No sé si en vacaciones echáis mano de los potitos o tarritos de comida de emergencia, cuando la despensa está a medio gas, hay que acabar con las existencias o vais a pasar el día fuera de casa y se hace difícil conseguir comida para el niño o niña.
Mis hijas no han comido demasiados tarritos, pero en vacaciones siempre cae alguno, precisamente para esas situaciones extraordinarias, me parecen cómodos, pero no olvidamos que la comida casera es mejor que la indsutral.
Eso sí, también hemos contado con que a ellas les han gustado este tipo de purés, porque hay niños que no los aceptan… De hecho, a ellas lo que no les gustan son los tarritos de comida precocinada con trocitos (a pesar de que comen lo mismo que nosotros sin triturar). Pero como purés y cremas siguen comiendo (de patata, de verduras…), los tarritos les parecen una variante más.
Estos días que finalizan nuestras vacaciones, por ejemplo, estamos vaciando la despensa y comemos al día, una noche cenarán potitos de pescado, que es lo que más echamos de menos.
Y como tenemos que hacer un viaje bastante largo en barco, para comer llevamos potitos de emergencia, eso sí, “disfrazados” de purés, porque las peques con dos años y casi cuatro ya no comen esas comidas de bebés…
Evidentemente, llevamos fruta, pan o galletas y otros alimentos que complementan al potito, aunque de pequeñas se convertían en su comida principal para esas emergencias en vacaciones, o cuando salimos de viaje. Una confesión, a mí también me gustan los tarritos (excepto los de pescado) y si sobra algo ya imagináis dónde acaba… pero de momento mis emergencias son los bocadillos.
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