Tras varias entradas hablando de los diversos grupos de alimentos quedan pendientes los lácteos y sus derivados. A los más conocidos (leche, yogures, queso,...), habría que añadir uno que no suele tenerse en cuenta como derivado de la leche de vaca, pero que sí lo es, por ser leche de vaca modificada: la leche artificial.
Soy consciente de que hablar de leche artificial es entrar en terreno resbaladizo, básicamente, porque son muchas las mujeres que se sienten incomprendidas y casi perseguidas por haber dado (o tenido que dar) leche de fórmula a sus hijos, sin embargo considero enriquecedor y necesario explicar qué inconvenientes tiene alimentar a un bebé con este tipo de leche porque, igual que se habla de lo que supone alimentar a un bebé con leche materna debería hablarse también de qué supone alimentar a un bebé con leche artificial.
Tomar la decisión de dar leche artificial no suele ser fácil. Las madres que amamantan a sus hijos durante años sienten nostalgia cuando su hijo de mamar. Las mujeres que por alguna razón dejaron de dar el pecho cuando su hijo tenía meses explican que, si por ellas hubiera sido, le habrían dado más tiempo. Si ellas, que han podido dar el pecho un tiempo, tienen la sensación de pérdida, imaginad la sensación de aquella madre que ha intentado amamantar a su hijo y, por la razón que sea, ha fracasado en los primeros días.
Todavía hoy recuerdo a mi mujer, al nacer Aran, nuestro segundo hijo, con 34 semanas de gestación, incapaz de sostener el biberón porque los primeros días había que suplementar con leche artificial y materna: “Hazlo tú Armando, que yo no puedo”.
Con esto quiero decir que si escribo una entrada hablando de los inconvenientes de la leche artificial no es para que las madres que dan leche artificial se sientan atacadas. El objetivo es que se le otorgue a la leche materna el valor real que tiene (que es mucho), que los profesionales de la salud se den cuenta de ello y hagan todo lo posible por ayudar a las mujeres que quieren dar el pecho (centrando sus esfuerzos exclusivamente en ellas y no en convencer a las que deciden no amamantar), que la sociedad en general se de cuenta de que “dale un biberón que este niño se queda con hambre” no debería ser la solución a los llantos de un niño y que las mujeres embarazadas traten de informarse antes de parir, tomen una decisión al respecto y busquen dónde acudir, en caso de problemas, incluso antes de que éstos aparezcan.
La leche artificial en el mundo
En los países desarrollados la leche artificial tiene menos impacto en términos de salud que en los países en vías de desarrollo. Es por esta razón que la leche artificial es una buena opción cuando hay problemas de difícil solución con la lactancia o cuando un bebé de pocos días está perdiendo peso día tras día y necesita alimentarse hasta que se solucione el problema que evita que se esté alimentando correctamente y se restablezca la lactancia.
En los países en vías de desarrollo, sin embargo, son varios los problemas que pueden derivarse de alimentar a un niño con leche artificial:
- La leche de fórmula es gratuita en los hospitales, sin embargo no lo es cuando la madre y el bebé vuelven a casa. La familia tiene entonces que comprar leche artificial para el bebé, cuyo coste puede ascender a un 50% o más de los ingresos familiares. Esto hace que, para que dure más, la preparación se haga más diluida y el bebé corra riesgo de malnutrirse.
Como las condiciones económicas e higiénicas de España son mejores, el riesgo para la salud es mucho menor. A continuación explicaremos cuáles son los riesgos e inconvenientes de alimentar a un bebé con leche artificial en países desarrollados como el nuestro.
Inconvenientes para el sistema digestivo
La leche artificial tiene peor sabor y éste no varía. La leche materna tiene un sabor cambiante según la alimentación de la madre, hecho que puede hacer que los bebés amamantados acepten mejor los alimentos cuando los empiezan a probar.
Existe la creencia de que los alimentos fuertes otorgan un sabor desagradable a la leche materna que hace que los bebés la rechacen. Es posible que esto suceda con algunos alimentos, sin embargo se ha comprobado que los bebés cuyas madres han comido ajo, en un experimento, se cogen al pecho con más intensidad (vamos, que les gusta).
La leche artificial se digiere peor que la materna. El estómago de los bebés tardan, de media, unas tres horas en vaciarse. Es por esta razón que estos bebés suelen comer cada tres horas (no porque tengan que comer cada tres horas, sino porque es cuando vuelven a tener hambre). La materna en cambio se digiere en la mitad de tiempo.
Los bebés alimentados con leche artificial pueden sufrir un retraso en la eliminación del meconio y una mayor frecuencia de reflujo gastroesofágico.
En caso de aspiración de la leche regurgitada (que el bebé la respire), los riesgos son mayores que si aspira leche materna, dado que ésta es específica del bebé humano y esto la hace menos dañina.
El modo de alimentarse es diferente, ya que al tomar biberón no necesitan abrir y cerrar la boca apenas. Esto hace que el desarrollo de los músculos de las mandíbulas sea inferior, aumentando la frecuencia de maloclusión y caída dental.
Mayor riesgo de infecciones
El sistema inmunitario de los bebés al nacer es muy inmaduro, tanto, que la naturaleza tiene prevista una vacuna natural diaria vía oral, la lactancia materna.
La lactancia artificial no aporta nada a nivel inmunitario. Comparándola con la leche materna, carece de células como los fagocitos, que engloban las bacterias, y linfocitos T, de IgA específicas y de agentes antimicrobianos como la lactoferrina, que impide que las bacterias utilicen el hierro como combustible. Carece de lisozima, de fibronectina y de mucina que actúa como agente anti-rotavirus, etc. Carece en definitiva de una gran número de células cuya función es ayudar al bebé a luchar contra las infecciones.
En resumen se podría decir que el bebé alimentado con leche de fórmula tiene un mayor riesgo de infecciones porque el correcto desarrollo del sistema inmunitario depende de la leche materna. Se ha comprobado, por ejemplo, que la respuesta inmunológica cuando un niño es vacunado es superior en los bebés amamantados (las vacunas generan más defensas), que en los que toman leche artificial y que, además, tienen menos fiebre después de la vacunación.
Los bebés que toman leche de fórmula tienen más diarreas y éstas son más graves, sufren más infecciones de vías respiratorias bajas (neumonías, bronquiolitis,...), más otitis medias agudas y más infecciones de orina.
Esto hace que se generen más visitas médicas, más ingresos hospitalarios, un consumo mayor de fármacos por parte de estos niños y un mayor número de pruebas. Al haber más infecciones y, por lo tanto, más enfermedades, los padres se ausentan más del trabajo y, evidentemente, padecen más por sus hijos (no sé si habéis tenido alguna vez a un bebé ingresado en un hospital, pero es una de las situaciones más traumáticas que unos padres pueden llegar a vivir).
Continuará...
Dentro de un par de días seguiremos hablando de la lactancia artificial en los bebés y niños, ya que es un tema un poco extenso.
Fotos | Flickr – Steve & Jemma Copley, Dawn Ashley, Daquella manera
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