El 'rincón de pensar' es una estrategia de modificación conductual, a menudo utilizada por algunas familias e incluso colegios, para corregir un determinado comportamiento infantil. Básicamente, consiste en excluir al niño de la actividad que esté realizando y sentarle en una silla o en un rincón, para que reflexione acerca de lo que ha hecho y modifique su conducta.
Pero este método es una forma más de castigo, que se aleja de la crianza positiva y del respeto y la empatía que debería primar a la hora de educar a nuestros hijos. Te explicamos por qué el rincón de pensar no es un método educativo ni deberíamos utilizarlo para resolver conflictos.
¿Qué piensa el niño cuando le mandamos al 'rincón de pensar'?
Lo primero que debemos comprender es que los niños necesitan sentir que 'pertenecen', es decir que forman parte de un grupo (su grupo familiar, su grupo de amigos, su clase...). Con ello no solo garantizan su supervivencia (necesidades fisiológicas cubiertas, protección...), sino que sienten que sus aportaciones son escuchadas, valoradas y sirven a su comunidad.
Realmente, estas necesidades no son extrañas ni especiales, pues cualquier ser humano con independencia de su edad necesita sentirse así. A todos nos gusta que nos quieran, nos valoren y cuenten con nosotros. Cuando esto ocurre nos sentimos especialmente motivados en seguir trabajando para poder ayudar y contribuir.
En este sentido, es lógico pensar que cuando cometemos un error es más sencillo afrontarlo si tenemos ayuda para hacerlo, si alguien nos tiende la mano, nos escucha, comprende cómo nos sentimos y nos presta su colaboración para encontrar una solución.
Por un lado, le estamos apartando de su grupo de pertenencia, provocándole de inicio una gran humillación y vergüenza, y mermando seriamente su autoestima.
Por otro lado, estamos ignorando por completo sus sentimientos, pues en cierto modo le estamos transmitiendo el mensaje de "no te acerques a mí mientras estés triste/enfadado/tenso/frustrado"... obligándole a cambiar su conducta si quiere volver a sentirse querido y aceptado como parte del grupo.
Y por último, le estamos obligando a pensar y razonar como los adultos queremos que lo haga, pero probablemente el niño ni siquiera entienda qué ha hecho mal, pues su cerebro y el nuestro razonan de manera diferente, además de que tampoco cuenta con los recursos suficientes para solucionar los conflictos de la forma que a nosotros nos gustaría.
Por tanto, el 'rincón de pensar', lejos de solucionar el problema lo agrava aún más, provocando en el niño la aparición de sentimientos negativos como la revancha, la rebeldía, el resentimiento, el odio, la frustración, la vergüenza, la cobardía...
¿Qué hacer si nuestro hijo ha tenido un 'mal comportamiento'?
Los 'malos comportamientos' que vemos los adultos en los niños, no son más que la forma desesperada que tienen de pedirnos ayuda ante una situación que les desborda. Por tanto, si queremos poner límites y educar desde el respeto y la empatía, esto es lo que los niños necesitan de nosotros:
Conexión y acompañamiento emocional. Es nuestro deber como padres y educadores enseñar al niño una correcta gestión emocional, especialmente en momentos de máxima vulnerabilidad. Pero para enseñar a nuestro hijo a gestionar sus emociones debemos acompañarle correctamente, estableciendo con él una conexión positiva, empática y respetuosa. Para ello, sitúate a su altura, mírale a los ojos y abrázalo. Después ayúdale a expresar con palabras cómo se siente, escuchando de forma activa y sin emitir juicios ni sermones.
Recuperar la calma. Antes de encontrar una solución a lo ocurrido es necesario que el niño esté calmado. Recursos como 'el tiempo fuera positivo', 'la esquina de la calma', la meditación o 'el frasco de las emociones' pueden ayudarle. No obstante, recuerda que estas herramientas deben ser utilizadas siempre en la compañía respetuosa y positiva del adulto.
- Errores, fuente de aprendizaje. Los errores deben ser visualizados como una oportunidad de aprender y mejorar, pues no hay nada que hayamos hecho y no podamos reparar. Para ello, hay que involucrar al niño en la búsqueda de una posible solución y hacerle responsable de sus actos y de las consecuencias que éstos tienen para los demás. En este proceso seguiremos acompañando al niño de manera respetuosa, sin humillarle por lo ocurrido y brindándole nuestro apoyo cuando lo necesite.
Fotos | iStock
En Bebés y Más | Le castigaron contra la pared, y su perro fue el único en darse cuenta de la necesidad de acompañamiento emocional del niño, Mi hijo no quiere que lo abrace cuando tiene una rabieta: ¿qué puedo hacer para consolarle?, El taburete con reloj de arena o la silla de la tortura