Una pareja consigue en los tribunales que sus mellizos puedan ir juntos a clase
Nacer con un hermano gemelo o mellizo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre los inconvenientes está el ser dos bebés de golpe para una sola madre y un solo padre, por lo que el trabajo en referencia al más habitual "bebé único" se duplica, mientras que la atención se divide: cuando mamá o papá se queda solo con los dos, no siempre podrá atenderlos a la vez si lloran, por poner un ejemplo.
Entre las ventajas se encuentra la más obvia: cada uno de ellos llega al mundo con un compañero de viaje, y aunque al principio cuando son pequeños no les reporta demasiado beneficio, a la que empiezan a interaccionar y a jugar, pueden ser hermanos, amigos, compañeros de juego, etc. Y además de esta hay otra ventaja: cuando van al colegio se tienen el uno al otro. O no, porque hay centros donde los separan, como les pasó a estos dos mellizos de los que hablamos hoy.
Años después, tras una larga lucha, los tribunales han dictaminado que los mellizos pueden ir juntos a clase si es lo que sus padres quieren.
Una historia de terror y humor absurdo
Digo terror y humor porque a medida que la iba leyendo mi boca se iba abriendo más y más, en plan "no me lo puedo creer". Y es que no puedo llegar a entender que algo tan simple, tan lógico y tan obvio tenga que acabar en los tribunales para que un juez dicte sentencia (¿Estamos locos o qué?).
Os lo resumo para que entendáis a qué me refiero: según leemos en El País, la historia de la pareja con sus hijos (niño y niña) comenzó en el curso 2014-2015, cuando con tres años fueron escolarizados en el colegio Arias Montano de Badajoz. El año anterior habían ido juntos a la guardería y eran felices así. Al empezar preescolar se toparon con una norma que no esperaban: los gemelos y mellizos se separan, cada uno a una clase diferente.
Ante dicha situación, uno acude siempre a la ordenanza de mayor grado, la ley, para ver hasta qué punto pueden llevar a cabo tal acción si los padres no están de acuerdo. Pues bien, la ley no dice nada al respecto, así que deja que cada comunidad autónoma lo regule como considere oportuno, y a falta de norma, la responsabilidad final recae sobre los centros educativos.
En dicho centro educativo lo hacían así, de modo que sus hijos iniciaron el curso cada uno en una clase diferente. Allí empezaron los problemas con los niños: se preguntaban por qué no iban juntos, y al ver que cada día se repetía la situación, llegaron a decirles que no querían ir al colegio.
Al acabar el curso los padres pidieron un cambio, que los volvieran a juntar, de nuevo argumentando que los niños irían mejor y estarían más contentos juntos. Según explican los padres, el director se mantuvo firme siguiendo la norma, denegando la petición. Entonces se optó desde el colegio por traspasar la decisión final a la Delegación Provincial de Educación, que dijo lo mismo, que debían ir separados.
En 2015, al cambiar el Gobierno de Extremadura, los padres acudieronn a la Delegación Provincial, y desde allí se envió un equipo de orientación escolar compuesto por un psicólogo, una psicopedagoga y una trabajadora social, que concluyó que era mejor que fueran juntos. Aquí, como imagináis, es donde uno tiene la sensación de estar viendo una película de humor, pero del absurdo: ¿de verdad tiene que crearse un equipo de profesionales para estudiar una situación así? ¿Nadie había llegado a esta conclusión antes?
Entonces la historia da un giro asombroso. A pesar del informe, el director se negó a juntar a los niños y la delegada, que había solicitado el informe, acabó por ponerse del lado del colegio, apoyando su decisión.
En ese punto los padres valoraron la posibilidad de cambiarlos de colegio, pero el curso había empezado y optaron por demandar al centro solicitando medidas cautelares para que los niños fueran juntos hasta que se dictaminara la sentencia. Así, el 16 de noviembre de 2015, el juez accedió a imponerlas y los hermanos pudieron por fin ir juntos a clase. Desde ese momento, ambos niños fueron mejor al colegio y el que tenía más problemas, los fue superando.
El pasado enero llegó por fin la resolución favorable a los padres, y la Junta de Extremadura las dio por buenas, respetando la sentencia (podrían haber recurrido). El juez, de hecho, añadió en la misma que la decisión sobre separar o no a los hermanos debería ser flexible y abierta, porque supondría evitar "decisiones estáticas, fijadas a priori sin tener en cuenta las singularidades de los gemelos. Los centros deben ser flexibles”.
Una cuestión de respeto y de aprovechar la ventaja
¿Y por qué es mejor no separarlos? Pues porque es lo más respetuoso para dos niños de apenas dos o tres años. La autonomía, la capacidad de un niño tan pequeño de vivir sin sus padres se adquiere con el paso de los años. Lo mejor para todos los niños de esta edad es que pudieran ir al colegio en presencia de sus padres al menos un año, para que sintieran, poco a poco, que es un lugar familiar y de confianza en el que jugar y aprender con su referente presente. Pero los padres no podemos estar ahí un año, así que se hace eso que llaman "periodo de adaptación", que en muchas ocasiones es totalmente insuficiente (días y en el peor de los casos, horas), pero que se queda en un "algo es algo", que se complementa con un "ya se acostumbrará".
Pues bien, los gemelos tienen la ventaja que he comentado al principio: ellos sí tienen a alguien que los acompañe (el hermano) y les haga más fácil la adaptación al nuevo entorno. Separarlos no los pone al mismo nivel que el resto, sino todavía peor, porque ellos sufren dos pérdidas, dos separaciones: la de mamá y papá, que los dejan solos en el cole, y la de su hermano, que le deja solo en clase.
Es decir, la norma no debería ser separarlos, sino todo lo contrario: la norma debería ser, en todos los colegios, mantenerlos juntos. Y una vez juntos, según sean las dinámicas, según sea la adaptación, según se aprecie mayor o menor capacidad de desarrollo, aprendizaje y relación con otros niños, se estudia cómo continuar.
Muchas veces se hace una separación de los niños al pasar de preescolar a primaria. Pues ese es un buen momento para ver qué puede ser mejor para ellos: si se llevan bien, si se llevan menos bien, si uno de ellos depende demasiado del otro y por eso no se relaciona mucho con otros niños, si a uno de los dos le podría ir bien estar sin el otro, o si lo mejor es que sigan juntos. Y así, hasta que se vuelva a hacer otra redistribución de los grupos, como se suele hacer en los colegios.
Al colegio hay que ir feliz y contento y, según dice el movimiento de las escuelas eficaces, predispuesto a disfrutar y aprender en un clima ordenado y seguro. Conseguir que las primeras semanas y meses de un niño en el colegio sean peores por separarlo de su hermano rompe con esta intención y hace más difícil su adaptación al nuevo ambiente.
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