Te separaste y ahora has conocido a alguien nuevo, alguien que de verdad te gusta, alguien con quien quieres compartir tu vida, pero… ¿le gusta también a tus hijos? Es frecuente que los peques muestren ciertas reticencias y/o rechazo inicial a nuestra nueva pareja, pero… ¿cuándo deberíamos preocuparnos? ¿Cómo detectar que algo no va bien en la relación entre ellos y tu nueva pareja?
La idea de que los hijos lo pasen mal ante la llegada de una nueva persona a la familia es algo que suele condicionar, en muchas ocasiones, el establecimiento de nuevas relaciones para aquellos que pusieron fin a su matrimonio/relación. El bienestar de los hijos es lo primero, eso es indiscutible
No todo se debe a la nueva relación
Muchas de las reacciones que podemos observar en los peques suelen estar más relacionadas con la separación/divorcio que con la llegada de la nueva pareja.
Con una buena gestión y el propio paso del tiempo, que hace que los pequeños se vayan adaptando a la nueva situación y normalizándola, no tienen por qué presentar mayor problema para nuestros hijos. No debemos, por tanto, preocuparnos en exceso, pero sí ocuparnos.
Los niños suelen reaccionar de distinta manera a los cambios familiares según su edad:
Los bebés, por ejemplo, pueden mostrar cierta ansiedad de separación del progenitor que no está presente.
Los niños pequeños, en edad preescolar, pueden volver a estadios anteriores que ya superaron, por ejemplo volver a hablar como un bebé, hacerse pis en la cama…
En el caso de niños un poco más mayores la ansiedad viene de la incertidumbre por los cambios que sufrirá su vida: ¿dónde vamos a vivir?, ¿qué será de mi cuarto, mis juguetes y mis amigos?, ¿cuándo veré a papá/mamá o cómo hablaré con el que no está?
En adolescentes pueden aparecer conductas de desobediencia de las normas, cierto aislamiento, rechazo a los progenitores, etc.
Como digo, estas reacciones se suelen dar en situaciones en las que los peques no han terminado de elaborar la ruptura de la pareja papá-mamá y el cambio que ello ha supuesto. Es importante que trabajemos con ellos estos aspectos para que realicen la transición con éxito.
Una nueva persona a sus vidas
La llegada de una nueva pareja no hace más que recordarles o confirmarles que la relación de papá y mamá no tiene arreglo, y esto les puede generar malestar, con independencia a que les guste más o menos esa persona.
Los niños suelen albergar, al menos durante un tiempo, la ilusión de que la familia se va a “recomponer”, que papá y mamá van a volver a estar juntos. Cuando le presentamos a nuestra nueva pareja les estamos lanzando un mensaje claro: eso no va a pasar. A partir de ese momento ellos tienen que empezar a reconfigurar sus planteamientos al respecto y generar proyecciones y futuribles nuevos.
En esto podemos ayudarles manteniendo una comunicación fluida en todo momento, sobre todo desde el inicio del proceso de ruptura de la pareja, contándoles qué va a suceder, en qué va a consistir la separación, cómo vamos a gestionar el tiempo, las visitas, etc. Es decir, eliminando sus dudas favorecemos que generen unas expectativas realistas que les ayuden a afrontarlo de la mejor manera posible.
Señales de que a tu hijo no le gusta tu nueva pareja
Debemos partir de la base de que lo habitual es que no sea fácil para los peques adaptarse a la nueva pareja, pero ojo, una cosa es que no sea fácil y otra que se convierta en un problema.
Muchas de las reacciones que podemos observar cuando nuestros hijos no están a gusto con nuestra nueva pareja son similares a las que pueden aparecer ante (y durante) la separación. Si las señales de malestar que comentaba antes se hacen más potentes y duraderas en el tiempo debemos tomar cartas en el asunto cuanto antes. Además pueden darse:
- Dificultades para conciliar el sueño
- Pesadillas
- Agitación: se mueven mucho, parecen nerviosos.
- Rasgos depresivos: en el caso de los pequeños, a diferencia de los adultos, toman forma de conductas y respuestas agresivas.
- Rechazo activo de esa persona: no querer estar con ella, desobedecerla, enfrentarse a ella...
¿Qué podemos hacer?
- Lo principal es dejarles claro, con nuestras palabras y sobre todo con nuestra conducta, que ellos siguen siendo especiales, los más especiales para nosotros, que les vamos a querer, incondicionalmente, pase lo que pase. Nadie viene a sustituirles.
- Hacer planes conjuntos.
- Mantener y hacer patentes las normas de conducta: que haya cambiado la situación familiar no significa que las normas también lo hayan hecho.
- Establecer rutinas juntos: no hay nada como repetir patrones para que los niños normalicen algo.
- Favorecer que nuestra pareja se responsabilice de algunos cuidados y parte de la educación, de esta manera los niños la percibirán como un adulto de referencia.
- Evitar, al menos de inicio, las demostraciones afectivas físicas, ya que los niños suelen mostrarse incómodos ante ellas. Demostrar el afecto es muy positivo, pero que sea de manera verbal.
- Por supuesto debemos observar la conducta de nuestra nueva pareja y mantener una comunicación abierta con ella al respecto: puede que tampoco se sienta cómoda con nuestros hijos, y el problema sea bidireccional. ¿Cuáles serían las señales? Por ejemplo si no les habla directamente a ellos (sino que lo hace a través de nosotros), si los planes no suelen incluir a los niños, si no da respuesta satisfactoria a sus necesidades, etc. En estos casos debemos abordarlo con nuestra pareja para buscar soluciones… o marcar el final.
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