que hubieran comido. Teniendo en cuenta que estos datos están basados en información de padres con falta de sueño (datos que muchas veces no se corresponden con la realidad) no se pueden tomar como base para cambiar las prácticas de alimentación de los más pequeños.
No existe ninguna razón fisiológica por la que la introducción temprana de alimentos sólidos ayudaría al bebé a dormir mejor. Para empezar, los bebés (después de las primeras semanas) no se despiertan por la noche porque tienen hambre. Al igual que los adultos, se despiertan porque tienen frío, están incómodos o simplemente quieren consuelo. La diferencia está en que no siempre pueden calmarse por sí mismos y volver a dormirse.
En segundo lugar, incluso si fuera porque tienen hambre, la solución más sensata sería ofrecerles más leche, puesto que les dará más energía, grasa y proteínas que cualquier otro alimento que pueda tomar un bebé. El objetivo del estudio a partir del cual se obtuvieron estos datos no era aumentar la ingesta total de energía, sino probar si la introducción de alimentos alergénicos a los tres o a los seis meses afecta el desarrollo de alergias (algo que no fue el caso).
A los padres se les aconsejaba que dieran cantidades muy pequeñas de alimentos alergénicos (como un huevo, 25g de pescado y 100g de yogurt a lo largo de una semana, solamente unas cucharadas al día) junto con arroz, cereales, frutas y verduras. Todos estos alimentos tienen menos calorías que la leche materna o de fórmula, pero ocupan más espacio, lo que significa que los bebés pueden incluso comer un poco menos a medida que se acostumbran a dejar de mamar, una posible explicación para la mayor falta de sueño a los seis meses. puesto que el grupo estándar se había acostumbrado a la comida.
Sueño estable
Menos de la mitad de los padres en el grupo que introducía alimentos sólidos más temprano siguió el protocolo. Hubo varias razones, pero uno de los problemas más importantes de la introducción temprana de alimentos sólidos es que los bebés simplemente no están fisiológicamente preparados. A los tres meses, la mayoría solo puede controlar bien la cabeza y ni siquiera se puede sentar correctamente. A dicha edad los bebés todavía tienen un reflejo de náusea que hace que expulsen la comida de la boca y la introducción temprana de sólidos puede ser complicada, lenta y desmoralizadora, puesto que los bebés simplemente no están preparados para comer sólidos tan pronto.
La ciencia demuestra que cuánto antes se produzca el destete, más tiempo le llevará al bebé comer algo más allá de unos pocos sabores. Un estudio constató que si a los bebés se les daba alimentos sólidos antes de los cuatro meses, de media les llevaba seis semanas ingerir tan solo 100ml de alimentos al día, mientras que cuando el destete se producía a los seis meses (lo recomendado) solamente necesitaban 12 días.
Las recomendaciones para introducir alimentos sólidos a los seis meses tienen su razón de ser. No existe un déficit de crecimiento o malnutrición si se espera hasta los seis meses antes de introducir alimentos sólidos, pero si que existe un mayor riesgo de enfermedades gastrointestinales y respiratorias en los bebés que empiezan a consumir alimentos sólidos antes de los seis meses.
Introducir alimentos sólidos demasiado pronto puede llevar a una reducción del consumo de leche materna (y de los anticuerpos que contiene), a la introducción de contaminantes y causar dificultades digestivas porque los bebés no desarrollan todas las enzimas necesarias para digerir correctamente todos los alimentos sólidos hasta que tienen entre cuatro y seis meses.
También hay que tener en cuenta que los bebés que participaron en el estudio pertenecían a un grupo muy específico: casi todos habían sido amamantados hasta los seis meses (un 97%, en comparación con la media de solo el 34% en el Reino Unido. La ciencia muestra que introducir alimentos sólidos cuando todavía se da el pecho es importante para reducir el desarrollo de alergias, pero muchas veces una introducción demasiado temprana de alimentos sólidos aumenta el riesgo de dejar de dar el pecho.
Hay que tener mucho cuidado a la hora de generalizar estos datos. ¿Acaso merece la pena introducir alimentos sólidos en la dieta más temprano, con todos los riesgos que conlleva, solamente para que duerma unos minutos más cada noche? Yo creo que deberíamos preguntarnos por qué los padres llevan tan mal lo del sueño y buscar maneras de ayudarles.
Traducido por Silvestre Urbón.
Autora: Amy Brown, Profesora de Salud Pública Infantil, Universidad de Swansea.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
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